Capítulo 6.

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—No lo sé —dice al fin—. Creí que te hacía falta compañía. 

Lo miro asombrada, ¿acaso escuché bien? Su mirada se encuentra fija en su postre, el cual come sin demostrar emoción alguna. Dustin, en las pocas veces que lo he visto, tiene una personalidad ambigua; algunas veces actúa de forma serena —incluso hasta un poco tierna—, pero, otras veces, tiene actitudes completamente frías y distantes —como ahora—. 

—Quizás, en cierto punto, tienes razón —le digo y me encojo de hombros. 

No responde, sin embargo, me dirige una rápida mirada como si estuviera asombrado de que haya dicho eso —o de que haya coincidido en algo con él—. 

Me gusta ser —en la mayoría de los casos— como soy: un tanto impulsiva y, por lo general, diciendo todo lo que opino y escuchando otras opiniones, siempre intentando no herir a las personas con mis palabras. Sin embargo, con Dustin parece que a mi boca le escasea el filtro de palabras. 

Veo que mi acompañante sonríe, aunque lo oculta rápidamente, dándole una lamida a su helado. Mantengo mi mirada en él, guardo silencio, me parece una persona con una larga historia y me gusta, me gusta que no intente ocultarlo. 

—¿Qué miras tanto? —Y ahí está de nuevo su tono duro, aunque distingo un pizca de debilidad en su voz. 

—Haces caras raras cuando comes —le respondo y no es del todo mentira, cuando come tiene una forma de mover su nariz para no ensuciarse y que su boca pueda comer tranquila. 

—No hago caras raras —dice. Se acomoda en el asiento, mientras que sus ojos buscan los míos. 

—Te equivocas —aseguro. 

—Mientes. —Su tono es tranquilo. Las comisuras de su boca se elevan dándome una sonrisa relajada. 

No lo niego ni lo acepto, simplemente, le doy una última lamida a mi helado, acabando con él. Una acción que hace que Dustin trague saliva, aunque —claro— intenta que el gesto no se note. Junto mis manos sobre la mesa y me aclaro la garganta. 

—¿Por qué estás tan nervioso? 

Gruñe al ver que sí noté su gesto. Me siento una perra, sin embargo, se siente bien, presionar a Dustin es un poco divertido. 

—No lo estoy —responde, aunque un brillo en sus ojos pone en duda sus palabras—. Pero... Para cualquier hombre es peligroso lo que acabas de hacer —bromea.   

Me dedica una sonrisa junto con un guiño para aliviar el ambiente. Quiero soltar una carcajada, sin embargo, no me animo a tanto. Le escucho decir que es hora de irnos, por lo que me coloco de pie y, después de arrojar los residuos en el cesto, comienzo a caminar a su lado. Puedo ver que está tenso e incluso parece molesto, se nota en su forma de apretar la mandíbula y en los músculos apretados de su espalda. 

—¿Estás molesto? —me animo a preguntar en voz firme, aunque suena más a una afirmación. Realmente, no me molesta que esté molesto, es su problema, no el mío. Pero, mi parte humana—y razonable— hace que le pregunte.

Suelta un pequeño gruñido y me da una mirada dura.

—No. 

—Entonces, creo que falta avisarle a tu rostro, porque no parece enterado. —Sonrío con inocencia—. Quisiera saber porqué estás enfadado, todo parecía bien y, si mal no recuerdo, creo no haber hecho nada para molestarte. Por lo tanto, mi conclusión es que sientes que Bruce arruinó tu momento. 

No sé de dónde vino eso, sin embargo, avivó el fuego. Nunca me había pasado de dejar a una persona sin palabras o, como dicen, "con la garganta seca" hasta ahora. Dustin está realmente sorprendido, incluso deja de caminar por un segundo y procesa lo dicho. 

A los pies del boxeador [Versión 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora