Capítulo 15: EL PARTO I

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La doctora Madeleine fue alertada por Kongpob mientras él y su padre recorrían el camino a la casa de los padres de Arthit. Sólo le hicieron falta un par de palabras para que ella comprendiera la situación a pesar de que su voz estaba notablemente alterada y la comunicación no era realmente buena. Ella solo respondió que "prepararía al equipo médico" y que "una camilla estaría en la calle a la espera de que arribara al hospital".

Arthit, mientras tanto, se retorcía en el asiento trasero del auto de Knot lanzando fuertes groserías. No estaba seguro si estaba por parir o si lo estaban empalando con un tubo de generoso calibre pero el dolor ni siquiera podía describirlo. Era tan intenso que su pecho se comprimía fuerte y constantemente, impidiéndole respirar, como si alguien se hubiera sentado sobre su pecho y no quisiera bajarse. No estaba muy seguro si era la angustia del momento, el hecho que su hijo era muy prematuro para llegar al mundo o si era el hecho de que estaba en un auto conducido por una anciana que se estaba tardando la vida en llegar al hospital, pero ya tenía la vista incluso nublada. —¡¿Quieres apurarte maldita sea?!! — gritó con impaciencia a Knot. Su amigo respiro profundo tratando de mantener la calma. No era para él nada nuevo el humor explosivo de Arthit pero lo ponía en tensión el hecho de que su amigo estaba por traer una vida al mundo y él estaba, literalmente, atascado en el autopista.

—¿Qué quieres que haga? Está el tráfico congestionado.—

—¡Maldita sea, Knot! ¡Se me abrirá el culo!—

—Arthit, trata de mantener la calma. Saldremos de aquí pronto pero por favor, trata de tranquilizarte.—

—¡No quiero calmarme!! —expresó colérico. —¡AHH! —gritó ante el fuerte dolor que lo azotó, cada vez se volvían más intensas las contradicciones.

Knot lo vio por el espejo retrovisor y le lanzó una mirada compasiva. Arthit estaba sufriendo mucho más de lo normal. Su respiración entonces se volvió demasiado agitada, como si no pudiera respirar y comenzó a tomar grandes bocanadas de aire para poder compensar la falta de oxígeno.

—¡Arthit, ¿qué tienes?!—

—¡Solo conduce! —respondió él, lanzando otro alarido, pero Knot estaba atrapado en el autopista y no había nada que pudiera hacer excepto...

—Salgamos del auto, con éste tráfico no llegaremos nunca. —le comunicó muy tranquilo, como si hubiera tenido una idea muy coherente.

—¡Idiota, ¿quieres que camine?!—

—Arthit no podemos seguir esperando.—

—¡¿Y mejor lo tengo en la autopista, verdad?!—

El hombre al volante estaba por perder su característica paciencia cuando, por arte de magia, los malditos autos delante de él comenzaron a movilizarse. Knot le agradeció internamente a todas las deidades que conocía porque si tenía que seguir escuchando los gritos de Arthit un segundo más, terminaría internado en una neuropsiquiátrico.

Estaban a punto de salir del infierno, cuando en la bajada, un auto indeciso se atravesó delante de ellos. Knot, que era un conductor con experiencia, lo vio venir y clavó los frenos con anticipación pero, a causa del envión, ambos se fueron hacia adelante. Knot golpeándose la frente contra el volante y Arthit dándose duro contra el asiento de adelante. Por suerte el auto apenas lo tocó gracias a que él iba bastante lento –por eso no había pasado a mayores– pero eso no quitó que Arthit bajara la ventanilla de la puerta trasera y se desquitara con el otro conductor. —¡Maldito imbécil! —le gritó intentando sacarse el cinturón. —¡No, ven, ven! —lo llamó provocadoramente a punto de salirse del auto, mientras el hombre comenzó a marcar un número en su móvil.

Malditas HormonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora