Capítulo 11.

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Observo como ambos se sientan en el sillón, el cual está frente a la televisión de pantalla plana, mientras que mantienen una mirada indescifrable, ya que tuve que explicar el porqué de la puerta estropeada —obviamente, eludiendo que pasé la noche en el departamento de Bruce y que fue él quien me ayudó—. 

—Iré por alcohol —me excuso, para luego dirigirme al baño por el líquido. 

La verdad, no me interesa en absoluto curar los pequeños cortes en mis nudillos, sin embargo, lo único que quiero es desaparecer de la sala por un instante, ya que, el ambiente tenso que se formó después de ingresar al departamento, es abrumador. 

Coloco un poco del líquido transparente en un disco de algodón y comienzo a limpiar mi nudillos, los cuales tienen bastante sangre seca. Incluso desde aquí, parada en el medio del baño, puedo escucharlos a ambos hombres susurrar una discreta conversación; por lo que comienzo a tararear, no quiero darle importancia, porque —de seguro— están hablando de mí. Se detienen, así que mis cantos se ven ahogados en el fondo de mi garganta, mientras que escucho pasos por el pasillo. 

—¿Estás bien? —pregunta James, empujando la puerta para abrirla por completo, acción que me deja ver que no está solo. 

—Claro que sí.  

Sé que está mirando mis movimientos, por lo que prosigo con mi aseo bajo su atenta mirada. Los segundos comienzan a pasar, por lo que clavo mis ojos azules en los suyos y sonrío con la mayor sinceridad que mi cuerpo mentiroso puede generar. Parece creerlo, sin embargo, todo mi ser sabe que es una mala idea mentir sobre ello; estoy asustada por lo que hice, por no haber podido controlarme cuando fue debido y por sentir esa sensación de culpa mezclada con éxtasis por lo vivido. 

—¿Te molesta si me voy? Prometí que pasaría a recoger mis cosas por el gimnasio y ya están por cerrar, además quiero saber que sucedió con Chad...

—Ve, estaré bien, no te preocupes por mí. 

Sus labios se posan en mi frente, en un beso de despedida. 

—Dustin se quedará hasta que regrese, no quiero que te quedes sola. 

—Bien —acepto, si no lo hago, James me obligaría a acceder a los cuidados de su amigo a cualquier precio. 

Observo como mi hermano suelta una sonrisa complacida, antes de volver sobre a sus pasos, dejándome a solas con el otro boxeador. Dustin pasa su mano derecha por su cabello y me observa en silencio, midiendo mis acciones. No le molesta que mantenga la mirada en él, por lo que se adentra en el baño sin dejar mis ojos ni un segundo. 

—¿Necesitas ayuda? 

—No estaría mal. 

Me siento en el borde de la bañera y aguardo por su accionar. Se acerca, hasta el punto de quedar parado entre medio de mis piernas —estoy segura de que, si James llegara a volver, estaría molesto con la comprometedora escena—. Sus largos dedos toman el algodón de mi mano y, con un movimiento suave, lo acerca a mis nudillos; aunque se detiene, justo antes de que la húmeda superficie haga contacto con mi piel.

Parece procesar las próximas palabras, sin embargo, abre sus labios y dice—: Antes de que comience, procura que no me golpearás si te duele. 

¿Acaso se está burlando de mí? Lo miro furiosa y me ahorro los insultos cuando él comienza a reírse, lo cual me da a entender de que sí, sólo fue una broma de mal gusto. 

La risa se desvanece lentamente y su rostro se va volviendo serio con el paso de los segundos, se concentra puramente en limpiar mis nudillos. Arde, arde mucho, aunque no lo demuestro. Para sobrellevar el dolor, muerdo el interior de mis mejillas y me dedico a observarlo en silencio. 

A los pies del boxeador [Versión 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora