Capítulo 17: UN DURO CAMINO

4.1K 435 86
                                    

Kongpob recuperó la noción del tiempo cuando una enfermera comenzó a sacudir su hombro mientras él, tirado en el piso, volvía a la realidad. Kong la miró desde abajo intentando entender qué decía pero le estaba costando bastante. Aún demasiado aturdido por las circunstancias, solo veía sus labios moverse con rapidez, sin saber qué era lo que con tanta insistencia le preguntaba. Kongpob hizo un esfuerzo: sacudió su cabeza y trató muy duro de enfocarse en ella.

—¿Cuál es el nombre del bebé? —volvió a preguntar ella, perdiendo la paciencia.

—Yue... Yue es el nombre que elegimos. —logró responder. La enfermera entonces se alejó de él con rapidez.

Kongpob, recuperando sus fuerzas, se puso inmediatamente de pie cuando notó a su hijo ser colocado en una especie de cuna de cristal. Se acercó a él lentamente mientras veía a los médicos manipularlo con extremo cuidado, como si pudieran romperlo.

Verlo de cerca, completamente limpio ya, lo impresionó demasiado. Era pequeño, muy pequeño. Podría cargarlo con sólo una de sus manos, también era bastante delgado y su espina dorsal se marcaba a través de su piel al igual que sus diminutas costillas. Sus cortos y delgados dedos eran pequeños y carentes uñas por su temprana edad y su piel era muy fina, demasiado rojiza aún como para saber si había heredado su morena tez o si sería tan pálido como Arthit.

—Señor, Suthilak. —lo llamó una pequeña enfermera detrás de él. Kong, completamente ensimismado con la imagen de su hijo, pego un pequeño respingón al oírla.

—¿Sí? —se giró hacia ella.

—La doctora Madeleine quiere que espere en la habitación del joven Rojnapat. Él ya está estable, en unos minutos lo devolveremos a su cuarto.—

—¿Y qué pasará con mi hijo?—

—Lo ingresaremos a cuidados intensivos para neonatos, cuando sea viable les permitiremos tener contacto con él.—

—¿Y eso cuándo será? —preguntó ansioso.

—Los doctores se lo informaran, yo no sabría decirle.—

—Está bien, comprendo. Gracias igualmente.—

Kongpob, poco convencido, aceptó abandonar el quirófano para poder darle el espacio de trabajo a todo el personal médico que no dejaba de movilizarse en ningún momento. Antes de salir, pudo ver desde lejos a su novio siendo aún atendido por varios médicos mientras terminaban de darle las últimas puntadas a la incisión que el doctor Kim había hecho sobre su piel.

No pudo ver su rostro desde su lugar, pero alrededor todo estaba bañado en sangre. La tórrida visión lo espantó de repente ahora que la adrenalina en su cuerpo había disminuido y fue muy sincero consigo mismo, ya no quería seguir en contacto con aquella escena tan sanguinaria.

♦•♦•♦•♦•♦

Kongpob esperó como le ordenaron en la habitación el regreso de Arthit. Sabía perfectamente que, a su regreso, su aspecto sería un poco impresionable por todo lo que se había complicado el parto pero, lo que presenció a continuación, fue realmente insólito. Vio ingresar de manera secuencial y en cámara lenta a varios enfermeros y a la doctora Madeleine acompañando a Arthit quien –de una forma aterradora– estaba conectado a muchos tubos y cables que de sólo verlos descompusieron a Kong. Una gran mascarilla respiratoria sobre su rostro cubría su mentón y mejillas casi en su totalidad, dos vías intravenosas atravesaban cada uno de sus brazos: unas pasándole suero y las otras transfiriéndole sangre y, adicionalmente, muchos electrodos esparcidos por todo su cuerpo lo envolvían con descaro.

Su piel, por otro lado, era pálida, mucho más pálida que de costumbre y sus brazos estaban completamente extendidos y amarrados para evitar que se movieran los agujas de las vías en caso de que Arthit despertara.

Malditas HormonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora