Capítulo 6: SIN PIEDAD

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Había una razón evidente porque Arthit temía de sus padres. Ellos eran realmente duros con él, siempre lo fueron. Su padre había sido criado bajo conceptos muy rigurosos y de carácter militar. Su madre, por otro lado, era una fiel creyente de los mandamientos cristianos, por lo tanto la sexualidad de su hijo no le caería demasiado en gracia, pero Arthit creía que con el tiempo tal vez lo toleraría; en cambio su padre... Él no sería fácil de tratar.

Los fuertes golpes en la puerta del departamento se oyeron en todo el edificio prácticamente.

Arthit tragó grueso antes de hacerles frente, era obvio que no se presentaban con intención de hablar civilizadamente.

El mayor estaba aterrado al decir verdad y demasiado sensible como para tolerar los tratos tan bruscos de su padre pero no tenía escapatoria.

Caminó hasta la puerta y, respirando muy profundo, decidió abrir.

—Hola, padres... —se inclinó levemente, ofreciendo una reverencia. Los adultos no respondieron a su saludo, lo apartaron bruscamente de la puerta, ingresando con aires de superioridad.

—Veo que apareciste. —comentó su madre frunciendo sus labios.

—Si, todo fue una gran equivocación. Yo simplemente...—

—¡Silencio! —gritó su padre. —No intentes engañarnos, hijo, porque si lo haces no dudaré en darte cintazos.—

—Empieza a hablar ahora y será mejor que seas sincero. —exigió su madre.

—¿Por qué no nos sentamos primero? —expresó aterrado Arthit. Su barriga estaba inusualmente rígida por el estrés y sentía un dolor intermitente justo por debajo del vientre que lo haría doblarse sobre sí mismo en cualquier momento pero, incluso si se estaba muriendo del dolor, no podía demostrar una pizca de debilidad frente a su padre o sería fuertemente criticado.

Su padre caminó con paso firme hacia el sofá, sin soltar jamás los hombros de su madre y ambos se sentaron uno al lado del otro, manteniendo el abrazo. Sus rostros rígidos como piedras y sus cuerpos rectos eran la viva imagen de la decepción.

El hombre vestía un traje negro con una camisa celeste y una corbata azul marino. Era un tipo alto, más alto que su hijo y de aspecto rudo. Su madre por el contrario era más baja que su hijo casi por media cabeza y era de físico delgado. Traía puesto una pollera entallada hasta las rodillas, unos zapatos en punta con tacones negros y una blusa con volados blanca. Tenía también varios accesorios pero sin duda, sus anteojos de marco negro y rectangular, eran los que más resaltaban.

—Tu doctora nos habló de tu caso, pero me niego a creer lo que una persona ajena a mi familia ha divulgado de mi hijo. —expresó su padre, aflojando su corbata. —Por eso estamos aquí. Para oír tu versión y darte el beneficio de la duda. —Arthit tragó grueso ante sus palabras. No soportaba la idea de terminar de decepcionarlo.

—Padre... antes que nada... es verdad. Estoy saliendo con un hombre. —reveló con la mirada baja.

—¡No puedo creerlo! —gritó la mujer tapando su rostro.

—¡Esto es inaceptable! —se indignó su padre. —Yo no te eduqué para que le faltes al respeto a nuestra familia de ésta manera.—

—Papá... por favor...—

—Eres una completa decepción. Jamás tuve demasiadas expectativas en ti pero esto es demasiado. —expresó él con desprecio.

—¿Cómo es posible? ¡Arthit eres un hombre! Tu deber es con una mujer ¿Por qué entonces pierdes el tiempo con otro hombre? —lo cuestionó su madre. —Sé que siempre has sido un rebelde pero ésta vez has ido demasiado lejos. ¡Esto no lo vamos a tolerar!—

Malditas HormonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora