CAPITULO 57 Elena

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Pasamos nuestra luna de miel en la cabaña de mamá, no existía mejor lugar para tener privacidad como ese hermoso lugar, que con tanto amor y esmero mamá logró levantar para darnos días de descanso lejos del mundo.

Pasamos tres semanas en ella, disfrutando por primera vez de estar completamente solos. Sin ser prohibido, sin ser algo secreto. Amándonos, conociéndonos más, disfrutando de una compañía mutua y explorando lo que jamás pudimos tener antes. Tiempo.

¡Estábamos casados!

El clima no nos ayudaba mucho, el frío en el bosque era muy distinto a los aires que recorrían las tierras de Lombar, eran mucho más gélidas pero no alcanzaban a ser lo suficientemente fuertes como para llegar a nevar.

Cuando decidimos darnos un baño en el lago, de inmediato me arrepentí. En cuanto me sumergí en el agua mi cuerpo se estremeció, a pesar de la cercanía de Draco —quien no parecía afectado por el clima, es un dragón después de todo y el entorno no afecta su temperatura.

— En Goll llueve prácticamente todo el año, ahora mismo la ciudad debe estar cubierta de nieve, y las montañas deben ser una esplendorosa imagen para los mejores artistas. Nevadas entre colores blancos y negros. Será mejor que te acostumbres, preciosa, aunque... siempre puedo abrazarte y darte calor —hace el comentario con esa voz seductora que me pone la piel de gallina, sus cejas se alzan y sé que su comentario ha sido en doble sentido.

Decido no pasarlo por alto.

— Llevaré abrigo todo el tiempo... además no olvides que siempre he vivido en climas cálidos.

Draco se acerca y me hace rodear las piernas en su cadera. Al tenerlo tan cerca dejo de sentir ese frío que hacía titiritar mis dientes. Como si él pudiese controlar la temperatura corporal que puede irradiar, ahora el agua desprendía vapor a su alrededor y me hacía sentir en un baño de tina calientito.

—¿Cómo hiciste eso? —Draco se encoge de hombros y me besa.

El vapor nos rodea, el ambiente es frío pero estar de esa manera con él me hace sentir reconfortada, segura y protegida.

—¿Recuerdas que puedo controlar el fuego? Pues eso hago, sólo no lo dejo salir de mi cuerpo —contesta como si fuese algo insignificante.

Me pego más a su cuerpo y disfruto de la sensación, del calor y de lo relajante que es estar con él, de lo fácil que se nos da pasar el tiempo juntos y de lo mucho que disfruto de su presencia. Me gustaría que fuese inagotable, aunque tengo claro que en algún momento esto tiene que acabar, es nuestra luna de miel y aunque me gustaría permanecer así todo el tiempo, ambos tenemos obligaciones.

Draco echa la cabeza para atrás y disfruta del contacto que tenemos ahora. Comienza a nadar dando vueltas y yo relajo mis brazos a los lados, de esa manera puedo sentir la pequeña oleada de agua sobre ellos.

Habíamos pasado las últimas semanas así, simplemente gozábamos de la presencia del otro, relajándonos, en paz y en total libertad de estar juntos.

— ¿Amor? —lo llamo, incorporándome para poder verlo. Sigue con la cabeza hacia atrás, cuando se levanta su cabello cobrizo se ha vuelto oscuro al estar completamente mojado. Hace un gesto curioso con la cejas para que le pregunte lo que deseo—. ¿Qué pasará cuando tu padre se entere de la boda? —Draco sonríe amargamente y acaricia mi mejilla con su mano.

— No debemos preocuparnos por eso ahora, preciosa. En este momento sólo somos tú y yo.

— Va ha ser un shock para ellos el que vuelvas con una esposa que no te fue asignada, además de volver con un hijo, ¿no crees que deberíamos decírselo?

DRÁGONO. El sueño del dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora