Prólogo

4.2K 238 12
                                    

23 de junio. Nueva Orleans.

Una nueva mañana se asoma en Nueva Orleans y la mayoría de sus habitantes comienzan con sus rutinas, yo incluida. Luego de beber mi taza de café matutina, comienzo con los preparativos para empezar el día lo mejor posible.

Me visto con una blusa de tirantes amarilla y un jean claro, nada ostentoso, pero que cumple con la regla principal de ser una camarera del bar Dixon: no vestir nada demasiado provocativo para el cliente. Y, por motivo del calor, ato mi cabello en una coleta. Guardo mi delantal en la mochila y doy una vuelta por la cocina para ver si todo está orden, como es así, me dispongo a salir del departamento. 



El tráfico no está nada mal o tal vez es porque es demasiado temprano. Algunos automóviles se deslizan por las calles con una velocidad moderada, de todas maneas no hay embotellamientos en las avenidas. Saludo con un movimiento de cabeza al repartidor de periódicos que comienza su ronda, lo cual quiere indicar que probablemente el periódico llegó al bar antes de que yo lo haga.

Me muevo por las calles acelerando el paso, faltan algunos minutos para que comience mi turno y, si no me apresuro, estoy segura que voy a recibir algún regaño, ha sido una semana difícil. Y no estoy dispuesta a tentar al destino, sobretodo conociendo como puede llegar a ponerse a Chad, últimamente es un buen jefe, sin embargo, lo conozco lo suficiente para decir que está en sus buenos días. 

Me adentro en el bar dejando que las campanas suenen con el movimiento de la puerta. Saludo a los clientes habituales, quienes rutinariamente vienen en el mismo horario, todos los días. Veo a Gilda negar con la cabeza y sonreír, siempre se ha burlado de mi extraña manera de saludar, la cual no tiene nada de malo, sólo elevo mi mano y muevo ligeramente los dedos, ¿qué tiene eso de raro?  

—¡Hasta que llegas, niña! —se queja la cocinera, como todas las mañanas.

Algo de razón tiene, por lo general, llego unos minutos retrasada a mi turno, pero sólo porque prefiero caminar esas seis o siete calles.

—Como siempre eres el sol que ilumina mis mañanas.

Suelta una carcajada y se adentra en la cocina a seguir con los desayunos que tengo que servir. Dejo mi mochila en el casillero destinado a las meseras, no sin antes tomar mi delantal, el cual ato con habilidad a mi cuello y cintura.

—Por cierto, Chad te estaba buscando. —La escucho decir entre la música proveniente de la radio.

No respondo. Eso no suena a buenas noticias. Me quedo ahí unos segundos, tomando el valor de enfrentarlo sin dejar que arruine mi mañana. Finalmente, suspiro y me encamino al segundo piso, donde se encuentra la oficina de mi jefe y su "departamento". Golpeo la puerta de madera y aguardo por alguna respuesta, no me sorprende estar deseando que se le haya olvidado.

—¡Adelante!

Antes de maldecir, decido que lo más sensato es abrir la puerta, así que eso hago. Mientras más rápido entre, más rápido podré desocuparme. Parece sorprendido de verme traspasar el umbral o, por lo menos, eso es lo que aparenta luego de haber susurrado mi nombre extasiado por mi presencia.

—Gilda mencionó que me estabas buscando —digo sin rodeos.

El moreno asiente y se acomoda en su enorme sillón detrás del escritorio.

—Hoy vendrá alguien a traerme un paquete y espero que seas tan eficiente de traerlo sin fisgonear el contenido. —Una ridícula sonrisa se cuela en su rostro, sólo para empeorar lo que acaba de decir.

—Claro.

Sin mediar más palabras, salgo de su oficina cerrando la puerta detrás de mí. No sé porqué sigo trabajando aquí. Está claro que nuestra relación no va a estar nunca más en buenos términos, no después de nuestro pasado y sobretodo no después de que volví a rechazarlo el mes pasado, sin embargo, estas últimas semanas, se la pasó tratándome como la mierda. Es detestable cuando lo quiere.

A los pies del boxeador [Versión 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora