4. El comienzo

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Capítulo dedicado a NancyCastillo25356

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Capítulo dedicado a NancyCastillo25356


—¿Qué ha pasado, Carla?

Me la había llevado a una esquina de la tienda tras asegurarme de que mi jefa ya había echado a la matona. Aún estaba nerviosa, pero al menos parecía que no le habían pegado, o al menos yo no veía heridas ni magulladuras.

—Esto me pasa por ser tan popular... —dijo en voz temblorosa mientras se levantaba del suelo y se sentaba en una silla. Estaba claro que lo decía de broma, probablemente en un intento de calmarse a sí misma. No creí que fuera engreída.

Yo me senté delante de ella, mirando a sus amigas retadoramente para que no se nos acercaran, y le hice gesto a Carla de que era todo oídos.

—Es la envidiosa de mi curso, Pamela. No puede permitir que yo saque mejores notas que ella. Es una patana, no vale ni para peluquera. Pero lo arregla todo a ostias.

—¿Y qué más? —Obviamente había más.

—Se piensa que soy una chivata. Copia en todos los exámenes, todo el mundo lo sabe. Y en el último le pillaron y no sé por qué, pero piensa que yo me chivé a la profesora de que estaba copiando. No sé cómo, porque yo estaba haciendo mi examen y pasaba de su culo completamente. Porque me llevo bien con los profesores ya piensa que me alío con ellos o algo. Es una idiota, y la ha tomado conmigo.

—Ya.

Me quedé con la impresión de que había algo más, fue una intuición, como que algo debió de pasar gordo entre ellas dos para que ahora se llevaran así. No tenía por qué, la gente a su edad es así. Pero a mí me pareció que no me lo había contado todo.

—Emmm, Carla, ¿y siempre os habéis llevado bien vosotras dos?

—No, qué va. Bueno, antes sí.

—Antes... ¿de qué?

—De...

Se calló, no me lo quería contar. Por primera vez noté que ella notó que le hablaba a un extraño. Al fin y al cabo, yo sólo era el que le ponía los batidos y las cookies de chocolate. En realidad, sólo estaba sondeando si había que llamar a la policía o no, o qué otra cosa hacer.

—Vale, vale, Carla, no pasa nada. Entonces, ¿te vas con tus amigas? ¿Llamo a tus padres?

Se quedó pensando.

—Eh... no hace falta que llames a mis padres, pero me has dado la idea de que les envíe un whatsapp y que vengan a por mí. ¡Gracias!

Se levantó con energías renovadas y comenzó a escribir, mientras decía:

—Es que Pamela tiene una banda con ella, si sigue caliente igual me está esperando. Mejor que vengan mis padres.

—Sí, es lo mejor en verdad.

—Gracias, Víctor.

Se fue con sus amigas y yo volví a la barra ahora que la cosa se normalizaba, eso y que ya me reclamaban. Ahí estaba Paco de nuevo, con la cara roja de calor y sudor, y calentando cookies en el horno. La avalancha de frapuchineras había animado la tarde.

—Oye, tío, ¿qué hacías? —me dijo, como estresado.

—Estaba pacificando la situación.

—Estabas ligando. —Ésta era la voz de mi jefa, del lado de la máquina cafetera.

—¡Que no!

Pero Paco se me acercó y me dijo en voz baja, ante la mirada controladora de mi jefa:

—Oye, tío, tú ahí triunfándola y a mí las chicas ni me miran. Bueno, me miran para pedirme cookies.

—¿Pero por qué te iban a mirar a ti pudiéndome mirar a mí? —le dije riéndome. Menos mal que él se rio un poco también.

Me puse a hacer frapuchinos a lo loco. Y algo se activó dentro de mí. Justo en el momento en que clavaba el hielo en un frapuchino de fresa, me di cuenta de algo. Me volví a acercar a Paco, otra vez ante la mirada de mi jefa que no aprobaba que habláramos cuando había trabajo, y le dije:

—Oye, tío.

Me quedé paralizado. Paco me dio un guantazo.

—¿Qué?

—Que esa chica me gusta. Voy a ir a por ella y va a ser mi novia.

—¡¿Qué?! ¡Si es menor de edad!

Me daba igual. No era tan menor. Estaría cerca de la mayoría. Supongo. Espero. Y la gente crece, no pasaba nada. Me fui corriendo a la trastienda a escribir una cosa en el despacho. Mi plan acababa de comenzar. Escribí en un papel: "Puedes esconderte aquí siempre que quieras, la tienda es tu refugio". Ya oía las voces de mi jefa, que no entendía cómo podía dejar la barra así, sin avisar, así que volví corriendo. Entre la gente vi a Carla con sus padres. A él le brillaba una calva enorme, ella era unos aros gigantes pegados a unas orejas pegadas a una mujer. Un par de personajes. Pero yo me fijé en ella, y en que se iban. Salí de la barra y le entregué disimuladamente el papel a Carla antes de que se fuera.

Cuando lo leyó, se giró para mirarme, con el rostro iluminado con una enorme sonrisa.


¿Qué os parece el comportamiento de Víctor :v?


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Amor a primer baristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora