11. Ojos negros

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Capítulo dedicado a Mikuzarel

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Capítulo dedicado a Mikuzarel


Estaba muy roja cuando la miré de nuevo. Realmente creo que le dio vergüenza, más que otra cosa.

-Voy al baño un segundo -dijo.

Mientras se alejaba, pensé: hay mucha gente aquí. O se está haciendo la interesante. No está acostumbrada a chicos tan directos como yo. Hasta ahora sólo se ha encontrado con mindundis y panolis.

Saqué el sobre del bolsillo de la camisa y lo puse sobre la mesa. Cuando volvió, fue lo primero que vio, y dijo:

-¿Eso qué es?

-Ah no sé, mira a ver.

-Vale, esto era la sorpresa. No me había creído que fueras tú.

-¿Por qué?

-Porque como sorpresa dejabas bastante que desear...

No me importaba que se burlara un poco de mí, porque sabía lo que venía ahora. Ya estaba abriendo el sobre y sacando lo de dentro. Cuando vio lo que era abrió la boca y los ojos de asombro y no los cerró hasta pasado un buen rato. Yo sonreía.

-No me lo puedo creer... -dijo.

-¿Te gusta?

-Es una pasada... Está súper bien dibujado.

Era un dibujo que había hecho de ella. De una foto en la que estaba sonriente, saludando como una militar junto a un lago.

-Pero esto es de una foto mía, ¿de dónde la has sacado? Es de cuando estuve de vacaciones en Zamora.

-De tu Facebook.

-¿Yo te he dado mi Facebook?

-No, jeje.

-Vale, me siento un poco espiada ahora... Porque tampoco te he dado mis apellidos para que me busques.

-Claro que no me los has dado, Carla Márquez Aguiló.

-Ehm vale, ¿cómo sabes mis apellidos?

-A ver, Carlita, te lo explico, no es nada raro. Es muy sencillo. No sabía tus apellidos. Lo único que tenía tuyo es tu teléfono. Y no sé si sabes que si pones un teléfono en Facebook, te dice de quién es. Y como tú tienes el Facebook abierto para todo Cristo, te he encontrado y he podido mirar todas tus fotos a ver cuál me gustaba más para dibujarla. Es tu culpa que has puesto tu teléfono en Facebook y que tienes tu cuenta abierta para todos.

-Ah vale, ya me quedo más tranquila. Pues sabes, si te digo la verdad yo también te he buscado en Facebook, pero lo único que se me ocurría poner es "Víctor Starbucks Valencia", fíjate qué tonta. Evidentemente no te he encontrado. Si hubiera sabido lo del número de teléfono...

-No me habrías encontrado, no lo he puesto. Pero agradezco el interés.

-Ah vale, jaja. -Y bajó de nuevo la vista hacia el dibujo-. Jope, está muy bien. Dibujas súper bien. Deberías dedicarte a esto.

-¿Qué quieres, que me muera de hambre? Jaja.

-Bueno, ¿qué hacemos ahora?

-Yo tengo que trabajar en una hora, si quieres te acompaño a casa. O adonde quieras.

-Vaya, no sabía que te tenías que ir. Vale, pues acompáñame a casa.

Sí, me tenía que ir, otra gracia de mi jefa. Tenía una puntería enorme para ponerme horas.

-Oye, ¿y por qué no voy al Starbucks contigo? Quería quedar con mis amigas para ir ahí. ¿Voy y me haces tú el frapuchino? -dijo con una sonrisa traviesa.

-Como quieras, yo tengo que ir ahí sí o sí, o sea que...

Definitivamente lo de esquivarme el beso había sido un reflejo, esa chica estaba loquita por mí. Lo notaba muy intensamente, en cada cosa que decía, en cómo la decía, en cómo me miraba. Y me encantaba. Todo de ella me encantaba. Trataba de mantener mi papel de chico que controla la situación con una chica, pero por dentro era un manojo de nervios y me costaba no caer rendido a sus pies.

Fuera todavía había algo de luz de la tarde.

-¿Y cuáles son tus apellidos para buscarte en Facebook?

-Esta noche te agrego, no te preocupes.

-Ay, es verdad, ¿por qué no me has agregado antes? Si ya me habías encontrado.

-No quería que supieras antes de tiempo que soy un acosador...

-Jajaja.

Nos paramos en un portal cerca del Starbucks para despedirnos, al menos hasta vernos dentro, ya como barista y clienta.

-Oye, Víctor, una cosa. Me dijiste que la sorpresa tenía fecha de caducidad y que por eso no me la podías dar otro día. -Y, mirando otra vez el dibujo, añadió-: Pero esto no tiene fecha de caducidad. Lo voy a guardar siempre.

-Es que no lo entiendes, Carlita. Si es algo nuestro no quiero que tenga fecha de caducidad.

Me acerqué a ella, nervioso porque ya me había esquivado un beso. Sin embargo, ella se acercó también y estiró las piernas para estar a mi altura. Me dio un beso relámpago en los labios y se apartó. Apenas tuve tiempo de reaccionar. Cuando quise retenerla con mis brazos para besarla más, ya se estaba alejando.

-¡Me voy a buscar a mis amigas, luego te veo en el Starbucks! -dijo, sonriente.

Y se alejó sin dejarme ni contestar.

Más tarde, estando yo ya trabajando, apareció con sus amigas. Yo estaba empanado, en una nube. No entendía nada de lo que pasaba en el mundo.

-Un frapuchino de chocolate como a mí me gusta -me dijo con la sonrisa más sincera que había visto jamás.

-Yo también me alegro de verte. -Me sentía feliz, y se me cayeron las monedas que me dio. Me daba igual. Ahí en el suelo se quedaron. Sin parar de sonreír y mirarla a los ojos, le dije:

-¿Una cookie también?

-Sí. Me la pones y me la calientas.

Para mí sólo existían sus preciosos y brillantes ojos negros en ese momento. Esos ojos que me perforaban el alma.


¿Qué os parece el regalo que le ha hecho? Bueno, ya me vais contando.

Tengo un problema con los guiones, no paran de hacerse pequeños cuando yo los hago largos >:c


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Amor a primer baristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora