Volaba sobre las nubes, un hábito que había tomado desde el día en que llegué a Lombar. Las nubes espesas podían ocultarme de los ojos de los pobladores. Había aprendido a camuflarme desde que tenía cinco años, así que, viajar entre estas espesas y esponjosas cumulaciones de aire y agua me era sencillo. Simplemente debía medir la fuerza del viento, ubicar las entradas de luz y dar la inclinación apropiada para adaptarme a la textura del cielo.
No me era complicado.
Para cuando toco tierra firme y me transformo en el hombre, tengo más energía que el caballo blanco de Elena cuando quiere salir corriendo como desquiciado.
Volar me permite salir de este cuerpo y ser yo mismo. Me permite sentir el fuego y convertirlo en energía que me ayudará a poder llevar las siguientes horas sin estar adormecido o sentirme cansado.
Pequeña desventaja de ser un humano casi todo el tiempo, usas todas tus reservas de energía hasta que vuelves a ser tú mismo y conviertes el cansancio en un brío vigorizante. Ser un humano es como intentar meter al dragón en un pequeño huevo. Si pasas más tiempo del necesario puedes sentirte estresado, asfixiado. Se necesita salir y obtener del vuelo un respiro, un pequeño descanso para prepararlo y volver a contenerlo.
Es así como lo veo.
Camino de vuelta a la villa. El tramo no me tomaría más de cuarenta minutos, por lo general, pero hoy quiero llegar lo más rápido que pueda.
Anoche nos llevamos un gran susto. Elena más que todos. Era difícil no poder abrazarla, no querer estar a su lado todo el tiempo para asegurarle que nada le pasaría mientras yo tuviera aquí.
Desde la noche en que probé esos labios rosados por primera vez, ya no pude pensar en otra cosa. Estaba concretado, ya no había vuelta de hoja. Tendría que vivir con ello de por vida, cargando con el precio de mis acciones, de mi deseo y de mis impulsos, mismos que me arrastraron a un vórtice de sensaciones que anhelaban su contacto.
El dragón estaba sometido a la voluntad de una humana. Estaba atado a mi pareja y yo... No tenía ni idea de lo que haría. Mi cuerpo me gritaba, me imploraba, permanecer a su lado y mi cabeza, que al principio buscaba la mejor ruta de escape posible, ahora me suplicaba no retroceder, caminar hacia delante sin ver a los costados, cual caballo. Mi razón había cedido a voluntad, ya no había vuelta atrás.
Ahora era un esclavo, preso por mis deseos, ahora y siempre le pertenecería a ella...
Camino por el sendero que me lleva a la villa lo más apresurado que puedo. No quería estar lejos de ella por mucho tiempo. Algo me decía que mi presencia era tan relajante para ella como la suya lo era para mí. Y con sólo ver su hermoso rostro consternado por la mañana, decidí que el vuelo del día sería el más corto. Debía tomarlo, eso era un hecho, llevaba dos días sin extender las alas y ya estaba bastante cansado. La idea de no estar con ella en este momento, en que sentía, me necesitaba mucho, me mataba de preocupación.
El desastre en su habitación, ese terremoto tan intenso, sus muñecas, cubiertas por ese oro —que estoy seguro se trata de oro del Esben que tiende a tener destellos verdes a la luz— todas y cada una de esas cosas eran un indició de lo que Elena era. No necesita decirme que es una bruja para que yo pueda oler la magia que corre por sus venas. No sé que tipo de magia posea, pero tengo claro que no quiere dejarla escapar. Supongo que por ello usa el oro del Esben.
No puedo preguntarle nada, ¿quién soy yo para tratar de hurgar en lo que no quiere revelarme? Después de todo yo tampoco había sido honesto con ella.
No sé si el temblor tenga algo que ver con Elena, pero lucía muy afectada. Lestat y Abel salieron temprano y en forma muy sospechosa. Elena y Axel no hablaban de lo que había pasado, nadie lo hacía. Era como si todos tratasen de ocultar algo ante los ojos desconocidos.
Me viene a la mente la estúpida ley de la que me habló Elena hace algún tiempo, ley que dicta debes ser marcado al ser un hechicero. En ese caso, supongo que a mí me pondrían un marca similar, después de todo, soy un «ser mágico». Creo que los Lombarenses en realidad quieren una excusa para seguir torturando a los caleses llegados a sus tierras. Esta es una manera de hacerles entender que su raza no es bienvenida. Esa es la única explicación que puedo encontrar a tal aberración.
Me entristece saber que todavía hay gente intolerante en el mundo y que no pueden ver más allá de lo que los libros de historia han pautado. Es demasiado triste saber que mi gente pertenece a ese rango y que no pueden comprender que hay más detrás de esos ojos verdes. Que son personas que al igual que todos, fueron afectadas por la guerra. Nosotros ni siquiera la vivimos. La familia Valeska la había visto de cerca, tuvieron que dejar todo en un acto de salvación, para permanecer juntos.
Siempre lo he visto de esa manera, desde el momento en que Axel me había sacado de esa taberna de mala muerte hace casi tres años. Desde el mismo momento en que hablé con él me di cuenta del increíble ser humano que era. Su familia es fantástica, sus costumbres son fascinantes y me han hecho sentir como en casa desde que puse un pie en su hogar.
Elena... ella había entrado en mi vida como un huracán, dispuesto a arrastrar todo —de remover y dejarme vacío para así, colmarme de nuevo— hacer de mí un ser diferente, lleno de anhelo, de plenitud y de ganas de vivir.
Ella es mi paz, mi mejor amiga y la mujer que me ha hecho descubrir que mi corazón sí puede sentir.
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DRÁGONO. El sueño del dragón © ¡YA A LA VENTA!
RomanceUn príncipe renegado. Una chica con alma de guerrera. Dos almas destinadas a estar juntas.