Capítulo 1

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Luego de unos cuantos meses de no escribir, aquí me encuentro nuevamente recorriendo amarillentas hojas con una pluma en mano, escribiendo mi historia, aunque no sepa muy bien para qué. Tal vez para recordar mis errores con lujo de detalles aún cuando ni mi nombre sepa o sólo como una ineficiente forma de terapia.

Aunque escribiera un millón de páginas y siguiera escribiendo en las paredes a falta de estas, la ira que siento bien adentro, la ira que intento que nunca salga a la luz, estará allí sin importar qué. Se resigna a desaparecer.

En los meses ausentes en este cuaderno, sólo sufrí torturas y lecciones de parte de mi padre y de Bellatrix hasta el cansancio. Crucios una y otra vez que hacían que mi cuerpo se retorciese de dolor como también lecciones para manejar el arte de la aparición antes que mis compañeros de curso.

No tuve las fuerzas suficientes como para hacer otra cosa que no fuera realmente necesaria hasta esta noche en la que mi insomnio me mantenía despierta y las torturas habían cesado temporalmente.

Ya no podía dormir, ni siquiera cuando mi cuerpo dolía hasta la última parte de mi ser y éste me lo pidiera a gritos. Mi cabeza iba a mil por hora todo el tiempo, pensando en un millón de cosas a la vez, reviviendo las atrocidades que había cometido e imaginando todas las vidas que mi padre y yo haríamos miserables en el futuro.

Mientras sostenía en mis manos el colgante que Sirius me había dado, recordaba lo que había pasado en quinto. Parecía como si hubieran pasado milenios de eso, como si hubiera sido otra vida. Pero no, eso había sido hacía sólo unos meses atrás.

Sabía que había defraudado a Sirius. Era consciente de que si él hubiera estado en mi lugar se hubiera negado rotundamente, aunque supusiera el inminente fin de su vida. No le hubiera importado en lo más mínimo. Sin embargo, yo era una cobarde; no podía hacerle frente a la muerte. Había tantas cosas que ansiaba ver y tantas otras por descubrir que mi apego a la vida fue más fuerte que mis convicciones o que la poca valentía que me quedaba. Estar con mi padre no era lo correcto, pero era lo único que me quedaba.

Mirando por la ventana el verde patio de los Malfoy, recordé que las vacaciones iban llegando a su fin y con ello venía el inicio de otro año escolar. Esos meses que había estado en Hogwarts habían sido de lo peor pero en esa casa, en la Mansión Malfoy, estaba con el mismísimo diablo y ni Dumbledore ni nadie podían defenderme de aquello. Después de todo, el monstruo de mis pesadillas es mi propio padre.

Los secuaces de mi padre habían llevado a cabo un ataque contra los muggles hacía poco: destruyeron un puente con gente aún cruzando en él, sin que ellos pudieran ver qué estaba pasando y también secuestraron al viejo Ollivander, quién sabe para qué.

Yo no era la mano derecha del Señor Tenebroso y no tenía conocimiento del plan en su totalidad y a esas alturas no sabía si sentirme aliviada o alterada por ello; no sabía si yo le era importante o prescindible. Por eso no podía fallar en mi misión.

Me alejé de la ventana y tomé mis prendas para guardarlas lentamente en el baúl mientras las doblaba.

Ése año, debía volver a ser la marioneta de Voldemort pero ahora sería con la marca que indicaba a aquel que viese mi brazo izquierdo que le pertenecía a él, al Señor Tenebroso.

Me había vuelto parte de su selecto séquito, debía ser el títere que entretuviera a Harry Potter para que no estuviera indagando en cosas que no le incumbían y distraerlo del plan que se estaba llevando a cabo bajo su nariz, como también asegurarme de que el mismo tuviera éxito. Y sin mencionar que debía lograr lo nombrado sin que se supiera mi identidad ni mi doble lealtad: debía permanecer en las sombras, ser el arma secreta de mi padre.

La hija de Voldemort: Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora