Capítulo 19: Rabia Contenida.

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CAPÍTULO 19

Rabia contenida.


El silencio era un aliciente, era incómodo, sin dudas, pero Jason prefería eso ante que el discurso de reproches o advertencias. Se pasó todo el trayecto a casa sin mirarlo, observando el paisaje desde la ventana, recostado sobre su brazo y bufando a cada rato por no saber cómo canalizar tanta bronca contenida. El camino hasta la mansión era largo. Una carretera sinuosa de cerradas curvas en medio del bosque. El hogar de los Wayne estaba retirado de todo y de todos, pero se alzaba majestuoso por encima de los árboles, y las vistas de Gotham eran espectaculares. Podías contemplarla o, mejor dicho, vigilar aquella ciudad desde las alturas. Incluso parecía hermosa en la distancia y el amparo de esos muros de piedra. Al llegar a la gran puerta de entrada Bruce abrió la boca por primera vez en todo el trayecto. Se había pasado todo ese tiempo meditando el castigo por los actos de Jason. Le había advertido hasta en dos ocasiones que, si volvía a agredir a alguien en el instituto, las consecuencias serían nefastas; y un Wayne siempre cumple sus promesas. No podía echarlo a la calle, él no abandonaba a su familia. Pensó enviarlo al Anapurna, a un templo en medio de las montañas del hielo donde él pasó gran parte de su juventud, pero... en cierta manera, no quería alejarlo de su lado. Así que le quitó a Jason lo único que le importaría que le arrebataran.

—No patrullarás hasta nueva orden. Ni conmigo, ni sin mí. Yo no te entreno para que utilices mis conocimientos contra tus compañeros de clase.

Jason escuchó el castigo impartido y se dio media vuelta con la mirada desencajada.

—¡¿Qué?! ¡No puedes quitarme el patrullaje! —se quejó en voz alta—. Es lo único para lo que soy bueno, para lo que soy útil. —Relinchó los dientes embravecido—. Yo cumplo con mis deberes, tengo buenas calificaciones, entreno todos los días. ¿Sólo porque mandé a algunos al hospital me vas a prohibir de hacer lo que mejor se hacer? ¡Es una estupidez! Ya dije que esta vez yo no los provoqué. ¡Fueron ellos!

Bruce cerró la puerta del coche de tal manera que todo el auto se movió con el impacto. Dio la vuelta al mismo para encarar a Jason.

—No se trata de hacer lo que mejor sabes hacer, Jason —alzó la voz—. Se trata de hacer lo correcto, y a veces, por imposible que te parezca, eso no implica enviar menores al hospital. —Empezó a caminar hacia la mansión—. Acatarás mi orden y te quedarás en casa hasta que puedas regresar al Instituto.

—¡Bien! ¡Pero lo único que conseguirás es desaprovecharme encerrado aquí dentro! —le gritó imitando el portazo y corrió hacia las escaleras para sobrepasarlo e irse directamente a su cuarto.

Jason iba a seguir de largo, pero en cuanto vio al mayordomo en la entrada esperándolos para recibirlo, detuvo abruptamente su corrida y comenzó a caminar de manera lenta, bufando otra vez. Siempre había sentido un enorme respeto por ese hombre y le tenía mucho aprecio. Era una persona con la que se podía contar y que estaba cada vez que lo necesitabas. A veces era más confidente que Bruce.

—Hola, Alfred —saludó con respeto—. Al parecer seremos solos tú y yo por un largo tiempo. —Siguió su camino hasta su cuarto y volvió a cerrar la puerta duramente.

Wayne se quitó el abrigo y se lo dio a su mayordomo, que como siempre, les esperaba en la recepción de la mansión.

—Alfred, ve a coserle la ceja y... que no salga de casa. Pon la mansión en modo confinamiento cuando me haya ido.

—¿Patrullará esta noche, señor?

—No, no esta noche viejo amigo. —Bruce le puso la mano sobre el hombro. A veces, en contadas ocasiones, buscaba el apoyo de su mentor, aunque no siempre lo conseguía.

No te enamores de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora