Aunque Erina trató de negarse, lo cierto era que terminó por convencerla. No le hizo falta hablar demasiado, bastaron un par de miradas.
Cuando Diago les vio aparecer, suspiró.
-Erina, por favor, avísame de estas cosas. No estoy en condiciones de tratar con este tipo ahora mismo.- Axel apretó fuertemente los puños tratando de controlar su ira.
-Puede que no tenga un rango específico pero "este tipo" tiene nombre.- Escupió con todo el rencor del que disponía.
-Disculpa, Heartson. ¿Qué es lo que quieres? ¿Has conseguido hacer sonar la campana?- Preguntó sin ánimo y con un notable cansancio. Axel negó.
-Quédate con tu estúpido llamador, no lo necesito.- Dijo a la par que lo sacaba de su bolsillo y se lo lanzaba.- Llévame con mi ángel, él es lo único que merece la pena de este podrido lugar. Y mejor que lo hagas rápido si no quieres que empiece a ponerme agresivo.- Habló atropelladamente. Tenía ganas de golpear algo o a alguien pero se controló. Diago suspiró.
-¿Te estás ofreciendo voluntario para ir al infierno?
-He dicho que lo hagas ya.- Dios observó a Erina unos instantes. Ella asintió. Este frunció el ceño y se levantó del escritorio.
-De haberlo decidido antes habría podido evitar desterrar a uno de los mejores ángeles que tenemos.
-Es de lo único que me arrepiento. Aunque seguramente me arrepentiré después por no arrancarte una o dos plumas. Sin embargo, Noah sí me enseñó lo que era el perdón, es por eso que no lo voy a hacer. Agradéceselo.
Ciertamente, Diago trataba de mantener la calma pero muchas dudas rebosaban su mente. No tenía caso sacarlas a relucir en ese instante... sí, se arrepentía. Se había precipitado enviando a Noah a ese lugar y, tal como él había dicho, parecía que Axel había aprendido mucho en el tiempo que habían estado juntos.
Aún así, no podía arriesgar el bienestar de todo el cielo simplemente por un par de dudas. Y ahora ese hombre se iba a marchar. No era momento de dudar, eso es lo que él había querido desde el principio. Con ello, no habría más problemas.
-Acércate.- Dijo cuando estuvo en ese mismo rincón en el que hacía varias horas había hecho desaparecer a Noah. Entonces se iluminó ese círculo amarillo frente a él. Parecía querer decir algo. Abrió y cerró la boca un par de veces antes de conseguir pronunciar alguna palabra.- ¿Podrías... decirle a Noah que me perdone? Por favor.- Finalmente, Diago se había derrumbado también.- Por favor.- Axel apartó la mirada.
-Hay cosas que no pueden arreglarse una vez que ya se han hecho. Al final, quien lo pasará mal, serás tú.- Suspiró.- Eso también me lo enseñó él. Sin embargo, estoy seguro de que te perdonará. Porque su alma es pura, más que la de cualquiera de vosotros. Ahora dime qué debo hacer.- Diago no pudo decir nada, ni siquiera mirarle, simplemente señaló el círculo. Axel suspiró y dio un paso al frente para entrar en él y cerró los ojos dejándose llevar precipitadamente hacia una eternidad de sufrimiento.
Todo por un ángel. Si le dijese a Nizan o a cualquiera de los suyos lo que estaba a punto de hacer, lo matarían pensando que se trataba de un impostor queriendo infiltrarse en la banda.
El primero en llegar fue Gabriel. No se entretuvo en esperar a Mikael pues cargar con el dios original también le hacía volar más lento. Aún con todo, las alas de esos dos arcángeles destacaban de entre todos los demás. Eran blancas, como todas, pero enormes y hermosas. Perfectas.
Aunque ellos no les pusieron atención, por cada lugar que pasaban, todos se les quedaban mirando. Habían estado demasiado tiempo desaparecidos. Lejos de la población celestial. La mayoría de los ángeles nunca los habían visto. Sin embargo, todos sabían quienes eran y eso hacía que los observasen sin pestañear. Algunos incluso se inclinaban cuando pasaban por su lado.
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Bienvenido al cielo (Finalizada)
Ficción GeneralAxel nunca ha sido una persona que respete las reglas. Sabiendo que la vida tiene límite de tiempo, prefiere aprovechar para hacer todo lo que le gusta que, en su caso es vivir la vida fácil y poner sus emociones a flor de piel con cada uno de sus a...