Capítulo 26

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No pude comer ni un bocado en la cena: sentía todo el tiempo náuseas. En su lugar, estuve caminando en círculos en la Sala de Menesteres preguntándome qué pasaría si el armario no funcionaba a último momento o qué pasaría si alguien nos encontraba camino a la Torre de Astronomía. ¡Mierda! Tal vez más de una persona moriría esa noche, pensé. Debía estar preparada para lo que fuera pero se dificultaba sabiendo que no sabía ni la mitad de los posibles futuros que me deparaban. Que nos deparaban, mejor dicho; no estaba sola en esto.

Finalmente, cambié mi túnica por ropa muggle y dejé la varita en el bolsillo de mi sweater. Al llegar a la Sala de Menesteres, tuve que respirar varias veces bien hondo para poder disimular mis nervios. No era como si no hubiera asesinado a nadie ya, no era inocente. Sin embargo, ¿matar a Dumbledore? Se sentía irreal. Mataría a uno de los más grandes hechiceros de la historia. Yo, la mismísima Theodora Riddle. Tal vez, por una vez en nuestra corta interacción, padre estaría orgulloso de mí. Mucho no me importaba tampoco. Lo que más importaba era que Dumbledore terminaría muerto sin dudas. Con ése pensamiento en mi mente, sentí la adrenalina recorrer mi cuerpo y una inexplicable emoción.

Luego de que ese sentimiento decreciera un poco, estuve a punto de pronunciar el hechizo para traer a nuestros aliados mortífagos cuando sentí una mano en mi hombro derecho. Miré por sobre el mismo, lista para tomar mi varita y al voltear mi cabeza hasta el lado opuesto, exhalé. Era Malfoy.

- ¿Tienes las fuerzas como para hacerlo tú? - pregunté secamente. Él sólo asintió -. Bien. Tú ve adelantándote en caso de que haya un duelo. Yo los llevaré hasta la torre -. Él no parecía seguro y se quedó inmóvil. Le ordené que fuera y antes de que saliera de la sala, le recordé: - No me llames por mi nombre, ¿entendido?

Él otra vez asintió y al cabo de unos segundos, se fue a paso acelerado. Aunque sus puños estuvieran cerrados, podía ver que sus manos temblaban.

Por último, me puse la capa de mi madre en caso de que alguien me viera. No quería usarla con ese objetivo, pero así eran las cosas. Así debía ser.

Sólo entonces pronuncié el hechizo y abrí la puerta del armario. Humo negro salió de él y Bellatrix junto a Greyback y otros mortífagos que la acompañaban salieron de ahí dentro.

- Síganme - les indiqué. Ya era hora. No había vuelta atrás.

Harry:

Dumbledore, luego de ver el recuerdo de Riddle, me había pedido ayuda para destruir a Voldemort y me llevó hasta una cueva para conseguir un horrocrux. Ya habíamos vuelto a Hogwarts pero el profesor me preocupaba. Las cosas se habían complicado.

Volvimos a duras penas del ataque de Inferis en ese lúgubre lugar, pero lo conseguimos. Conseguimos el guardapelo. Sin embargo, el profesor se veía terriblemente mal. Sugerí llevarlo a la Enfermería y él se negó. En cambio, pidió por Snape. No sabía si estaba totalmente consciente de su pedido, pero aún así estaba dispuesto a hacerlo. De repente, se escuchó un sonido.

- Escóndete abajo, Harry. No hables ni te dejes ver por nadie sin mi permiso. Pase lo que pase es imperativo que te ocultes abajo. Harry, haz lo que digo - dijo rápidamente -. Confía en mí.

Hice lo que él me pidió: me escondí en el piso siguiente a donde estábamos de la Torre de Astronomía, pudiendo verlo todo por entre la estructura del piso similar a una rejilla. Al ver quién había entrado, me dije a mí mismo que debía de haberlo sabido. Debí haber sido más rápido. Debí haber evitado que Draco saliera de la Enfermería.

- ¿Con quién está? - demandó saber Malfoy, aún con la varita en alto -. Lo escuché hablando.

- Suelo hablar solo en voz alta. Me parece extraordinariamente útil - mintió el profesor -. ¿Alguna vez te has hablado a ti mismo, Draco? - él sólo lo miró confundido. Hubo silencio mientras apuntaba al profesor con su varita -. Draco... tú no eres un asesino.

La hija de Voldemort: Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora