Capítulo 12

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«Solo dijiste que soy tuyo para librarme de todo eso, ¿verdad?» Cómo se me ocurre preguntar eso

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«Solo dijiste que soy tuyo para librarme de todo eso, ¿verdad?»

Cómo se me ocurre preguntar eso. De tan solo rememorarlo, me dan ganas de esconder mi cabeza en una bolsa por el resto de mi vida y no volver a hablar con el estúpido de Greg.

«Dominik es solo mío»

Es completamente surrealista el brinco que da mi corazón cada vez que resuenan en mi conciencia esas palabras. No debería afectarme tanto, pero a pesar de mi renuencia, lo hace.

—Solo hay más y más árboles —Greg me devuelve a la realidad. Menos mal no puede ver mi rostro en medio de la oscuridad o se daría cuenta de inmediato sobre lo que estuve pensando y lo bochornosamente vergonzoso que estoy al respecto. Aunque creo que él malinterpretó lo que dije. Después de mi pregunta, sentí que se apagó como si le hubiera succionado toda la energía.

—Recorramos más, no pudimos haber ido muy lejos —afirmo un poco menos convencido que al principio. Fui yo quien tuvo la grandiosa idea de que camináramos alrededor para ver si encontrábamos el camino de vuelta.

La temperatura empieza a descender cada vez más y como es común en invierno, lo seguirá haciendo. Yo solo llevo un ligero suéter de algodón encima de una remera mientras que Greg, por suerte salió más cálido con aquel abrigo que me está pareciendo cada vez más y más acogedor. Pero no es como si pudiera admitir en voz alta el frío que tengo, no después de la incomodidad que se instaló entre nosotros a causa de mi totalmente tonta e inoportuna pregunta.

—Intentaré comunicarme con alguien, aún tengo un poco de batería —añade Greg mientras caminamos lado a lado alrededor de la reserva.

No me opongo a su idea, por el contrario, saco también el mío del bolsillo de mis pantalones vaqueros para intentar llamar a mi padre. Lastimosamente, la barra roja que indica mi nivel de batería, no representa buenas noticias, ni mucho menos, la cruz que se ve en donde debería estar la señal.

—Mi teléfono está inservible, lo siento —espeto con un poco de pena por ser tan descuidado. Si tan solo lo hubiera conectado ni bien llegamos al hotel, la historia sería otra.

—La mía tiene una barra de señal, creo que podré llamar a Dave —confirma y suspiro aliviado. Al menos uno de nosotros se dignó en cargarlo.

Greg marca el número de mi padre y espera a que conteste, yo me acerco hasta el otro lado del celular para poder escuchar también. Luego de dos timbres, por fin contesta.

—¡Dave, soy yo Greg! Escucha, Dominik y yo... —el chico corta sus palabras en cuanto se percata de que mi padre repite una y otra vez su nombre como si no estuviera escuchando bien. Ansioso y al borde del pánico, le arrebato el celular a Greg para poder entablar conversación con Dave.

—¡Papá! ¿Me escuchas? ¿Hola? —Lo que sea que Dave está diciendo, es apenas entendible. Sus palabras salen entrecortadas y no tienen ningún sentido para mí. Desesperado, empiezo a gritar su nombre y me muevo de un lugar a otro para poder agarrar una mejor señal, pero no funciona. Noto la preocupación de Greg en su semblante gracias al brillo de la pantalla.

Después de unos tensos segundos, la llamada se corta. Trato de marcar de nuevo, pero la señal también abandonó a Greg. Nos miramos sin saber qué hacer. No tenemos idea de por dónde vinimos y con lo que estuvimos caminando, ya estamos lejos de retomar camino. Nuestra única esperanza era la comunicación con algún adulto que nos rescate, pero ahora esas esperanzas fueron pisoteadas.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —pregunto resignado y miro a Greg como si él tuviera todas las respuestas. Pero al igual que yo, él no tiene la menor idea de cómo actuar a continuación. Estamos los dos solos, en medio de una reserva de quién sabe cuántos kilómetros y en una noche de invierno. ¿Qué tanta mala suerte puedo tener? ¿Habré heredado la desgracia a la que Daniel llama Lucrecia?—. Al menos tenemos a Hansel con nosotros.

Mis últimas palabras parecen afectar a Greg pues se aleja unos pasos de mí y empieza a rascarse las manos nerviosamente.

—Debemos encontrar un buen lugar para refugiarnos mientras los demás nos buscan —cambia de tema como si yo fuera un idiota que no se daría cuenta.

—¿Greg? Al menos tenemos a Hansel, ¿cierto? —vuelvo a repetir. Juraría que vi su rostro palidecer. Pero es imposible, él me dijo que lo tenía con él.

—Dominik, hay algo que debo decirte.

Aquellas palabras, bajo ningún contexto, podrían significar algo bueno. Solo traen consigo malas noticias. Intuyendo de que va todo esto, me acerco a él con un aura amenazante.

