Aunque Axel insistió en que no era necesario, Noah quiso llevarle a ver a Erina. Sabía que no podía ser egoísta, ese hombre no era suyo, no tenía derecho a alejarle del resto de ángeles. Él también tenía que aprender a no dejarse llevar por sus impulsos negativos.
Ella los recibió con una enorme sonrisa, entonces empezó nuevamente la lucha del sofá, pero por más que lo pensó, no logró resolver la incógnita.
Noah no quería estar cerca suyo pero tampoco podía sentar a Erina en sus piernas delante del ángel. Así que, finalmente, se sentó en el suelo. De todas formas, eran nubes esponjosas por lo que era casi igual de cómodo que estar en el sofá. Sintió que era un enorme desperdicio pues ellos dos terminaron haciendo lo mismo.
-Parece que has aprendido mucho.- Le elogió la serafina. Axel sonrió con orgullo.
-Noah me ha enseñado muchas cosas.- Dijo mirándole directamente.
-Me alegro mucho.- Parecía alegrarse por más que fuese una tontería.- Me pregunto si Diago podría darte ahora un traje como los nuestros.- Y la verdad es que Axel todavía llevaba puesta la misma ropa que cuando murió, pero no le molestaba. Al contrario, era lo único que veía que no era de color blanco. No obstante, sonrió como pudo para que no se notase.
-Ah, cierto. Erina... ¿podrías llevarle a ver a Diago?- Ella asintió sonriente. Axel no daba crédito a la ignorancia de aquella mujer. Pero él también tenía boca así que preguntó por sí mismo.
-¿Por qué no puedes hacerlo tú mismo? ¿Ya te has cansado de llevarme?- Noah se mordió el labio antes de contestar.
-Le dije a Albert que iría a verle. No puedo romper una promesa.
-Eso también es importante, Heartson.- Dijo Erina aprobando la actitud de su ángel. ¡Estaba ciega! ¡Se veía a la legua que estaba mintiendo! ¿Por qué? ¿Acaso no era un pecado?
-No vas a irte, ¿verdad?- Noah negó.
-Estaré en casa para cuando vuelvas.
Dicho y hecho. Erina estaba más que emocionada con el viaje. Si alguien le preguntara cómo había sido su vuelo con una mujer tan hermosa pegada a él, negaría haber pensado lo incómodo que era, pues el simple hecho de que sus pechos chocasen contra su espalda ya hacía que su cuerpo no lograse acomodarse en una buena posición.
Además, puede que tuviese las alas un poco más grandes que Noah pero volaba demasiado despacio. Para cuando llegaron a casa de Diago, ya había perdido los nervios.
Debía calmarse... tenía que demostrarle a ese hombre con cara de niño que estaba capacitado para ganarse un hueco en ese lugar. Respiró hondo mientras subían entre un cúmulo de nubes hasta llegar a ese salón sin puertas ni ventanas.
Ahí estaba Dios, sentado en su escritorio, con la misma cara que tenía el primer día.
-Erina, ¿qué ocurre?- Claro, no habían avisado de su llegada. Axel dejó que ella respondiese a la pregunta.
-Sólo queríamos saber si podías entregarle a Heartson un traje como el nuestro.- Diago frunció el ceño.
-¿Eso lo estás diciendo tú, Erina?- Dijo mirándolos a ambos. La serafina asintió, así que le señaló a él directamente.
-Acércate.- Lo hizo. El corazón se le aceleraba. Era la segunda vez que entraba en ese lugar y cada vez que lo hacía sentía que estaba siendo juzgado.- Ten.- Le ofreció un llamador.
Axel lo miró extrañado y lo cogió.- Hazlo sonar.- Suspiró. Ese sí que era un examen efectivo pues cuando trató de hacerlo, no salió sonido alguno.
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Bienvenido al cielo (Finalizada)
General FictionAxel nunca ha sido una persona que respete las reglas. Sabiendo que la vida tiene límite de tiempo, prefiere aprovechar para hacer todo lo que le gusta que, en su caso es vivir la vida fácil y poner sus emociones a flor de piel con cada uno de sus a...