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No estaba seguro de qué era exactamente lo que sucedía, pero estaba seguro que algo sucedía. De la noche a la mañana, literalmente, algunas personas habían empezado a hablar de él, no, no cosas malas ni nada parecido... de hecho no sabía exactamente qué era lo que hablaban de él pero esos escenarios en las películas o dramas, cuando las personas empezaban a murmurar alrededor de una persona y ésta fingía no darse cuenta... Era exactamente su caso. Nadie se cortaba intentando disimular.

La única persona que podía darle el chisme completo llegaba tarde a la escuela, como de costumbre y no respondía el teléfono, como de costumbre. Bambam era su mejor amigo desde que ambos se conocieron en primer semestre, no hace mucho pero el tiempo que llevaban conviviendo era suficiente para conectar y estar seguros que podían contar el uno con el otro. Aunque a diferencia de él, Bambam era el que siempre se metía en problemas y se enteraba de primera en el chisme de la semana, por lo que le resultaba demasiado extraño que no le hubiese dicho nada ¡Era su mejor amigo! ¡Debía atender el dichoso teléfono! O debió hacerlo antes de que el profesor lo viera intentar abrir un par de mensajes que le llegaron de repente del susodicho y decidiera confiscarlo, como una maldita broma.

− ¡Ahí estás! ¿Por qué no me has respondido? – Bambam lo abordó cuando salió del salón apenas se terminó la primera hora, parecía un poco desvelado pero nada de eso le impedía verse bien, aun si parecía tener algún asunto urgente entre manos. ¿Y si se trataba de él?

− Eso debería preguntarte yo a ti. El profesor me confiscó el celular cuando me llegó tu mensaje, voy a tener que ir a dirección por él cuando terminen las clases −. Se quejó, cruzándose de brazos mientras pensaba en lo fastidioso que sería tener una charla con el director y cualquier otro alumno al que le fuera confiscado el celular en el trayecto del día.

− ¿Así que aún no lo has leído? – Yugyeom observó a su pelirrojo amigo, aunque era cabello tintado. Parecía un poco serio y siendo honesto, al más alto le daba miedo ver a su amigo con tal gesto en el rostro.

− No, aun no −. Recordando el asunto de los murmullos y de los demás estudiantes observándoles, decidió acercarse un poco más al tailandés para preguntar. − ¿Sabes lo que sucede? Desde la mañana parece que me he vuelto un bicho raro.

− Lo sé muy bien, amigo mío −. Antes de poder decir algo más, el campo de visión de Yugyeom se enfocó en la silueta detrás de su amigo, Jisoo. Sus miradas habían chocado, así que ella saludaría y él también, como siempre que se veían, ella saludaría primero porque era mayor y le daría a él la confianza para hacerlo, entonces ambos sonreirían y seguirían cada uno por su lado.

Ella no lo hizo. No lo saludó, no le sonrió. Simplemente decidió dejar de verlo y seguir su camino. No había ternura en su mirada, más bien parecía molesta, aunque sus dulces facciones no la delataran del todo.

− Es-Esto es malo. Es muy malo, Jisoo acaba de ignorarme −. Le susurró a su amigo con un tono de urgencia mientras lo tomaba de sus hombros y comenzaba a sacudirle, necesitaba respuestas y ese chico aún no se las daba.

− ¿Ya le dijiste que te gusta y que quieres invitarla a salir?

− No, no, aun no. Primero debo saber por qué me rechazará cruelmente −. Fijo los ojos en los de su amigo, implorándole la respuesta que sabía se guardaba por el simple gusto de saberse conocedor de algo que él no. − ¡Dímelo ya! – Lo sacudió de nuevo, desesperado porque la guerra de miradas entre ambos ya había durado más de dos segundos.

Juraría que en otro momento, mejor dicho, antes de que Jisoo lo ignorara, de haberlo visto reír de esa manera se sentiría aliviado al darse cuenta que no era algo serio, pero no era el caso. La risa burlona de su amigo lo estaba sacando de quicio, más aún al notar que lo disfrutaba y parecía tener intenciones de seguir disfrutándolo hasta que su paciencia se agotara.

− ¡Bam! – Exigió, aunque más parecía una súplica desesperada.

− De acuerdo, de acuerdo, mi gran amigo. Te lo diré −. Aseguró, abriendo la boca, siendo fijamente observado por el más alto. Cerró la boca, volvió a abrirla, notando que su amigo separaba sus labios también. La cerró y escuchó el chillido nuevamente de Yugyeom reprochándole su mala actitud y acusándolo de cualquier cosa que le fuera a suceder por el resto del día, de la semana y de los siguientes años hasta su prematura muerte. ¿Prematura? Por supuesto, aseguraba desde ya que Bambam terminaría matándolo con una burlona sonrisa en la boca, como la que tenía ahora al verlo salir de sus casillas y sin poder hacer algo al respecto.

Media hora después, luego de haber convencido a Yugyeom de saltarse la segunda clase, ambos decidieron sentarse en la cafetería para comer algo mientras charlaban al respecto, pues Bambam ni siquiera había alcanzado a desayunar para poder llegar a tiempo a la segunda hora. Desde el primer momento que su amigo empezó a hablar, Yugyeom había sentido ganas de escupir el tazón de ramen que había comprado. ¿Qué él qué?

ManipuladorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora