Capítulo 5.

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Me observa atento, para ver si continuo con lo que dije, pero eso no va a pasar y él parece comprender con rapidez. Hay cosas que no pueden ser dichas en voz altas, mucho menos recuerdos como los míos.

—¿Estás bien? Estás algo pálida.

Asiento, aunque no es cierto, no estoy bien, no se siente bien hablar sobre ese tema. No puedo hablar acerca de eso con mi propio hermano, mucho menos lo hablaría con un desconocido.

Nunca me alegré tanto por la presencia de mi jefe. Chad avanza a paso rápido entre las mesas, luce desaliñado, con la camisa arrugada y su cabello despeinado. La teoría que le dije a Dustin cobra sentido con cada paso que da, de seguro pasó la noche fuera y tomó bastante.

—¿Algo que deba saber, Thabanna? —pregunta rápido, ignorando mi compañía—. ¡Responde! — Se desespera, cuando los segundos siguieron corriendo, y yo no respondía.

—No me hables así —le digo por lo bajo y en tono duro, sin embargo, no pierdo mi postura pacífica en toda la situación. Eso parece desesperarlo, aún más, aunque es a mí a quien avergüenza.

—Te trataré como se me dé la gana. —Sonríe de costado.

¿Qué diablos le sucede? Quizás todavía esté borracho.

—No, no lo harás. —Captamos la atención de algunos clientes y eso me preocupa, no quiero que piense cualquier cosa de mí, sobretodo porque esta no es la primera vez que pasa esto. Dustin nos observa en silencio, con su mandíbula apretada y un claro disgusto palpable en su expresión—. No sé qué te sucede hoy, Chad, pero no puedes venir y tratarme cómo quieras. No te lo permitiré. Me conoces demasiado bien y sabes que si dejo que lo hagas sería una completa idiota. 

—¿Y qué si quiero tratarte cómo quiera? —Arquea su ceja y en su rostro se dibuja una sonrisa arrogante.

No puedo creer que esté a punto de decir esto—: Renunciaré. 

Me encojo de hombros y le sonrío como una niña pequeña. Iba a renunciar, sí, pero nunca pensé que fuera tan pronto.

—Ahí tienes la puerta, cielito —dice, haciendo uso de uno de los tantos apodos con los que me llama cuando está enojado, ahora y antes.

Señala la puerta del bar con superioridad. Quizás se olvida que yo sé más de la cuenta con respecto a él, si bien no sé todo, lamentablemente si sé demasiadas mierdas con respecto a su pasado, al mío y al nuestro.

—Bien. —Sonrío y me quito el delantal. Se siente tan bien. Camino la poca distancia hasta los casilleros y tomo todas mis cosas con una paciencia que abruma—. Volveré en la tarde para resolver el papeleo. —Le guiño el ojo descaradamente, para luego estampar el delantal en su pecho dejándolo estupefacto.

—Thabanna... Y-yo...

—Por cierto, se me olvida algo. —Vuelvo sobre mis pasos y le di lo que con tantas ganas me aguanté. Abre su boca sorprendido y se lleva la mano hacia su mejilla. Auch. Le pegué una buena cachetada, fue tan buena que hasta a mí me duele la mano—. Para que aprendas que no me tratarás como se te dé la gana.

Y así con todo el bar en silencio me encamino hacia la salida, con la cabeza en alto y el coraje a flor de piel. ¡Diablos! ¡Sí dolía dejar este lugar! Y haber usado esa estúpida escusa para renunciar, en cierto punto, me hace sentir patética. 

Quiero gritarle, gritarle por coraje, pero cómo diablos dejaría pasar eso, lo único que quise fue dejarlo en ridículo y lo logré con éxito. Todo por su estúpido pasado, había aguantado tanto y por tantos años que vi en esta situación mi salida de él, vi mi punto final y no dudé en escribirlo.

A los pies del boxeador [Versión 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora