Capítulo 13

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Ante el grito de Greg, le suelto un poco la pierna para que pueda tomar aire

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Ante el grito de Greg, le suelto un poco la pierna para que pueda tomar aire. Sus ojos acumulados de lágrimas contenidas, me miran con dolor, pero luego de unos segundos, en un falso intento de parecer mejor, me dice que continúe.

—Greg, no tienes que fingir que estás bien, es obvio que te duele el tobillo.

—No me duele ahí —dice, pero lo miro con escepticismo—. ¡Es verdad! Es un poco más arriba —dobla la pierna para poder mostrarme—. Mira, aquí.

Al levantarse el dobladillo del pantalón, pude percibir una preocupante herida que lo más probable es que haya sido ocasionada por alguna rama cuando cayó por el barranco. Lo miro preocupado. Esto solo empeora las cosas para ambos. Pero, sobre todo, ocasionará aún más dolor para Greg si se infecta.

_Estoy bien, Dom. Si fuera una torcedura sería mucho peor, ¿no crees?

—Tienes razón, pero eso no significa que duela menos. Todo esto es mi culpa —digo agachando la cabeza. Si no hubiera sido tan impulsivo, Greg no hubiera tenido este accidente.

—No es como si me hubieras tirado al precipicio como en las telenovelas —dice restándole importancia—. Esta bien, es algo doloroso, pero eso no impedirá que salgamos de aquí. Y mucho menos, que te des un baño como debe ser.

Hago una mueca al escuchar esto último y recuerdo que estoy lleno de lodo hasta en las orejas, la piel se me vuelve a poner de gallina. Trato de no encogerme del asco, pero me es imposible. La sensación pegajosa, el olor desagradable y sobre todo, el conocimiento de que todo eso trae consigo un montón de microbios y bacterias que podrían causarme cualquier tipo de enfermedad o lo que es peor, sobrevivir dentro de mi piel, solo me inquieta hasta convertirse en pánico.

—¿Dominik? Hey, ¿estás bien? —Greg me toca el hombro y aunque no quiera admitirlo, eso me reconforta—. Definitivamente te pasa algo raro.

—No puedo evitarlo —le digo controlando mi voz para que no salga como un chillido histérico. Una persona debe de conservar la dignidad por sobre todo—. Es que siento la suciedad recorrer mi piel como si estuviera viva. Sé que sueno como un loco.

—¿Desde cuándo te sientes de esa manera? —interroga Greg preocupado por mi comportamiento. Su mano recorre mi espalda apaciguándome, como si no estuviera lleno de mugre.

—Creo que lo he tenido desde que era niño, pero nunca fue tan intenso como en los últimos meses. A este paso solo voy a empeorar más y más y no quiero eso. Solo quiero ser normal —me desahogo como no pude hacerlo antes.

Greg me empuja hasta él y para mi sorpresa, me da un abrazo tan apretado como se lo di yo minutos antes. No quiero ensuciarlo, pero instintivamente, mis manos van hasta su espalda y le correspondo el gesto.

—Descuida, Dominik, no me pareces un loco. Es solo una manía tuya y estoy seguro que con un buen psicólogo, podrás superarla. No te aflijas de ese modo, yo estaré contigo siempre que lo necesites.

La encrucijada de DominikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora