De regreso al departamento, me cruzo con Shaina, quien me mira molesta y recibo un hola seco, antes de que siga su camino. Seguramente está enojada porque su turno comienza antes por mi culpa —aunque, van a pagarle por las horas extras—.
Los automóviles comienzan a intensificarse a medida que pasan los minutos, ya que la hora del almuerzo se acerca y la mayoría se marchan a sus respectivos hogares para disfrutar de un apetitoso almuerzo en familia.
Incluso antes de llegar a la puerta del edificio, lo veo. Está sentado en el borde de la acera, trae un jean y una camiseta simple, se lo ve bastante bien. Me sorprende verlo aquí, no viene muy a menudo, pero, cuando lo hace, me avisa.
James Yagoub —mi hermano mayor—, se coloca de pie apenas se percata de mi presencia y sonríe tranquilo.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto, luego de darle un largo abrazo.
—¿No puede venir un hermano a visitar a su hermana menor?
La sonrisa burlona se intensifica en su rostro.
Está claro que ese no es el motivo de su visita, por lo que enarco una ceja y lo miro cómplice.
—Si no vas a decirme, creo que no podré ayudarte —le incito.
Parece reconsiderarlo, aunque ambos sabemos que tarde o temprano tendrá que decirme, por eso ha venido.
—Dentro de cinco días tengo una pelea importante —comienza—. Necesito de tu ayuda.
Me siento tonta por no haberlo notado antes.
Asiento, aunque esa no era mi respuesta oficial. Ayudar a mi hermano en su pelea requiere un esfuerzo mío y de mi tiempo. Sin embargo, ¿a quién engaño? Haría cualquier cosa por James.
Con el pasar de los segundos, mi hermano comienza a desesperarse y, a mi parecer, eso es innecesario. Él sabe bien que no lo dejaré solo.
—Bien, lo haré. —Me encojo de hombros—. ¿Quieres pasar?
—Sólo si me cocinas algo —dice.
Le sonrió con cariño. Por más que me lleve unos cuantos años, él nunca dejará de ser un tanto inmaduro —en algunas maneras—. Lo tomo del brazo y lo arrastro dentro del edificio.
Me alejo un poco y dejo que se entretenga con la televisión, mientras emprendo mi camino hacia la cocina. Planeo hacer un almuerzo rápido para los dos, un poco de carne y ensalada, el plato perfecto para un día tan caluroso.
Comienzo a cocinar con las carcajadas de James de fondo, hace tanto tiempo que no comparto un almuerzo con mi hermano que no puedo decir que no estoy emocionada, debo apreciar estos pequeños momentos. James se fue de casa hace siete años, con apenas veinte años, siempre lo consideré valiente por eso. Además de que, en esos siete años, él se las arregló para tener tiempo de verme, mantener una relación sólida conmigo y estar presente en la mayoría de los momentos importantes de mi adolescencia. Ahora con veinte años e independizada de mis padres, los momentos con mi hermano mayor se han reducido por causa de nuestros trabajos o actividades.
A los quince años, dos después de que James se marchó, encontré en el boxeo una manera de desquitar algunos dramas de la vida adolescente. Lo cual se complicó con el paso de los años, ya que, sin saberlo, me adentré en el mismo camino que mi hermano había tomado. James se involucró en el deporte año y medio después de que yo lo hiciera, pero de una manera profesional y sin la adicción que a mí me generaba.
Aún recuerdo aquella discusión como si quemara, mis padres gritándonos a ambos, sobre todo a mí por practicar ese deporte sin su consentimiento y, por supuesto, a James por ser un mal ejemplo y volcarme ideas tontas en la cabeza —aunque, ellos no sabían de que fui yo la que le metió esas ideas a él—. Mis padres ni siquiera sabían que yo había arrancado el deporte antes que mi hermano. Ahora, casi cinco años después, llevo tiempo sirviendo mesas y sólo eso, mientras que James, continúa pasando ligas y solicitando un entrenamiento personal antes de cualquier evento importante.
—¡Prepara la mesa!
Minutos después, me encuentro ya sentada frente a James, quién comienza a comer sin apuro.
Me detengo un segundo a observarlo. No somos muy parecidos, él se parece a mamá y yo a papá. Con su cabello negro azabache, contrastando con el mío castaño claro, aunque compartimos los ojos azules de mamá.
—¿Qué tanto me miras? —pregunta con una sonrisa arrogante—. Ya sé que soy un dios griego, pero disimula, que soy tu hermano.
Me guiña el ojo y aguarda una respuesta.
—Te observo, no porque no seas sexy, sino por lo viejo que te estás poniendo —digo y muevo la mano restándole importancia.
Se lleva la mano al corazón y finge que lo lastimé, es un pésimo actor.
—Eres malvada— lloriquea—, sólo tengo veintisiete no es para tanto...
—Veintisiete, soltero y sin hacerme tía —me quejo.
Suelo molestarlo con ello, no porque realmente quiera ser tía, sino porque me resulta gracioso ver la expresión de su rostro cada vez que lo menciono. Aunque, por supuesto, las insinuaciones de mi madre van bastante en serio, al contrario de las mías.
—¡La belleza se marchita! Mejor que la aproveches ahora que puedes, porque si no ya no seré tía nunca más.
—¿Quieres que embarace a una chica al azar? No, por favor. —Sonríe—. Para eso, prefiero no dejar descendencia. Ya me conoces estoy esperando a mi alma gemela, mientras disfruto con algunas mellizas.
—Eso dices ahora, quiero ver cómo te va en cuarenta años, cuando no tengas a nadie que te cuide. —Le guiño el ojo divertida.
—¿Y tú? Mucho dices, pero ¿cuándo será el día que me presentes a alguien? —Me reta con la mirada—. Sé que tuviste uno, o unos cuantos, y que no buscaste mi aprobación, eso es muy malo de tu parte, Thabanna... Si yo no lo apruebo, no puedes tenerlo, así de simple —sentencia.
Me río de su mal chiste y, luego, aguardo a que comience de nuevo con sus amenazas amorosas, las cuales no se hacen presentes. Parece concentrado en algo más interesante.
—Esta noche, nueve en punto en tu gimnasio. No faltes o no te ayudaré.
Cambio mi expresión a una completamente seria, para darle importancia al asunto. A veces, James se olvida de que es algo muy difícil para mí.
—Como siempre.
Asiente.
—Voy a necesitar: botellas de agua, un par de guantes para mí, una soga y una pizza con extra queso. —Repaso una vez más que podría faltar, pero nada se me viene a la mente—. Procura que esta vez te presten el establecimiento, no quiero problemas de nuevo.
—Sólo fue un paseo por la estación de policía, no fue tanto drama. —Se encoge de hombros probablemente recordando la situación—. Por cierto, pasaré a buscarte, no me agrada que andes sola por la calle.
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¡Hola!
¿Qué les pareció? (Pensamientos sobre James)
Para los que ya es 2019, espero que tengan un buen año, y para los que todavía están en 2018 (como yo) espero que tengan una agradable noche.
Con cariño, Ari
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A los pies del boxeador [Versión 2019]
ActionÉl no es como los otros hombres que frecuentan aquel viejo bar en las afueras de la ciudad. Primero, porque usa un refinado traje que -seguramente- está hecho a medida. Además de que algo no combina con esas costosas prendas de empresario, quizás e...