—Greg, ¿qué demonios has hecho? —pregunto con voz sombría y cerrando mis palmas en puños—. ¿Dónde rayos está Hansel?

—Dominik, lo siento —contesta Greg con un hilo de voz. Puedo discernir lo mucho que le cuesta pronunciar esas palabras—. Yo estaba con él en donde me encontraste más temprano y luego simplemente desapareció. En verdad lo lamento, te prometo que lo encontraré. Lo juro.

Agregó miles de disculpas más, pero yo solo pude procesar una cosa. Gregory Foster acaba de confesar que perdió a mi mejor amigo. A mi única compañía desde que perdí a Ash. A quien quiero como si fuera parte de mi familia, porque, de hecho, lo es. Hansel ha estado para mí desde hace años. Y ahora está perdido. En algún lugar desconocido y probablemente no lo volveré a encontrar. Podré perdonar miles de idioteces de parte de Greg, pero hay un límite para el daño que uno puede hacer.

—¡Eres un estúpido! —exploto del enojo. Greg retrocede, pero vuelvo a acercarme a él—. ¡Cómo se te ocurre perderlo! ¡Hansel ha estado conmigo desde que era un pequeño camaleón! ¿Tienes idea de lo mucho que significa él para mí? Jamás se lo he dado a nadie, pero confié en ti.

—En verdad lo lamento, Dominik. Sé que soy un idiota, pero te prometo que...

—¡Deja de prometerme cosas! Me prometiste que lo cuidarías y no lo cumpliste. ¿Cómo sé que esta vez cumplirás tu palabra? No eres más que un mentiroso —grito iracundo.

Greg solo se queda callado, como si fuera un perrito apaleado mientras que yo, de los nervios, respiro agitadamente. No quiero seguir viéndolo. Si lo hago y si me sigue mirando de esa manera, podría llegar a perdonarlo y eso no lo permitiré. No cuando se trata de Hansel.

—¿A dónde vas? —me pregunta con cautela al ver que doy unos pasos decisivos al lado contrario de donde él se encuentra—. Dominik, no te vayas, es peligroso. ¡Dominik!

—No te atrevas a seguirme. Mientras más lejos esté de ti, menos podrás herirme —vocifero furioso.

Greg se queda estático en su lugar sin saber qué hacer. Yo aprovecho la oportunidad para alejarme de él. No quiero verlo. ¿Cómo una sola persona puede causarme tanto daño y en tan poco tiempo? Estar con Greg es como ir a un tiroteo sin un chaleco antibalas, completamente listo para recibir múltiples disparos.

Después de unos metros, la flora no muestra indicios de mermar. ¿Por qué rayos no presté atención al mapa que nos mostró el guía al principio del turismo? Pero no importa, llegaré hasta donde están todos y no me iré hasta encontrar a Hansel sano y salvo. ¿Pero y si le pasó algo? La preocupación por su bienestar empieza a inquietarme cada vez más. ¿Qué haré yo sin los ojos saltones de Hansel y sus patas que siempre se aferran a mí con fuerza excepto cuando va con Greg?. Bien, eso también le enseñará que no debe ir con cualquiera que se le cruce en frente.

Mientras más camino, el ambiente comienza a volverse cada vez más aterrador. Escucho el canto de los grillos y quién sabe qué criatura más. No soy un experto. Lo que sí sé, es que tal vez no fue muy buena idea haber tenido un arrebato de ira hace unos momentos. Pero ahora ya es muy tarde, no puedo volver tras mis pasos, no porque no quiera, sino que por más que lo intente, sería imposible con la oscuridad cerniéndose sobre mí.

Hago una pausa y me recuesto sobre un ancho tronco de un árbol de enormes hojas. Reviso mi celular para saber al menos la hora o si milagrosamente volvió la señal, pero ni siquiera se prende. La batería murió por completo. Oculto nuevamente el aparato en mi bolsillo y al hacerlo, escucho un ruido entre los arbustos. Mi cuerpo se paraliza. Mis latidos se aceleran y mis manos empiezan a sudar.

Vamos, Dominik, solo fue un pequeño ruido, no es como si un animal salvaje estuviera al acecho esperando devorarte y luego usar tu piel para refugiarse del frio.

Vuelvo a escuchar el ruido, pero esta vez es más ligero, como si alguna cosa se estuviera escondiendo para luego atacar. Sé que lo mejor que puedo hacer es quedarme quieto y respirar tranquilamente para que el animal, en caso de que sea eso el origen del sonido, deje de notar mi presencia. Sin embargo, hago completamente lo contrario.

Me alejo de la zona a grandes pasos, que si bien empezaron siendo certeros y cuidadosos, terminan irregulares haciéndome avanzar cada vez más rápido. Que mejor momento que este para descubrir que soy todo un miedoso.

La encrucijada de DominikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora