Conversaciones, entrenamientos y amistades
Tan pronto como terminó la reunión de la Orden, todos se fueron, muy contentos de estar fuera de la sala. Era tenso y agobiante, y Dumbledore estaba todavía furioso, incluso si no lo mostraba. Ellos podían sentirlo, él no era su habitual júbilo. El regalo más grande fue el hecho de que a Dumbledore le faltaba su brillo habitual. Tenía una muy buena razón para estar molesto, sus planes se estaban deshaciendo a su alrededor, a un ritmo muy alarmante. A Dumbledore no le gustaba que las cosas no fueran como estaban planeadas o como él lo había hecho. Primero, los Mortífagos habían descubierto dónde vivía Harry y había tenido que ponerlo en otro lugar. Luego, los Dursley desaparecieron o fueron capturados después de abandonar la seguridad de las salas. Luego el Ministerio atacó a Harry en Prince Manor, y el niño no usó la magia para defenderse, arriesgando todos sus esfuerzos por mantenerlo vivo para cumplir con su deber. Luego se había peleado con Hermione Granger y Ronald Weasley. A Granger no le importaba, pero Ronald Weasley había planeado que Harry se hiciera amigo. El niño estaba ansioso por demostrar que era mejor que sus hermanos, por eso nunca había protestado por una aventura para salvar a la escuela o a un miembro de la familia. Se había enfadado cuando Ronald había dejado a Harry solo en su mejor momento, pero agradecido cuando se habían reconciliado. Ahora la profecía había sido robada, y Voldemort lo sabía, había esperado que el Señor Oscuro nunca lo descubriera. Ya estaba obsesionado con matar a Harry, sin agregar todo el contenido de la profecía.
-Sirius, ¿Harry ha estado en contacto?- 1 Albus preguntó al animago canino, quien, como siempre, se sentía deprimido y muy confinado. Estaba enfermo y cansado de estar encerrado en una casa que odiaba. No se dio cuenta de que sin eso, estaría atrapado en Azkaban nuevamente. Era ingrato e infantil; nunca había tenido la oportunidad de crecer. Azkaban no era el tipo de lugar en el que uno podría pensar para crecer.
-Sí, él me agradeció por sus regalos de Navidad- dijo Sirius, ansioso por hablar sobre su ahijado, ansioso por hablar con cualquiera. Sabía que muy pronto estaría atrapado en la casa solo, sin nadie que escuchara más que a su maldita madre, quien disfrutaba diciéndole cuánto lo odiaba y estaba decepcionada por él.
-¿Cómo está él?- preguntó Dumbledore.
-Está bien, me alegro de haber vuelto a Hogwarts, sin duda... Me sorprende que no haya venido- respondió Sirius, frunciendo el ceño. -Quiero decir, Ron y Hermione vinieron, y también han estado bastante tranquilos-
-¿Harry no te ha dicho que los tres han estado separados?- Preguntó Dumbledore. Así que Harry no estaba confiando en su padrino, eso había cambiado. Harry siempre había confiado en su padrino, por eso mantenía tan cerca al Animago. Siempre fue el primero en saber lo que estaba pasando. Podía vigilar y saber todo sobre Harry, sin que el adolescente lo supiera.
-¿Qué? ¿Por qué?- Preguntó Sirius sorprendido, sus ojos bien abiertos. Estaba sentado en una de las viejas sillas que habían venido con Grimmauld Place cuando pusieron el hechizo Fidelius. La casa entera se estaba derrumbando y estaba llena de artefactos oscuros y todo tipo de plagas domésticas mágicas. La mayoría de las plagas se habían ido, Molly había irrumpido en la casa, diciendo que si sus hijos iban a estar allí, al menos lo haría seguro para ellos. Así que los Doxies y los Boggarts se habían ido, así como algunos de los objetos más dañinos que había por ahí. Era obvio ver por qué a Sirius no le gustaba vivir allí, pero cualquiera estaría de acuerdo en que era mejor que Azkaban. Bueno, tal vez no Sirius Black. Los animagos no podían esperar para salir de allí.
-No tengo idea, esperaba que lo hablara- dijo Dumbledore, tenía la sensación de que era su obra. La discusión que habían tenido en Grimmauld Place le vino a la mente, cuando pensó eso. Seguramente Harry no habría roto cuatro años de amistad porque Dumbledore les había dicho a los adolescentes que no se pusieran en contacto con él.
