CAPITULO 40 Draco

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«¿Ella me quiere? Joder. ¡Ella me quiere!» Estoy tan feliz que siento deseos de levantarla en mis brazos y besarla por lo que me parece la eternidad.

Podía percibir que ella se sentía muy atraída por mí, podía sentir incluso esa seguridad que le doy al estar cerca y la conexión que tenemos cuando estamos juntos, como sí nos conociéramos de toda la vida. Pero el que me quiera es algo que va más allá de todo eso. Tal vez no es amor, pero por algo se empieza, ¿no? Me da un consuelo inmenso saber que por lo menos esa desazón de creer que no quería involucrar sentimientos ni decirle a nadie de nosotros puede cambiar más adelante.

Yo la haré cambiar de opinión.

Le había dicho a su ex novio que estaba con alguien más y que me quería. ¡Joder, estoy tan feliz que quiero brincar sobre la cama como un niño pequeño! Las cosas no serán fáciles, eso era claro, pero estábamos por el mejor camino, uno en donde había una luz al final del túnel, misma luz que me da la esperanza que no tenía hasta hace unos minutos.

Hay posibilidades para nosotros, puede haber un nosotros...

Sé que esto no significa que le dirá a su familia de lo nuestro, pero al menos me da una vivida idea de que esas circunstancias pueden cambiar. Sólo debo mantenerme por la misma línea, darle su espacio y brindarle todo mi apoyo. Seguir demostrando que valgo la pena, que puede luchar por mí porque yo lo haré por ella, que no voy a defraudarla como lo han hecho otras personas.

Rodeo su cintura con mis brazos y nos hago girar hasta tenerla debajo de mí. Su cuerpo es delgado y es mucho más pequeña que yo, por ello debo mantenerme con los codos sobre el colchón y así no aplastarla. Su cabello rojo se desparrama sobre la cama, esparciendo su delicioso aroma por todas partes. El mejor olor del mundo.

Acomodo mi cadera entre sus piernas y no me limito, ni pienso, sólo siento, sólo la beso sin contenerme, como siempre me gusta hacer cuando estamos a solas.

Elena me mira intensamente sin apartar sus labios de los míos. Se le escapa una risilla adorable y caigo en la cuenta de que es muy probable que Axel y Amber estén afuera esperando.

Su boca baja por mi barbilla hasta llegar a mi cuello y se detiene ahí para darme los besos más apasionados que se ha atrevido a regalarme. Besa, lame, succiona, dejándome totalmente abatido. En segundos estoy fuera de combate, a sus pies.

Involuntariamente bajo la cadera para sentir su cuerpo y ella eleva la suya en mi encuentro. La sensación colma mi mente de imágenes de ella sobre mí, debajo de mí, por todas partes, uniendo nuestros cuerpos hasta hacerlo uno solo, una y otra vez.

Me encuentro en un estado de locura que ya no voy a ser capaz de controlar.

La necesito. Quiero estar dentro de ella, hacerla mía hasta que no podamos más, para luego compartir nuestra cama en silencio.

«¿Nuestra cama?»

Esa cama lombarense se había convertido en nuestro lugar, en nuestro secreto. Noche tras noche compartida en el interior de esas cuatro paredes, habían dejado su huella por todas partes. Tantos momentos y tantas memorias almacenadas en un solo sitio, que inevitablemente se sellaban a fuego en mi memoria.

Ese era nuestro lugar.

En ese mismo instante Axel se asoma por la puerta sin previo aviso y el instinto me obliga a dar un salto hacia atrás.

Axel cierra los ojos y pide disculpas por la intromisión, pero aun así entra apresuradamente, objetando que su padre estaba subiendo las escaleras. Amber entra detrás de él y esto se convierte en una escena de lo más cómica, al menos para mí porque nuestra linda amiga dirige la mirada a mi desalineada ropa y de inmediato ata cabos, lo que la hace sonrojarse para darnos la espalda.

DRÁGONO. El sueño del dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora