¿Sobrevivirán o no?
Severus gimió cuando el miedo lo rodeó, aferrándose a él como un smog, él no podía moverse. Podía sentir todos los fragmentos de conciencia abandonando su cuerpo, pero luchó con todas sus fuerzas. Había sido colocado bajo la maldición Cruciatus más veces de las que podía recordar; no iba a permitir que los dementores ganaran. Él tenía la fuerza de voluntad. Los terrenos de Prince Manor se veían horribles; Los carámbanos colgaban por todas partes, todos los ingredientes de las flores y las pociones estaban muertos y completamente secos. Todo estaba congelado. Era como si el tiempo estuviera parado. No eran solo ellos y los terrenos afectados. Las ventanas de la mansión se habían empañado, y carámbanos colgaban del techo. Eso en sí mismo habría sido una buena vista para ver si era Navidad, pero todo se veía tan sombrío y desesperado que no era agradable verlo en absoluto.
Los ojos de Severus comenzaron a cerrarse; con su último fragmento de conciencia, imaginó la cara de Lily, triste y cansada por haber fallado en su voto. Si había pensado que los dementores eran malos, no era nada en comparación con el pánico, el miedo y el dolor que lo rodeaba todo lo que sentía al dejar de lado a Lily. Eso fue lo que le dio coraje, alzando su fría mano entumecida, sacó las dos palabras que alejarían a los Dementores, las únicas dos palabras que podrían salvarlos ahora, si ya no era demasiado tarde. —¡EXPECTO PATRONUM!— Severus invocó con todo lo que tenía.
Era como si alguien hubiera vuelto a encender el sol. El calor comenzó inmediatamente a instalarse en él, calentando sus huesos congelados. Un Dementor huyó cuando el espectro cobró con un solo propósito: deshacerse de ellos. Sacó el primero y cargó justo después del segundo, y en poco tiempo los Dementores chillaron y huyeron hacia el cielo, lejos de la mansión. La hermosa gama blanca se inclinó ante el mago que lo había llamado antes de que se desvaneciera en la nada, después de haber hecho lo que se le había ordenado que hiciera.
Severus respiraba pesadamente, todavía débil en las rodillas; casi se arrastró por los terrenos para llegar al lado de Harry, rezando con cada centímetro que logró para que Harry estuviera bien, que no había llegado demasiado tarde. En cualquier otra situación, Severus hubiera maldecido todo a la vista de que estaba tan débil, pero estaba demasiado preocupado por eso; Harry todavía no se había movido, y estaba empezando a temer lo peor.
Lo peor de todo era que no estaba preocupado por Harry porque era el hijo de Lily, o por el voto, o incluso porque Harry podía derrotar a Voldemort cuando se predijo que nadie más podría hacerlo. No, él estaba preocupado por el niño por sí mismo; todo lo que había pensado justo antes fue desterrado de su mente. Ni siquiera podía comenzar a pensar en distanciarse del niño o darle su tratamiento habitual, fresco y distante. Era peligroso para un espía acercarse a alguien, no importa Harry Potter, de todas las personas. Podría también llevar un objetivo en la espalda, pero era inteligente; era un Slytherin, si alguien podía hacerlo, él podía. Alguien necesitaba estar aquí para Harry; se estaba volviendo obvio que Sirius Black no era ese alguien. Era solo una cuestión de si Harry lo aceptaría o no.
Finalmente, diez minutos después, su túnica negra, verde y marrón, se arrastraba por la hierba y el lodo. Los elfos domésticos deben haber regado todo justo antes de que llegaran los dementores. Revisó a Harry por un pulso. Al menos él estaba respirando, pero eso no hacía que todo estuviera bien. Tenía miedo de moverlo. Cerrando los ojos, admitió la derrota; necesitaba ayuda desesperadamente. Rápidamente emitió un mensaje de Patronus y lo envió mientras bebía una poción de pimienta y una poción de alegría, que funcionaría como el chocolate y compensaría los efectos de los Dementores.
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—Antes de que todos se vayan, necesito algo de ayuda para proteger el Salón de las Profecías. Temo que Voldemort finalmente vaya a buscarlo— dijo Dumbledore, recordando de repente algo más que había mencionado.
