Kongpob se removió entre las sábanas apenas despierto, era temprano aún –incluso para él que solía ser madrugador– pero algo lo había despertado. Con cierta pereza tanteó el colchón buscando la presencia de su novio a su lado, pero nadie más estaba allí. Descubrió entonces la razón de su despertar y con cierta inquietud se sentó en la cama revisando la habitación. Arthit no era el tipo de persona que despierta temprano, así fuera para orinar. Algo no andaba bien.
Rápidamente se destapó y abandonó la tibia cama buscando a su novio. Cuando llegó a la sala del departamento, lo encontró sentado sobre el sofá con sus piernas cruzadas y en medio de ellas descansaba un bote de fresas rebozadas en crema. Estaba muy concentrado viendo una película de horror cuando Kong llamó su atención.
—¿P'Arthit? —lo llamó suavemente, tocando su hombro. Arthit se sobresaltó cuando sintió su mano sobre él y casi arroja el bote de fresas al suelo.
—¡Aaah! ¡Maldición Kong! ¡¿Qué haces?! ¿Quieres matarme de un susto? —se quejó el mayor poniéndose de pie frente a su novio.
—¿Qué hago yo? P' son las cuatro de la madrugada... ¿Por qué estás despierto? —respondió adormilado.
—No podía dormir, tenía hambre.—
—Oh... ¿Te quedaste con hambre? Quedó un poco de arroz en el refrigerador.—
—No te preocupes por mí. Ya comí algo. —respondió él, enseñando su bote con fresas.
—Pero p' ese es el postre que llevaríamos mañana a la reunión con nuestros amigos... —repuso Kongpob intentando no sonar demasiado recriminante.
—Bueno, llevaremos otra cosa. —respondió fastidiado. —Volveré a la cama ahora. —Arthit pasó por su lado bostezando y abrazando el bote.
Kongpob, algo extrañado por su comportamiento, sostuvo su brazo y detuvo su caminar. —¿Llevarás eso a la cama? —preguntó señalando el bote. Arthit revoleó los ojos molesto y se lo entregó con cierta brusquedad. A veces le fastidiaba el orden excesivo que mantenía Kong en la casa. Arthit disfrutaba bastante comer en la cama pero a su novio no le agradaba para nada la idea. En muchas oportunidades se lo había hecho saber, claro que a su manera.
Kongpob tenía una forma muy particular de expresar su inconformidad con ciertos temas, sobre todo si su receptor era Arthit. Él siempre intentaba ser sutil y diplomático, tan amable que no era del todo claro lo que intentaba expresar, tan diferente a Arthit que solía ser muy directo y brusco al mencionar cuando algo no le agradaba.
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Cinco meses atrás se mudaban a su nuevo hogar repletos de ilusiones y expectativas por cumplir. Ambos habían finalizados sus estudios y tenían trabajos estables por lo cual decidieron mudarse juntos a un departamento lo suficientemente espacioso para los dos. Al principio, la convivencia fue algo dura. Kongpob estaba intentando adecuarse a su nuevo trabajo y a las reuniones extralaborales con algunos clientes, pero a su día le faltaban horas para poder hacer todo lo que le apetecía, entre lo que estaba atender debidamente a su novio. Arthit, por otro lado, comenzaba a sentirse desplazado y algo ignorado por el menor, no obstante era demasiado orgulloso para admitir que necesitaba más atención aunque sus típicos desprecios amorosos se volvieron menos frecuentes ahora que Kong apenas si le prestaba atención.
Los siguientes 3 meses posteriores a la mudanza parecieron transcurrir con normalidad aunque la hostilidad habitual de Arthit era cada vez menos notoria llegando a ser incluso más afectuoso que el propio Kongpob cuando se veían, hasta que su novio comenzó a llegar demasiado tarde del trabajo. Los mensajes en su teléfono no paraban de llegar y el nombre de una mujer desconocida siempre estaba en la pantalla. Arthit comenzó a hacer comentarios ofensivos al respecto y las discusiones se volvieron frecuentes y constantes. Sus celos se volvieron incontrolables incluso cuando Kong le explicaba que solo era una clienta y que él no sería capaz de engañarlo nunca. Pero Arthit no quería entender y todo esa hostilidad que había estado reprimiendo por meses explotó en la cara de Kongpob cuando éste le mencionó por décima tercera vez que "las sábanas se ensuciarían si comía en la cama". Kongpob se lo había dicho con cierta amargura tenía que admitir, ese día había sido un largo y tedioso día de trabajo, tan agrio que casi sentía la hiel recorriendo su boca. Demasiado cansado para ser amable con nadie y no siendo aquella la primera vez que le insinuaba a Arthit que NO comiera en la cama, no pudo evitar ser ciertamente cortante.
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Malditas Hormonas
أدب الهواةArthit está más sensible que nunca, no ha sabido que lo tiene tan angustiado desde hace tiempo y decide ir al médico donde le revelan una terrible verdad. Kong siempre ha sido el novio perfecto pero ésta no era una posibilidad que esperaba y se...