9. Mensajes de Whatsapp

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-Al final, no te he preguntado

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-Al final, no te he preguntado. ¿Has quedado con Metallica?

-¿La chica del otro día? Sí. He quedado con ella.

-Ah, ¿y qué tal? ¿Qué tal?

-Nada. Quedamos, nos tomamos un café, y cuando le pregunté si quería que saliéramos me dijo que ella me veía más como amigo -dijo Paco, abatido.

-Espera, espera, ¿¿que le preguntaste si quería salir contigo??

-Sí, ¿qué pasa?

-¡A trabajar! -gritó mi jefa por detrás. Había gente. Había que trabajar.

Pese a todo, la miré y no parecía especialmente enfadada hoy. No más de lo habitual.

Mientras le ponía una muffin en la bandeja a Paco, le dije en voz baja:

-¡Así no se hace, tío...!

-¿Por qué?

-Si le dices eso la espantas. Le preguntaste, así tal cual, "¿quieres salir conmigo?"

-Sí.

-Mal.

Paco parecía ahora más abatido todavía. No quería deprimirlo, pero es que tenía mucho que aprender.

-Eso ni en el siglo XIX, macho.

-Joder. Pues ya me dirás tú cómo se hace.

-Mira, tío, tienes que hacerlas reír, demostrarles que se lo van a pasar bien contigo. Haz que ellas quieran estar contigo y no tú con ellas. No les pidas nada, tienen que desearlo.

-¿Pero tú no pides citas a las chicas?

-Sí, pero cuando ya estoy seguro de que me van a decir que sí. Cuando quieras te ha... -No pude continuar. Oí un golpe sordo y noté un dolor agudo en la cabeza. No pude creerme que mi jefa me hubiera pegado.

Me giré y vi su cara de loca. Tenía el cazo del hielo en la mano. Agrietado.

-Eso por no hacerme caso. Te he dicho mil veces que no puedes hablar en la barra. Y has roto el cazo del hielo, te lo voy a descontar de tu salario.

-¿Perdón? Si lo has roto tú.

-No, lo has roto tú con tu cabeza.

-Pero porque tú me lo has estrellado en ella.

-Víctor. Cállate. Y trabaja.

-Eso si no tengo sangre en la cabeza, que me pillo la baja y ahí te quedas.

-No tienes nada, que tienes un cabezón enorme. Eres un llorica.

Parecía mentira que pocas noches antes disfrutáramos de un rato tan agradable juntos. Entonces era muy diferente. Podía ser bastante más cariñosa de lo que normalmente demostraba. Aunque también es verdad que antes nos habíamos estado insultando. Yo no quería saber nada de ella, aquello ocurrió por la mezcla de enfado, necesidad de desahogo y alcohol. Pero no quería ni recordarlo. Me alegro de que sirviera para que no me despidiera, si es que iba a hacerlo. No pensaba volverlo a hacer, ni aunque me lo pidiera de rodillas.

Amor a primer baristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora