Capítulo 3.

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James, al haber quedado conforme, se marchó un rato después de nuestra conversación.

Teniendo toda la tarde libre y para mí misma, decido limpiar un poco cocina —de no ser por el entrenamiento de esta noche, hubiera reemplazado la limpieza por salir a correr, aunque por el calor tampoco es tan buena idea—.   

El timbre suena varias veces antes de que pueda alcanzar a la puerta. Una vez que la abro me encuentro con mi hermano del otro lado, parece impaciente. Me da una larga mirada y suspira molesto, me quedé dormida. 

  —Lo siento, llevo días agotadores —le digo—. Dame unos minutos y me cambio la ropa. 

 —Te esperaré en el carro, no tardes. 

Me dirijo a mi habitación y abro el armario a las apuradas, haciendo que algunas prendas caigan sobre mis pies. Maldigo, acabo de agregar cosas a la lista de quehaceres. Comienzo a vestirme con un short deportivo negro y un top rojo, aunque agrego una sudadera negra al conjunto. Antes de salir, tomo mi bolso y me aseguro que todo esté en su lugar.

Bajo las escaleras en un ligero trote, aunque me detengo en el segundo piso, donde vive una cincuentona cachonda. Comienzo a reírme descaradamente, cuando el silencio del edificio deja escuchar los fuertes gemidos de la mujer, quien tiene la fama de tirarse a hombres mucho más jóvenes que ella. Esta señora tiene una vida sexual más activa que la mía, es gracioso y triste al mismo tiempo, considerando la diferencia de edad. 

Apenas salgo del edificio descubro que fue una buena idea haber agarrado la sudadera. Con la luna sobre la ciudad, el caluroso tiempo del día desapareció para dejarle lugar a una refrescante brisa nocturna. Subo la cremallera de la sudadera y camino por la acera hasta que veo el carro en la esquina. 

Mi hermano me mira a la distancia y luego vuelve a mirar su teléfono, parece enojado y no por el hecho de que me haya quedado un poco dormida, quizás su malhumor tenga que ver con que no consiguió alguna de las cosas que le pedí hace unas horas. James es del tipo de persona que se compromete a cumplir su palabra a toda costa —cosa que me enseñó muy bien—, pero también es de las personas que se enojan si no pueden hacerlo. Doy dos golpes en el vidrio del acompañante para que abra la puerta, escucho el seguro desactivarse, por lo que me adentro en el carro. 

—¿Todo listo? —pregunto con voz precavida. 

—Todo listo. 

Entonces, no es por esa razón que está enfadado. Lo miro fijo por un rato, en el cual él no enciende el carro y no me mira. Luego de unos segundos, en los cuales permanecimos igual, cede y me mira. 

—Hace un rato, tuve una discusión con mi entrenador. —Suspira—. Se ha enojado cuando le dije que quería que me entrenes tú para este campeonato. Sabía que significaba mucho para él que estuviera en este campeonato, por eso le molestó que fueras tú y no él, además de usar su gimnasio. Pero, descuida, lo superará.

Más allá del hecho de su entrenador enojado, me siento muy orgullosa de mi hermano. Que me admire de aquella manera es extraño, sobretodo considerando que ni con todo el ego del mundo me atrevería a decir que soy mejor boxeadora de lo que él es. Sin embargo, en mi momento, tuve una muy buena técnica, diferente a la suya. Siempre me ha gustado que él quiere que lo ayude a mejorar la suya. De una u otra forma, esto sirve para hacerme sentir especial ante sus ojos y, tengo que admitir, que la aprobación de mi hermano mayor siempre es agradable. 

La última vez que vine —contada la pasada por la policía—, no me había percatado lo cerca que está el gimnasio de mi departamento y del bar. Evito reprocharle a James el que no venga a verme a menudo, considerando las cercanías. 

A los pies del boxeador [Versión 2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora