Capítulo 9: Choque de trenes.

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CAPÍTULO 9

Choque de trenes.


Aquella fue una noche caótica de sexo desenfrenado que acabó con dos cuerpos exhaustos temblando sobre las carísimas sábanas. Era justo el desahogo que Bruce había necesitado, aunque no sabía si para el Linterna había supuesto lo mismo. El murciélago debía volver. Había muchos misterios que resolver y pocas pruebas. Iría a la baticueva a ver si Alfred ya tenía los resultados de las muestras y el análisis espectral de los restos del incendio. También quería repasar las cámaras del batplane que grabaron la explosión del volcán.

Volvía a sospechar de todo y de todos nuevamente.

Miró a su lado y vio a Hal dormido. Su cuerpo moreno ocupaba casi toda la cama de un blanco inmaculado y hacía resaltar su belleza. Le gustaba como era él mismo cuando estaban juntos. Hal le hacía sentirse más humano y menos una máquina planificadora de resolver catástrofes.

Sus dedos se pasearon por aquel cabello rebelde y le apartó un par de mechones de la cara.

Aquel rostro era hermoso.

No quiso despertarlo. Se levantó de la cama, se vistió, y ya en la recepción del hotel lo pasó a buscar un coche de la empresa.

El cuerpo de Hal reposaba tranquilamente, descansando y reparando sus energías y emociones. Había sido una noche intensa en muchos sentidos. Sintió que lo perdió todo, todo lo que tenía. No era mucho, pero era suyo e importante. Muchos recuerdos donde antes consideraba que era su refugio. Y lo peor de todo... por un amigo. Eso era lo que las pistas indicaban. ¿Por qué otra razón habría ADN Kryptoniano en su casa? Además, que todas las pruebas demostraban que había sido intencionado. Suspiró tranquilo, sintiendo que había dormido más de lo acostumbrado y fue abriendo lentamente sus ojos. La sombra de alguien enorme parado delante suyo le llamó la atención, y todos sus sentidos se pusieron alerta. No tardó mucho en reconocer la figura de Superman parado a tan solo centímetros. Éste saltó sobre la cama y apretó con fuerza su cuello en un terrible ahorque asfixiante.

—¡Clark! —lo llamó con la voz ronca, lo que podía permitirle hablar el apriete en su garganta—. ¡Tú no eres así! ¡No matas! —Sintió como la vista se nublaba e iba perdiendo la conciencia. Intentó usar la mano de su anillo y el reportero se lo retiró con velocidad.

—Es inútil —dijo con el rostro totalmente impasible—. Acepta tu muerte, Hal.

Y la falta de oxígeno se hizo tan necesitada que comenzó a patalear, a intentar oponer resistencia. Sus manos estaban sobre su cuello, queriendo hacerse un hueco para respirar. Y súbitamente sintió que todo se ponía negro y se sumergía en una absoluta oscuridad. De repente, Hal saltó de la cama todo transpirado, con el aire fuera de control. Tomando enormes bocanadas para respirar. Instintivamente se llevó una mano al cuello y le pareció que aún persistía la sensación del ahorque. Agitó un poco su cabeza y deslizó sus cabellos hacia atrás. Una pesadilla. Una maldita y jodida pesadilla. Se serenó unos instantes. No tenía miedo. No al menos a la muerte, sino lo que podía sucederle a los que quedaran aún vivos. Tenía que resolver el misterio. Si realmente Superman había intentado matarlo y si solo era a él, o era el comienzo de algo más grande.

Miró recién a su lado donde había quedado tendido el murciélago, y un sinfín de imágenes de ellos dos follando hasta el amanecer, le inundó los recuerdos. Sonrió tontamente y acarició las sábanas. Se había marchado y el lugar estaba frío. Supo que había sido quizás hacía horas. De aquella manera dio a parar con la carta que le había dejado y se dispuso a leer.

"No he querido despertarte. Dormir te irá bien, aunque ya sean las nueve de la mañana. Quédate el tiempo que necesites. La habitación está a tu nombre por un mes. No te preocupes por el dinero, el hotel es mío, así que no tengo que pagar nada por ella. Te he dejado sobre la mesa una tarjeta de crédito por si necesitas cualquier cosa. Mis abogados ya están reclamándole al seguro los daños por el incendio.

No te enamores de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora