Capítulo 13.

1.8K 128 16
                                    

Domingo, 5 de Julio.

No comprendo nada.

Un fuerte dolor de cabeza me ataca sin piedad y sumando el mareo, no es una buena combinación. Además, como si fuera poco, no volveré a intentar abrir los ojos, ya que la habitación está completamente iluminada. No me encuentro en mi departamento, dado que se prendió fuego; ni estoy en el departamento de James, considerando que nunca —en mi sano juicio— dormiría dejando entrar tanta luz; en otras palabras, detesto que mi habitación no esté a oscuras. 

Refriego mis ojos con fuerza y me vuelvo a recostar. 

—No se preocupe, joven —dice la voz gruesa de un hombre mayor—. Ella despertará en cualquier momento. 

—¡Agh! —me quejo. El hombre no está hablando demasiado fuerte, sin embargo, su voz retumba en mi cavidad craneal, volviendo el dolor aún más insoportable—. Silencio, por favor...      

—¿Ves, hijo? No tienes de qué preocuparte. —Se dirige hacia alguna persona fuera de la habitación—. Voy a revisarla y luego, si se encuentra en condiciones, te dejaré verla. Enfermera, apague la luz. 

¿Cómo es que terminé en un hospital? 

Mi cabeza siente un gran alivio, cuando todo se sumerge en una agradable y cómoda oscuridad, suspiro con sosiego y comienzo a abrir los ojos de a poco. La habitación se sumerge en la penumbra, como es de esperarse y estoy segura de que las dos personas todavía me hacen compañía. 

—¿Hola? —susurro, mi voz sale ronca por tener la garganta seca, necesito agua. 

—Hola, Thabanna. Soy el doctor Cooper, me estoy encargando de ti —explica en un susurro—. Ahora, encenderé una linterna, para así poder examinarte. —Como dijo que pasaría, una luz ilumina un pequeño sector de la habitación, precisamente una bandeja y agradezco que no me haya alumbrado directamente, de lo contrario, estaría encandilada. La linterna se mueve, permitiéndome ver un pedazo de bata blanca y un uniforme rosado, a quien le atribuyo que es la enfermera antes mencionada por el médico.

—Me duele la cabeza —murmuro, mientras me llevo la mano la mano a mi frente, como si así pudiera frenar la marea de dolor. 

—¿Recuerdas lo sucedido? —pregunta. Lo observo avanzar hasta posicionarse al lado de la cama. 

—Vagamente —confieso, aunque me parece poca información, por lo que creo que debo proseguir—. Recuerdo un perro, calor y fuego, mucho fuego.

—Sigue la luz con tus ojos —pide. Acto seguido, se inclina sobre la camilla y apunta la linterna directamente hacia mis ojos. Me concentro en seguir con la mirada la luz, la cual se mueve de derecha a izquierda y viceversa. Finalmente, el médico se endereza y le pide a la enfermera que encienda la luz—. Has estado, en lo que nosotros le llamamos, un coma farmacológico o inducido por dos días —explica—. Tienes quemaduras de primer grado en tus piernas, lo cual sólo afecto la capa externa de tu epidermis. Además de que encontramos algunos cortes en diversas partes de tu cuerpo pero, más allá de eso, no hemos podido evidenciar ninguna contusión o fractura. Estarás bien en dos o tres semanas, si sigues los cuidados requeridos.

—Su hermano está afuera junto con su novio —agrega la enfermera con una sonrisa cómplice, como si aquello fuera a atenuar la situación. ¿Novio? ¿Desde cuándo yo tengo uno? Frunzo el ceño, sin embargo, no me dan tiempo de negar dicha pareja, ya que ambos salen de la habitación. 

La puerta vuelve a abrirse con cuidado, dejando a la vista una cabeza de cabello oscuro que se asoma por el poco espacio. James sonríe un suavemente, noto en su mirada cuán feliz está de verme, pero no lo demuestra para no alterarme. 

A los pies del boxeador [Versión 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora