Capítulo 12: Vaya mierda de distracción.

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CAPÍTULO 12

Vaya mierda de distracción.


Un par de horas después de haber caído bajo los efectos de un sedante, Bruce empezó a abrir los ojos lentamente. Estaba oscuro, distinguió el techo de su habitación tallado en madera de roble y acarició las suaves sábanas de seda de su cama. No le dolía nada, así que no había estado inconsciente, tan solo se había quedado dormido. Necesitaba aquel descanso como el sediento necesita el agua en el desierto. Cerró los ojos e intentó recordar... Alfred... la bebida... Hal... El Spellanita... Superman... Hal. Miró a su alrededor, buscándolo.

Hasta que lo escuchó entrar.

El Linterna abrió sigilosamente la puerta mientras con una mano sostenía una bandeja con un par de tazas, una tetera preparada con el más fino té y algunos tentempiés para esa noche. Entró con cuidado a la habitación para evitar despertar a quién yacía dormido. Y ahí lo vio. Sus ojos más descansados mirando alrededor del cuarto hasta que se cruzaron. Hal vestía de civil, había estado conversando con Alfred un par de horas mientras le ponía al día de la condición de Bruce y se quedó hasta esperar que despertara. También estaba agotado, pero podía permitirse estar despierto unas cuantas horas más. La costumbre de dormir a cualquier hora y en poca cantidad le adaptaban al mal trato del sueño.

—¿Cómo te sientes? —preguntó caminando a su encuentro y dejó el recipiente con las cosas sobre el buró que tenía la habitación—. Me dijo Alfred que no has estado comiendo ni durmiendo bien. —Sirvió las dos tazas de té y volvió hasta el millonario. Dudó unos instantes que hacer, si sentarse en la cama o no. Optó por apoyar la bandeja un instante sobre el colchón e ir en busca de una silla para sentarse cerca—. No me la niegues. Bebe y come algo para recuperar fuerzas. —Le ofreció la taza en un platillo.

Bruce cogió un gran almohadón y se lo puso en la espalda. Así estaría un poco incorporado sin esfuerzo. Tomó la taza sin demasiadas ganas, pero dio un par de sorbos.

—Mmmm. —Casi había olvidado lo bueno que estaba el té de Alfred. Traído directamente desde la vieja Gran Bretaña—. Es delicioso, pruébalo —animó a Hal a que él también se deleitara el paladar con el líquido caliente—. Siéntate aquí. —Picó con la palma sobre las sábanas, justo a su lado—. Explícame cómo nos deshacemos de ese cabrón spellanita y luego te contaré yo también los avances que he hecho. —Ya tendría tiempo después de darle la charla a su mayordomo, aunque dudaba que surgiera efecto, pues Alfred siempre hacía lo que creía más conveniente para su pupilo, sin importarle lo más mínimo la opinión de éste.

Hal aceptó la invitación y con taza en mano se sentó a su lado. Bebió un largo sorbo de su té y miró la infusión con delicia. En verdad sabía muy bien. No estaba acostumbrado a beber esos brebajes, pero no podía negar que el agua pintada tenía un excelente sabor.

—Bueno, el Spellanita no es un gran problema si evitas que te toque. En sí no tiene ningún otro poder o habilidad más que su asombroso poder mental. —Señaló su cabeza a modo de graficar—. Ahora, nuestro inconveniente son los aliados de los que se ha hecho con los parásitos implantados. Hay un par de maneras para deshacernos de éstos y no son muy bonitas. Debemos volver el ambiente en donde viven... inhabitable. De esa forma los obligamos a salir. La otra forma es hacer una pequeña intervención a modo de rayo láser, justo en donde su ubica el parásito.

—¿Atravesar con un láser el cráneo de Superman? —musitó—. No lo creo posible.

—Ahí radica el problema. Superman es impenetrable.

Bruce rió maliciosamente mientras se llevaba un bocado a la boca.

—Yo tengo una manera de romper el control mental que ejerce en Clark. —Pasó su brazo por detrás del hombro de Hal.

No te enamores de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora