Apresuro el paso, adentrándome en la oscuridad de la calle. Sé que James me está siguiendo de cerca, sin embargo, ya no puede hacerme cambiar de opinión —sobretodo si es acerca de un tema del que él desconoce—.
—¡Thabanna! —grita. Se ha quedado un poco atrás, por lo que no paro la marcha—. Detente de una maldita vez.
Nuevamente vuelve a tomarme del codo para voltearme. Ahora sí que está enfadado, su vena yugular sobresale en su suave piel, así que no me queda más que confrontarlo.
—¿Qué quieres que te diga? —pregunto. Sé que lo descoloca que conserve mi calma, mientras él pierde los estribos, no tengo intenciones de iniciar otra discusión pero sí de molestarlo un poco—. ¿Quieres que te agradezca por ponerme un niñero? ¿O quieres que justifique que me trates como una niña, cuando tengo veinte años? No me niego a que me cuides, porque sé que lo haces por mi propio bien y te lo agradezco con el alma; pero si no eres tú quien me cuida, te pido que no delegues responsabilidades a nadie más, de lo contrario, me cuidaré sola.
—Thabanna...
—No. —Lo miro por unos cuantos segundos, tomando valentía para proseguir—: Si me disculpas, tengo un horario que cumplir.
Llego al gimnasio diez minutos tarde, cosa que detesto —no lo hubiera hecho si James no se hubiera metido en mi camino—. Darren no está en su oficina, por lo que nadie parece percatarse de mi pequeño retraso. Alexis, Nicholas y John me esperan sobre el ring y, por fortuna, ya han entrado en calor.
—Bien, muchachos —digo y subo al ring, alertándolos de mis presencia—. ¿Alguien puede traer una bolsa mediana? Por favor.
Alexis se apresura a bajar por ella. Muevo mis hombros en círculos, intentando quitar la tensión de mi espalda, sin embargo, ésta no desaparece. El muchacho vuelve con la bolsa de lona color negro y Nicholas le ayuda a colgarla en el centro del gran ring. Los músculos de sus torsos se mueven en un duro compás, a este punto ya no me incomoda ver a tantos hombres sin camiseta... Bueno, al menos no a todos.
—John, haznos el honor y acércate. —El mencionado se coloca frente a la bolsa y espera paciente por mis indicaciones—. Empezarás con dos jabs y un uppercut derecho.
Su cuerpo se posiciona, el pie derecho delante del izquierdo y sus puños se alzan. Los primeros golpes son certeros en el objetivo, sin embargo, sus pies no lo acompañan. El uppercut está bien desarrollado pese a que no se acomoda a su cuerpo y tamaño. John termina con la pequeña rutina y se para derecho, mirándome expectante por una devolución. Creo que las palabras están de más, me acerco hasta él, lo suficiente para poner mis manos en ambos de la sudada piel de su cadera.
—Cuando debas hacer un jab derecho, gira la cadera hacia la derecha y retrocede apenas toques la bolsa, tiene que ser un movimiento ligero como una mariposa pero fuerte como un tigre —le indico y lo suelto. Mis manos se dirigen a sus firmes hombros y con un movimiento, hago que se voltee hacia mí—. Ahora, quiero que simules un uppercut en mí, puedes golpearme de ser necesario.
Asiente. Su codo retrocede por el costado de su cuerpo y su puño termina golpeando ligeramente la boca de mi estómago.
—Es importante que, cuando quieras desarrollar un uppercut, cuides que el golpe termine justo aquí. —Afirmo su puño sobre el punto bajo mis costillas—. Sin embargo, tienes demasiada fuerza, por lo que te recomiendo que, cada tanto, aproveches golpear los laterales para generar un poco de espacio.
Así transcurren las horas. A eso de las nueve de la noche, se nos unieron Lanter y Dustin —el primero dijo que se había retrasado por culpa de su tío, quien no ha llegado hasta el momento; mientras que a Dustin no me hizo falta preguntarle dónde estuvo, ya que de seguro se quedó con mi hermano—.
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A los pies del boxeador [Versión 2019]
ActionÉl no es como los otros hombres que frecuentan aquel viejo bar en las afueras de la ciudad. Primero, porque usa un refinado traje que -seguramente- está hecho a medida. Además de que algo no combina con esas costosas prendas de empresario, quizás e...