Observo el sobre que se encuentra sobre la mesada, tuve que atender algunas mesas más y de cierta manera sigo un poco abrumada por la situación del falso ladrón, a quien tuve que atender hace algunos minutos. Tomo el sobre para luego asomarme por la puerta de la cocina. Gilda está sentada en un taburete y lee el periódico, mientras que espera que lo que está cocinando se haga, aunque —por desinterés de la cocinera— se nota que falta demasiado tiempo para eso. Quita la vista del papel un momento para prestarme atención, pero algo en su mirada me dice que debo apurarme.
—Iré a darle algo a Chad, cuida el bar por unos minutos —le pido, ocultando el sobre detrás de mi cuerpo.
La mujer mayor se coloca de pie con un resoplido y sale por la puerta mientras me da una mirada picara. No hace falta que diga lo que está pensando, pero —al parecer—lo va a decir de todas maneras.
—Trata de no darle esa follada que tanto necesita... —se burla.
Hago una mueca de desagrado al imaginarme la situación. Le doy una rápida mirada de reproche, a lo que ella se encoje de hombros. Gilda lleva demasiado tiempo insinuando que entre nosotros pasa algo más que la relación "jefe-empleada", además de decir constantemente que Chad necesita follar con urgencia, porque se está volviendo insoportable. La mujer estuvo al tanto de cómo era nuestra relación antes, pero no parece comprender que ya nada volverá a pasar entre nosotros.
Vuelvo a subir las escaleras con paso cansino, quiero alargar la distancia entre esa oficina y yo. Finalmente, no me queda otra que tocar la puerta de madera y aguardar por una respuesta.
—Si eres Thabanna puedes pasar, si eres tu Gilda vete. —Le escucho decir, ¿cómo es posible que sea tan idiota? De todas maneras, es ilógico, Gilda no sale nunca de la cocina.
Abro la puerta un tanto fastidiada, aunque mi reacción es una de sorpresa cuando veo a Chad vendando sus nudillos. Me quedo en mi lugar sin saber qué hacer precisamente, si fuera la Thabanna vieja lo ayudaría, pero ¿la Thabanna empleada qué haría? Se encuentra de espaldas, sin embargo, desde mi posición, puedo ver todos sus movimientos.
La venda comienza a tener pequeñas manchas, donde la sangre amenaza con volver a mostrarse. Al parecer, no le molesta en lo absoluto que lo vea así, cosa que sólo me hace recordar los viejos tiempos.
—¿Chad?
Se estremece en cuanto se da cuenta que lo había pillado en un mal momento, quizás, después de todo, pensó que no lo vería si se ponía de espaldas.
—Ven. Te ayudaré a limpiarte.
En estos momentos, parecemos cualquier otra cosa que un jefe y su empleada, pero esto era cosa de casi todos los días antes, incluso, a veces era al revés.
No parece dispuesto a dejarse ayudar, por lo que me veo obligada a ir por él y jalar de su muñeca hasta que comienza a caminar en dirección al baño de empleados —o el baño de su departamento—.
—Siéntate —digo.
Chad hace lo que lo digo y se sienta en la tapa del inodoro. Aguarda por mis movimientos con una extraña paciencia y tranquilidad, luce aletargado y eso me llama la atención.
Primero, busco el botiquín en los estantes detrás del espejo y lo encuentro detrás de algunos frascos de medicamento. Por lo general, antes me tocaba lidiar con un corte o una quemadura, pero nunca con nudillos ensangrentados —o por lo menos, no los suyos—, de todas maneras, ya hemos pasado por tantas situaciones extrañas juntos, que esto es una mancha más. Sé exactamente lo que tengo que hacer, saco un poco de gasa y prosigo a mojarla en alcohol, porque si uso algodón, éste se pegará en la herida y será muy doloroso de quitar.
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A los pies del boxeador [Versión 2019]
ActionÉl no es como los otros hombres que frecuentan aquel viejo bar en las afueras de la ciudad. Primero, porque usa un refinado traje que -seguramente- está hecho a medida. Además de que algo no combina con esas costosas prendas de empresario, quizás e...