2 Jared Rivera

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La mansión Rivera Mondragón se deslumbraba por la belleza y poder que desprendía, Don Benjamín esperaba con ansias la llegada de su único nieto, hace años que aquel lugar se había marchitado sin la presencial de la juventud.

Muchos años atrás reinó la alegría y jovialidad en la mansión Rivera, ahora solo había tristeza y soledad. Cuando su única hija se marchó de casa todo se volvió caos, después la muerte de su amada esposa y por último el quedarse solo fue lo peor, hasta que descubrió que su nieto estaba en la cárcel y decidió ayudarlo.

— ¿Y bien, dónde está Oliver ? — preguntó Benjamín.

La puerta de la mansión se abrió dando paso a un joven en sus veintitantos, Oliver tuvo un miedo indescriptible al estar en presencia del hombre del que nunca tuvo conocimiento alguno.

— Te pareces tanto a tu madre, te puedo decir que cometí el peor que un padre pudo hacer — dijo Don Benjamín.

¿Entonces su abuelo se estaba disculpando por no estar en su vida?

— Señor yo... — dijo Oliver con vergüenza.

Su ropa estaba sucia, su mirada perdida y cansada, ya era noche por lo que Don Benjamín pensó en que sería mejor dejar descansar a su nieto.

— Es mejor que vayas a dormir, Inés preparará tu habitación — dijo Don Benjamín.

La ama de llaves llego ante el llamado de su patrón, Charly prefirió marcharse y dejar a Oliver descansar. El muchacho miró a su abuelo esperando que hubiera un abrazo o un reencuentro dramático como sucede mucho en las novelas.

Inés sonrió, el joven le parecía tierno y delicado aunque sucio y con algunas marcas en sus brazos que arrugaron su corazón al pensar en lo que habría tenido que vivir Oliver.

— Tranquilo, Don Benjamín te va proteger — dijo Inés — lo llevare a la habitación que se encuentra a su disposición, su abuelo tenía la esperanza que aceptara estar viviendo con él algún día.

— ¿Entonces él sabía que aceptaría? — preguntó Oliver.

Inés asintió, no dudaba en creer que cualquiera en la posición de Oliver aceptaría la ayuda de un familiar que nunca había conocido. Todo era por interés al principio.

— Cuando uno tiene la oportunidad de abandonar el infierno, lo acepta sin dudar — dijo Inés — ¿O es que siente algún afecto hacia Don Benjamín?

Oliver negó, realmente no sentía nada por el hombre que lo estaba ayudando. En muchas ocasiones se deslumbraba con las historias de los reencuentros familiares y la manera tan mágica y dramática en la que el/la protagonista se encariña rápidamente.

Él no sentía eso, solamente un sentimiento de gratitud.

— No se preocupes, nunca lo conoció — dijo Inés — ahora tendrá la oportunidad de hacerlo y quererlo, solo le pido que no lo decepcione.

Eso era lo que aterraba a Oliver, la idea de decepcionar al hombre que le estaba brindando una nueva oportunidad de vivir. Quería demostrarle a Benjamín Rivera el hombre que era, lo haría.

— Se me olvidaba niño Oliver, si llega a necesitar algo estarán a su disposición todos los empleados de la mansión y de ninguna manera le pueden faltar al respeto — dijo Inés — igual hay ropa que su abuelo mandó comprar para usted joven, para que se de un baño.

Oliver asintió, Inés se marchó de su habitación dejándolo solo. Ya no le espantaba la soledad como una lo hizo, ahora era una de las compañías que le encantaban.

Sin CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora