Capítulo 14: Opción razonable: Descartada.

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CAPÍTULO 14

Opción razonable: Descartada.

Bruce dejó suavemente sobre las sábanas, acariciando con sus dedos los suaves brazos del Linterna, hasta llegar a sus magulladas manos. Le complacía que aquel hombre compartiera las heridas de guerra con él. Le resultaba atrayente que sus cuerpos compartieran esos momentos íntimos al igual que compartían las batallas en las que se confiaban sus propias vidas. Porque, al fin y al cabo, de eso se trataba: de confianza. Y Bruce confiaba en Hal, todo lo que puede hacerlo un hombre como él. Recorrió su mandíbula con un camino de tiernos besos. En cierta manera, aquella barba incipiente le causaba cosquillas en los labios... en la lengua. Bajó hasta el cuello, donde lo lamió suavemente, sin humedecer la zona, disfrutando del goce ajeno, tanto como el suyo propio. Siguió por la mandíbula, descendió hasta el pecho fuertemente forjado, pues el Linterna se mantenía en una estupenda forma física. No quiso hacerlo, pero inconscientemente, acabó atrapando entre sus dientes uno de aquellos apetecibles pezones que le llamaban diciendo "Cómeme". Y así lo hizo. Primero uno. Después el otro. Se entretuvo en sus abdominales. Pequeños montes marcados a fuego, paseando con sus dedos, palpando la rugosa superficie. No se apuraba. No había prisa. Las cortinas blancas de gasa ondeaban con la suave y cálida brisa del mar mientras los rayos lunares se adentraban en la habitación dotando a aquel momento de la magia que requería. Se alzó, sentado a horcajadas sobre él y se quitó la camiseta lentamente, para lanzarse a besar aquellos labios ardientes, fundiéndose en un poderoso abrazo perturbador.

Hal sintió a ese hombre sobre su cuerpo sin generar peso alguno, percibiendo como el calor que emanaba lo relajaba. Últimamente tenía esa necesidad de mantener la temperatura, de taparse o cubrirse con tal de sostener el calor. Pero ahora no había necesidad, con unos simples y delicados besos, con esa lengua seductora que jugaba sobre su pecho, el fuego en su interior se fue encendiendo como una llama a la que se la aviva con el soplido del viento. Tiró su cuello hacia atrás, aligerando suavemente su respiración cuando sus pezones fueron atacados. Sus manos viajaron hasta las hebras negras y las tomó ligeramente entre sus dedos, marcándole con aquel gesto que eso le gustaba. En cuanto vio que se incorporaba para quitarse la remera, centró sus ojos en ese cuerpo lleno de cicatrices, y notó una zona especial amoratada de un color violáceo y verdoso. No pudo mencionar nada porque sus labios fueron devorados y tomados con demasiada necesidad. Una necesidad que Hal también compartía. Dejó que su boca fuera invadida a gusto y gruñó en medio de ese beso por el placer que le generaba. Mordió cuanto labio tuviera al alcance e introdujo su lengua lo más profundo que pudo, como queriendo obtener de ese beso tan fogoso la esencia del otro. Se quejó un poco por el fuerte abrazo que le propinaba y tomó un par de bocanadas de aire para permitirse respirar. Jamás lo había abrazado o correspondido un abrazo. Era la primera vez. Y era muy intenso, como todo lo que rodeaba al caballero de la noche.

—Tu hombro. Eso fue lo que te lesionaste —dijo llevando sus labios al mismo, dejando un recorrido de besos, envolviéndolo con sus manos—. Y cargabas peso conmigo —susurró encantado, admirando a ese mortal, a su fuerza de voluntad y su tolerancia.

En ningún momento había hecho una mueca de dolor o se había quejado por su lesión, y eso encendía más al piloto. Volvió a tomar su boca, suavemente y deslizó la diestra sobre su marcado abdomen continuando un camino descendente, presionando con la yema de sus dedos hasta llegar al borde del pantalón. Coló su mano por debajo de la prenda y no se precipitó en sus acciones, simplemente llegó hasta tocar el vello púbico y acarició el mismo, puramente jugando con la ingle, imaginándose más allá de lo que podía llegar a tocar.

Bruce se dejó hacer. No le importó que le besara el hombro lastimado. No le importó que sus manos tocaran su piel de aquella manera tan íntima. Normalmente, no dejaba que nadie le hiciera algo como aquello. Las noches de sexo de Bruce Wayne se limitaban a echar un polvo en algún sitio bonito, fuera de su mansión, de sus dominios. Podía ser con alguna mujer u hombre guapos, a veces con ambos a la vez, pero siempre con un cerebro que no cuestionara que sus cicatrices no podían ser causadas por practicar deportes de riesgo. Él casi nunca dejaba que lo tocaran. Normalmente, no les daba tiempo ni para pensar. Sólo para sentir. Para sentir lo privilegiados que eran por acostarse con Bruce Wayne, porque él fuera suyo, aunque fueran por unos instantes de placer. Sexo vacío con personas que no significaban nada. Nombres olvidados en la extensa lista de amantes del magnate. Con Hal era diferente. Lo empujó suavemente para que su espalda se recostara sobre la cama. No quería hacerle más daño del que ya estaba soportando. Bajó hasta las caderas, donde besó el camino en el que se unen pierna y tronco. Después besó los testículos, lamiéndolos, a la vez que sus dedos jugaban con la entrada, sin penetrar en ella. Cuando sintió que su amante arqueaba la espalda, engulló la polla hasta dentro, apartando los dientes con cuidado, a la vez que su lengua jugaba con el glande palpitante y sus manos lo ayudaban en el exquisito vaivén.

No te enamores de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora