Sus ojos están clavados en los míos, mientras que mi cuerpo se estremece bajo su dura mirada.
Él no está bien, no, claro que no.
Él es un lunático.
La punta de su dedo recorre el camino desde mi pantorrilla, pasando por el centro de mi abdomen y pecho, hasta levantar mi barbilla para volver a obligarme a mirarlo. Sus ojos nuevamente se clavan en los míos y la desesperación invade mi pecho. Volteo la cabeza y él vuelve a tomar mi barbilla, cierro los ojos para así no ver su rostro. Escucho su risa tan cerca de mi rostro, que no me sorprende sentir pequeñas gotas de saliva chocando contra mi piel, ni tampoco me sorprende sentir su asqueroso aliento golpearme; el hedor está ahí, sin embargo, no puedo sentirlo. Su mano se apoya en mi muslo y vuelve a reír, sabe que no puedo hacer nada para detenerlo. Me sacudo, pero es en vano, no puedo moverme. Las sogas apretadas me aferran a la silla por los tobillos, muñecas y por el torso.
—No lo hagas más difícil para ti, Thabanna. —Abro mis ojos nuevamente y ahí está su mirada desquiciada. Ya no está enojado, ahora está desorientado, aunque la misma oscuridad sigue grabada en sus órbitas—. Vas a morir, al igual que él.
Sigo su dedo, el cual señala a Dustin, quien está a dos metros de nosotros. Su camiseta blanca está ensangrentada, pero eso no es lo que me preocupa, sus ojos lo hacen. Él está desesperado, incluso más que yo, la diferencia es que yo ya acepté mi destino. Su dedo vuelve, sólo para delinear mi mandíbula hasta que termina con ella, acercándose a dejar un beso húmedo en el borde caudal. Su mano baja y acaricia mi cuello, como si de una fina seda se tratase, sé lo que va a hacer. Su otra mano se une a la caricia, hasta que sus palmas rodean la superficie. Tengo miedo, pero me alegro de que ya se termine.
La presión comienza y el aire comienza a escasear en mis pulmones. No intento detenerlo, ni gritar, de todas maneras, no puedo hacerlo. Mis ojos están clavados en el hombre que luce como un niño, la desesperación aumenta en su cuerpo y las lágrimas caen con violencia de sus ojos, mientras que intenta forcejear contra sus ataduras. Una lágrima solitaria viaja por mi mejilla y cae en el dorso de la mano de mi asesino, espero que no lo haga sufrir. Pese a la cínica carcajada de Chad, no puedo despegar la mirada de Dustin. Sé que me quedan los últimos segundos de vida, lo sé por las pequeñas convulsiones de mi cuerpo, y sólo quiero recordar el verde de sus ojos. Voy a esperarlo del otro lado, nos iremos juntos, no lo dejaré solo.
Las sacudidas se vuelven violentas y la imagen comienza a volverse lejana como si de una nube negra se tratase, estoy muriendo.
Abro mis ojos aturdida y me siento desorientada, ¿esto es la muerte? Unos cálidos brazos me rodean y me aprietan contra un pecho masculino. Quiero alejarme, pero su fuerza me lo niega. Con unos shh, Dustin logra tranquilizarme, sé que es él por su fragancia.
Me encuentro con la cabeza escondida en sus pectorales, ambos estamos sentados en la cama. Todo aquello fue una maldita pesadilla y lo único que lamento es que él estuvo apunto de morir por mi culpa.
—Dustin —murmuro—, él me estaba asfixiando. Estaba muriendo ahí y lo único que me daba cierta paz, eran tus ojos.
—Shh, todo está bien ahora, estoy aquí —susurra contra mi oído. Es ahí, cuando me percato de que me está meciendo con suavidad y, aquello, está dando resultados.
Me siento débil, completamente débil y a merced de la situación. Chad me está destruyendo poco a poco con su obsesión. Soy fuerte —sí—, pero él se metió en mi cabeza, me ha acorralado en un espiral de demencia, con una caída inminente. Tengo que recuperarme, debo salir adelante.
—Lo está consiguiendo —digo para mí misma—, me está derrumbando desde dentro. Lo veo en todos lados, cuando él no está ahí. Estoy paranoica y no me gusta esta situación.
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A los pies del boxeador [Versión 2019]
ActionÉl no es como los otros hombres que frecuentan aquel viejo bar en las afueras de la ciudad. Primero, porque usa un refinado traje que -seguramente- está hecho a medida. Además de que algo no combina con esas costosas prendas de empresario, quizás e...