LUZ

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—Mamá no vas a creer lo... —

—Marco, ahora estoy ocupada y necesito silencio, luego me contarás. — replicó una alta mujer en sus cuarenta-y-tantos que escribía de manera frenética en su computador.

—Claro...— respondió el niño mientras salía de la habitación.

La madre de Marco era gerente de una empresa, trabajaba arduamente para asegurarle a sus hijos un buen futuro. Y como todos los días a las nueve de la noche, se encontraba sacando unas cuentas de la oficina de finanzas que debía entregar a primera hora en la mañana.

Afuera llovía torrencialmente, se podía escuchar el fuerte viento que azotaba las ventanas y los truenos que cada vez se hacían más seguidos.

Repentinamente y sin súbito aviso se cortó la luz.

—Mierda... — murmuró la mujer, necesitaba internet para terminar su trabajo. 

Resignada se dirigió al salón donde se encontraban sus dos hijos, Marco y Fabricio. Los niños ni siquiera se inmutaron cuando su madre llegó, ambos estaban con audífonos sumidos en un juego de su iPad.

—Chicos... se cortó la luz.—les informó.

Ellos asintieron sin levantar la mirada de la pantalla.

—Voy a buscar unas velas, si quieren puedo ir a buscar un juego de mesa para pasar el rato. —

Marco se encogió de hombros y el menor de los dos niños respondió irritado: —Mamá estamos ocupados, no tenemos cinco años. —

Dolida su madre se dirigió a la cocina, no podía creer que sus hijos prefirieran ocupar aparatos electrónicos antes de compartir con ella. A penas ese pensamiento pasó por su cabeza se dio cuenta que eso era lo que ella les había estado dando a entender por años.


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