Capítulo 8: QUINTO MES

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Entrar al quinto mes resultó mucho más satisfactorio de lo que Kongpob había imaginado. No fue tan trágico ni caótico como había previsto que sería, de hecho estaba siendo bastante tranquilo y lo agradecía con el alma. Arthit, a pesar de ya no hablarse con sus padres, había logrado manejar su depresión gracias a la ayuda de la doctora Kanda y su psicóloga, con la cual había generado un lazo mucho más fuerte a lo largo de esos dos meses. También ayudó mucho su reconciliación, ahora eran mucho más unidos, y aunque Arthit requería de mucha atención, Kong se las había arreglado para que no se sintiera sólo cuando iba a trabajar. Hablaban por mensaje todo el tiempo y por videollamada cada dos horas hasta su regreso a casa. El jefe de Kongpob le había otorgado un permiso especial luego de comentarle la situación tan dura que estaba atravesando su pareja, aunque por supuesto sin revelarle su embarazo, le habló de su estado mental y presentó la constancia de la psiquiatra para convencerlo. Su jefe, sin pedir demasiadas explicaciones, le otorgó el permiso de estar en constante contacto con Arthit, sabía de sobra lo mucho que su mejor empleado amaba a su pareja y era tan eficiente que no tenía drama en que quisiera estar más pendiente de él. Incluso le propuso extender una licencia para que cuide de él en su departamento, pero Kong se negó al instante, él no quería descuidar su trabajo de esa manera.

Su día de trabajo había finalizado al fin y al llegar a casa encontró las luces apagadas y el televisor encendido reproduciendo una vieja película cómica. Su novio estaba recostado a lo largo de todo el sofá frente al televisor, se había quedado dormido mientras la veía probablemente, aquello le ocurría muy a menudo desde hacía un tiempo atrás.

Kongpob se asomó por encima del respaldar y lo encontró vistiendo una larga camisa de rayas blancas y azules, que cubría hasta sus muslos aunque no alcanzaba a sus rodillas. Por debajo no traía nada, sus piernas estaban completamente descubiertas aunque no estaba seguro de que no trajera ropa interior. No le extrañó en realidad, últimamente se quejaba mucho de sus vaqueros y de hecho ninguno le quedaba bien, todos le iban ajustados a causa de su vientre en crecimiento.

Rodeó el sofá con una complaciente sonrisa sobre sus labios. Arthit dormido era la cosa más tierna que había visto nunca aunque en algunos meses estaba seguro que ese puesto estaría en disputa con su hijo.

El menor se sentó en el extremo del sofá, donde Arthit reposaba sus pies. Levantó sus piernas suavemente y colocó sus pantorrillas sobre su regazo. Luego apoyó su espalda contra el respaldar tomando una postura relajada y se concentró en la película que estaban pasando en la tv.

Sus manos entonces acariciaron distraídamente la piel lampiña de sus piernas, descubriendo con gran sorpresa su suavidad, no sabía si eso era debido al embarazo también o si Arthit estaba cuidando por demás su piel pues ya había sido advertido de las famosas estrías.

Algo que Arthit tenía muy claro era que no sería capaz de lidiar con semejantes cicatrices en su piel. Eso acabaría con su autoestima para siempre, así que estaba tomando algunas precauciones, aunque Kong no tenía mucho conocimiento de lo que estaba haciendo para evitarlas, si sabía que estaba trabajando mucho en prevenirlas.

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El cuerpo de Arthit se removió entredormido cuando las manos de su novio se movieron sobre él pero no despertó. Kong entonces clavó su mirada sobre él y una sonrisa traviesa surcó sus labios. No podía seguir resistiendo la tentación, su p' era demasiado provocativo como para ignorarlo. El menor lo sopesó un momento y luego gateó sobre él como un joven león acechando a su presa indefensa, alcanzando su rostro.

Arthit sintió la presencia sobre él y al despertar se desperezó encogiendo sus hombros y estirando sus brazos, soltando un gran bostezo al aire. Realmente no le sorprendió encontrarse a su novio sobre él y tan cerca de su cara, poco a poco comenzaba a acostumbrarse a los arranques cariñosos de Kong.

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