CAPITULO 59 Draco

278 60 6
                                    


A la mañana siguiente, con un poco de jaqueca, me incorporo para poder permanecer sentado a la orilla de la cama. La cabeza me duele un poco, la noche anterior bebimos mucho, siendo nuestra primera salida desde el día de nuestra boda y además acompañados por nuestros amigos, era imposible resistirse a ello. Por lo que decidir disfrutar y divertirnos fue una opción bastante tentadora. Habíamos bailado, reído, convivido y disfrutado cada momento de la noche.

Volvimos al salir el sol, con nuestros sentidos perdidos en el alcohol y con el alba asomándose por el horizonte.

Al levantarme busco a Elena en la cama. Tiene el pecho contra el colchón y el rostro virado en mi dirección, el cabello suelto y esparcido por toda la almohada. Su cuerpo desnudo está cubierto por el cobertor, pero una pierna bien torneada se asoma por fuera ligeramente. Elena es una musa, mi diosa, mi mujer. Tan bella por fuera como lo es por dentro.

Rozo un poco su delicada piel blanca y admiro como el contorno de su pierna va directo a su espalda baja, misma en donde puedo notar un par de hoyuelos bien marcados que me hacen suspirar.

Elena tiene un cuerpo de muerte.

Beso su sien, la que tiene expuesta, con el cuidado debido para que no despierte. Desearía poder quedarme más tiempo y disfrutar de poder despertar a su lado, pero no he volado en dos días y las consecuencias, el cansancio y la osadía de la noche anterior me habían dejado agotado. Si no salía y volaba unas cuantas horas no podría estabilizarme en todo el día.

Vuelo al horizonte, mis fauces al aire y mis sentidos agudos en su esplendor, disfrutando de la maravillosa sensación que es el vuelo. Subir, bajar e ir a toda velocidad, sentir el fuego correr por mis venas como si yo mismo fuese una llama ardiente que va y viene, que incrementa y que vuelve a ceder ante el viento.

Planeo por las nubes sintiendo el frío, explorando los rincones, viendo a los aldeanos ir y venir sin ser participes de mi presencia. Como una sombra oscura los patrullo cual vigilante. Me gusta ver la interacción de las personas a las alturas, sólo de esta manera es que aprecio cómo es que en realidad son, cómo es que se desenvuelven en sus entornos cotidianos, cómo es ser un humano común y corriente. Y aunque he logrado vivir mi vida los últimos dos años de una forma mucho más abierta, sé que mi regreso a Goll será inminente, volveré a mi rutina. En tan sólo un mes estaría de vuelta en casa, viendo las mismas cosas rodearme, vicisitudes que me hicieron querer huir en primer lugar, pero que debía soportar por el bien de todos. Ese era mi verdadero trabajo. Y es que no quería dejar nada, la seguridad de las personas y la toma de decisiones eran lo mío, pero el hecho de verme obligado a escuchar a personajes que consideraba no tenían la menor idea de lo que era ser un individuo del pueblo y representar los intereses de los más necesitados, viendo siempre por los beneficios propios y por su imagen era angustioso. Eran los mismos hombres que gustaban de imponerme reglas que divisaban mi vida, como el elegir una esposa para mí.

Ahora tendría que enfrentarlos, me hacía sentir gustoso pensar en ello. Más que irritar a mi padre, el rey, siempre busqué provocar a esos seis enaltecidos que trataban de decirme cómo debía comportarme, cómo debía actuar y qué debía hacer cuando ellos mismos no cumplían con sus normas —eran cínicos y propasaban en proporciones inmensas cada estándar impuesto.

El consejo en definitiva era una escoria para Goll. Hombres que no habían sido elegidos por los gollenses, sino que habían heredado su puesto a los suyos, generación tras generación.

Como rey, sentía que mi obligación era abolir a esos zánganos, darle el poder al pueblo para elegir a sus cabezas de consejo, para así poder tener contacto directo conmigo. Eso era lo correcto, siempre lo creí. Recuerdo que cuando se lo sugerí a mi padre, este me observó como si fuese la escoria de Goll, como si quisiera acabar con las tradiciones y todo cuanto ha forjado a nuestra nación. Después de ello nunca volví a entrometerme en sus asuntos, después de todo él era el rey.

DRÁGONO. El sueño del dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora