Capítulo 6

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Las patas de Hansel sobre el rostro me despiertan esa mañana

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Las patas de Hansel sobre el rostro me despiertan esa mañana. A este chico le gusta actuar de alarma a veces cuando mis ojos se niegan a despegarse.

Lo primero de lo que me percato es de que no soñé de nuevo con Ash, por lo que en un acto de frustración hundo mi cara contra la almohada. Su silencio me está desesperando y llenando de ansiedad. Cuando mi almohada ya está por ahogarme, doy vuelta la cabeza y miro el lugar vacío a lado mío, bajo un poco más la vista y veo la sábana completamente desaliñada. Ahí es cuando los recuerdos de la noche me despabilan por completo y el rostro sonrojado de Greg aparece en mi campo de visión.

Me levanto como si me hubieran tirado agua fría encima y miro alrededor.

Greg no está. Quisiera decir que me siento aliviado de que haya huido, pero un feo sentimiento invade mi pecho y me niego a pensar en el origen. Con un malhumor acrecentándose a cada segundo, me voy al baño a tomarme una ducha. Ya bajo el agua, recuerdo todo lo sucedido el día anterior. Los besos de Greg, sus labios hinchados, el cabello disparado por todos lados, sus manos grandes y cálidas, su cuerpo sudoroso y firme sobre el mío. Un calor conocido baja por mi vientre y con un suspiro de resignación, miro de nuevo mi erección. ¿Qué rayos me está pasando? ¿Cómo es que en todo este tiempo no podía ni fijarme en alguien más, pero de pronto quiero tener a Greg pegado a mí y jadeando de placer? El tan solo imaginarlo hace que el deseo se desborde de mí. Con resignación, llevo mis manos de nuevo ahí donde el calor se mezcla con lo tangible y con un movimiento rítmico y reiterado, termino llegando al clímax susurrando el nombre del chico que se niega a salir de mi mente.

Me quedo unos minutos más en el baño, esta vez con agua fría de por medio, para poder recuperarme de la mezcla de vergüenza y desconcierto que me invade. No puedo creer que me haya corrido con el nombre de Greg en los labios. Dos veces.

Cuando por fin me decido por ir al comedor para poder desayunar luego de una larga, muy larga ducha para quitarme el embarazoso momento de mi sistema, escucho a mi padre hablando con alguien. Me quedo quieto en la entrada oculto a un costado de la pared para no ser descubierto.

—No soy tu padre, pero sí el de Dominik y como eres su...amigo —dijo con una sospechosa pausa—, tengo la obligación de decirte que espero que la escena de ayer no se vuelva a repetir. No digo que no bebas alcohol porque soy consciente de que es casi imposible prohibirles a los jóvenes que no lo hagan, pero no es bueno para ti excederte de aquella manera y más aún cuando tus padres no están cerca.

—Sí, señor —escucho la voz sumisa de Greg. Ignoro el alivio que me produce al ver que no se había marchado. Aunque ahora que pienso con raciocinio, sería imposible con las cerraduras puestas.

—Iremos a otro tema importante —continúa mi padre conforme con la respuesta de Greg—. Es acerca de tu relación con mi hijo...

—¡Buenos días! —interrumpo como si no hubiera estado espiando nada. Ni loco dejaría que mi padre haga preguntas incómodas sobre Greg y yo.

La encrucijada de DominikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora