Capítulo 12: PEQUEÑA TREGUA

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Arthit, amasaba tarareando tranquilamente mientras agregaba algunos ingredientes a la masa y revisaba su celular para estar seguro de lo que estaba haciendo. Kongpob, apoyado sobre la mesada de la cocina, lo observaba con preocupación y en completo silencio. Quería abordar el tema del bebé pero no sabía cómo y tampoco estaba seguro de querer oír lo que Arthit pudiera decirle.

—¿Te quedarás allí observándome desde las sombras?—

—No quiero molestar.—

—¿Te sucede algo? Estás muy extraño desde que regresamos.—

—No es nada. Sólo estoy preocupado.—

—¿Qué es tan grave como para que no estés manoseándome mientras cocino?—

—¿Quieres al bebé? —Kong procuró ser muy directo ésta vez. No podían quedar cosas sin esclarecer si decidía romper con él.

—¿Cómo? —preguntó con sorpresa el mayor, girando su rostro hacia atrás, donde se hallaba Kong.

—Si quieres al bebé. ¿Te da ilusión tenerlo?—

—Claro. Por supuesto. ¿Por qué me lo preguntas? —expresó con cierta curiosidad, era una pregunta que no se esperaba para nada.

—¿Estás seguro?—

—Sí. Estoy seguro. ¿Por qué lo preguntas con tanta insistencia?—

—Hoy dijiste que no querías ser padre, que los niños no te gustaban.—

—Sí y lo sostengo, pero eso no quiere decir que no ame a mi hijo. —expresó con seguridad, sin titubear siquiera un poco. —Desde que me enteré de su existencia sólo me he dedicado a protegerlo. Si no lo quisiera entonces no me hubiera enfadado tanto cuando el psicólogo sugirió practicar un aborto, no le compraría ropa o estaría años eligiendo un juguete para él, tampoco iría cada mes a control. Kong, fue inesperado y no lo buscaba para nada, pero la vida es así y éste es mi hijo y lo amó a pesar de todo.—

—Lo siento p'... —expresó conmovido el menor, sus palabras de verdad habían tocado una fibra sensible en él. —No debí haber dudado de ti... es solo que no quería que vieras a este bebé cómo un problema. Quería estar seguro de que eres feliz.—

—No estaría aquí si no lo fuera. Podemos tener desacuerdos pero no olvides que te amo Kong. —expresó el mayor, dedicándole una mirada intensa; luego regresó a su labor. —Estamos en ésta aventura juntos, seremos padres pronto y tenemos que trabajar a la par, aunque nos cueste, para criar a este niño.—

Kongpob sonrió ampliamente complacido y corrió hasta él para abrazarlo muy fuerte, demasiado aliviado como para recordar mesurar su respuesta tan efusiva. Luego besó ruidosamente su mejilla y descansó su barbilla sobre su hombro con la felicidad bañando cada centímetro de su rostro. Arthit nunca lo decepcionaba. Por eso lo amaba, era perfecto. Despreocupado y gruñón, pero perfecto.

No podía creer que él había tenido la loca idea de terminar su relación allí mismo...

Ahora rogaba a todas las deidades que Arthit jamás se enterara de sus intenciones o se vería envuelto en graves problemas. No debía saber nunca lo cerca que su relación estuvo de acabar.

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La cena transcurrió muy amenamente mientras venían juntos la televisión. Kong se acomodó sobre el sofá para comer y Arthit se acurrucó junto a él mientras veían un extraño concurso de habilidades. Las carcajadas del mayor no se hicieron esperar, le divertían mucho esos ridículos programas.

Kong, por su parte, distraídamente masajeaba su abdomen cuando de repente sintió algo golpeando su mano. Era la primera vez que sentía patear al bebé y se emocionó mucho cuando su mano hizo contacto con el piecito de su hijo a través de la piel de su novio, tanto que casi se larga a llorar. Arthit, por su lado, estaba demasiado concentrado en el programa y apenas lo notó. No era para él la primer 'patadita' del bebé —de hecho casi se había acostumbrado a ellas— pero para Kong si fue emocionante, con tantas peleas y discusiones que habían tenido, no pudo disfrutar nada de esos casi siete meses.

—¡P', el bebé pateó! —expresó emocionado.

—Lo sé Kong, es a mí a quién pateó. —respondió sin prestarle demasiada atención, la competición estaba interesante.

—P, nunca hablamos de cómo íbamos a nombrar al bebé.—

—Mmm... Es cierto... ¿Tienes alguno en mente?—

—Si hubiera sido niña le pondría Moon... Tú mi sol, ella mi luna...—

—Okay Kong, pero es niño.—

—Mmm... ¿Y si lo nombramos como tú?—

—Habiendo tantos nombres ¿quieres ponerle el mío? No, mejor pensemos en otro, ¿qué te parece Sky?—

—¿Sky no es de niña?—

—Si, creo que sí...—

—¿Qué te parece Yue, p'?—

—Me gusta... Es un nombre apropiado.—

—¿Y el apellido? ¿Le pondremos el de ambos?—

—Creo que estará bien si lleva solo el tuyo, Kong. No es necesario que también lleve el mío.—

—Yue Suthiluck... suena bien. —reconoció Kongpob. —Ya quiero que nazca p' y tenerlo en mis brazos para mecerlo y darle el biberón... —expresó el menor con entusiasmo, abrazando fuerte a su novio.

—También yo, han sido un infierno estos meses. —respondió el mayor, apegándose un poco más a su pecho.

Luego ambos se quedaron en silencio, observando ya desinteresadamente el programa que transmitían en el TV, debatiendo entre besos y caricias, las guerras internas que ocurrían en sus mentes.

Arthit estaba aterrado aunque no se lo hubiera mencionado a su novio. Con cada día que pasaba se acercaba un poco más la fecha del nacimiento y el tema de la cesárea inevitable lo estresaba demasiado. Él sabía que era riesgoso, que todo se podía complicar en un segundo, pero no quería abordar el tema con Kongpob. Él ya tenía suficiente aguantando sus constantes antojos y su neurosis general como para preocuparlo con el nacimiento del bebé también. Pero, lo cierto era qué, aún cuando él decidirá callar, el tema lo tenía en tensión.

Kongpob, por su parte, procuró abrazarlo con fuerza. Estaba tan agradecido de que poco a poco las cosas regresaran a su sitio que hubiera, literalmente pagado por permanecer justo así, acurrucados en el sofá, imaginando el momento en el que el bebé descanse sobre sus brazos justo como su amado Arthit lo hacía en aquel momento.

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Arthit, sin notarlo, cayó dormido entre caricias y masajes completamente agotado. Kong, también dormitó por unos minutos, pero despertó al rato. No quería tener que dormir en el incómodo sofá que seguramente terminaría dándole dolores de espalda pero tampoco quiso interrumpir el sueño de su p' así que lo tomó en brazos y con un poco de esfuerzo lo llevó hasta la habitación y lo depositó en la cama para poder arroparlo y besar su frente como cada noche. Acercó sus labios y con un roce suave acarició su piel, para no perturbar su sueño. Arthit, a penas se removió cuando sintió el contacto en su frente y de inmediato volvió a dormirse decorando con una sonrisa sus labios.

«Estás a salvo p'. En mis brazos, siempre estarás a salvo», pensó el menor antes de caer dormido también, abrazando a Arthit muy fuerte, para que jamás volviera a alejarse de él.

*Yue: significa luna en chino.

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