2. BAJO MÁSCARAS

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LEYLA D'AMICO

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Las piernas de Leyla cederían de no ser por la adrenalina que permanece aún en su cuerpo.

Mira a Dan en busca de alguna respuesta, pero él está igual de atónito que ella. Así que pronto empezaron ambos a moverse hacia la puerta, atrayendo la atención del resto del grupo.

Leyla siente que algo malo pasará si no es que ya pasó, pero ese sentimiento, ese leve dolor que se instala en su pecho y tranca su garganta haciendo su voz más pequeña, incluso antes de emitir alguna palabra, no sabe si identificarlo como episodio o premonición. El sonido que emite la puerta hace un eco que antes no existía en esa sala, ese sonido nadie lo notaba, pero ahora era más que obvio para el tortuoso silencio que hay. Le sirve para alejar sus pensamientos, sólo un poco, pero le basta. Siente cómo Dan empieza a romperse a su lado incluso cuando no han entrado del todo. Se rompe en pequeñas piezas, pequeñas y afiladas piezas que lastimarían al que intentara armarlo de nuevo.

La pesada puerta para sus débiles cuerpos por fin cede y los deja pasar.

Hay un círculo -que parece improvisado- de personas, son muchas, más de las que Leyla recuerda haber visto juntas en el Santuario. No hay niños, sólo adultos que juntos, con asco, sorpresa y odio miran hacia el centro, donde hay dos que atraen -atraían- las miradas hasta que llegan ambos; uno de ellos es el líder, el tipo temible que balanceaba su intocable arma de un lado a otro, derramando gotas en el suelo gris de cemento.

-Llévenselo.

El otro no era nada más que la verdad en las palabras de Claude, ya que Calvin yace tirado boca abajo, cerca de rastros de sangre además del claro charco que se expandía con lentitud en donde ahora sólo quedan los restos de su cabeza se corrompe cuando Simon en compañía de otro hombre acatan la orden del líder y levantan el cadáver, dejando un par de líneas distorsionadas producto de las densas membranas colgantes.

Leyla nota que no lo llevan muy lejos y alcanza a visualizar lo que queda de él. Unos magullados y sucios brazos son los co-protagonistas de la mancha igual de roja que salía de la entrepierna de su pantalón, la estrella del número. Lo lanzan al horno encendido y observa cómo la carne y huesos se vuelven cenizas con un olor patético y pestilente que conducen dentro del conducto de ventilación.

No es la primera vez que presencia un acto grotesco, pero hacerlo le estruja el estómago como si de un trapo se tratase, así que Leyla tiene que apoyarse del barandal para no perder el equilibrio y hacerse una con los síntomas. Levanta la vista cuando las voces empiezan a hacerse notorias.

-¡Eres un malnacido, Negan! ¡Dijiste que no lo matarías, hijo de perra! ¡Él no hizo nada y tú te aprovechas...!

-¡Mierda, silencio, Daniel! -grita Negan, aferrándose al bate y moviendo su brazo hacia él recriminándolo.

Vuelve a lo mismo. El muchacho tirado, convulsiona levemente en su pecho sentimientos de los que intuye Leyla él mismo guardó en una caja bajo llave. El resto del grupo llega con Claude, más no dicen nada y se conforman con mirar la escena y analizar en silencio. Negan, estando aún notablemente enojado se abre camino hacia uno de los pasillos y lanza una seña a los recién llegados que, mirándose entre sí, acata únicamente Tobías, arrastrándola a ella y Claude consigo.

RELIQUIA: Silentium (hiatus) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora