Mi único refugio era la biblioteca. Ese inmenso lugar cargado de libros y de gente que, sumergida en su propio mundo, no se daba cuenta de la existencia del otro. Allí, todos estábamos ensimismados con un libro, sin importar si era para entender una tarea o sólo por placer. Ése lugar era simplemente mágico.
Esa tarde no podía dejar de pensar en mi madre, en lo joven que era al morir y en cómo el mismo que es mi padre la había asesinado a sangre fría. No podía dejar de pensar en cómo casi todos a mi alrededor la habían conocido menos yo y eso me estaba matando.
¿Acaso habrá odiado las escaleras movedizas? ¿Le habrá gustado leer tanto como a mí? ¿Hubiera presentado a Sirius a la familia? ¿Se hubiera comprometido con Sirius, de haber tenido la oportunidad? ¿Habría estado igual de contenta al cargarme en sus brazos cuando nací si hubiera sabido en lo que me convertiría? No podía dejar de pensar en ella y eso me hizo sentir tan miserable.
Dicen que el amor de una madre es de lo más fuerte que existe y que no hay nada que pueda corromper ese amor maternal hacia su hijo. Si ella estuviera aquí, ¿huiríamos juntas de las garras de mi padre?
Aunque me sintiera sola, en la biblioteca podía distraerme de mis pensamientos por unos instantes y adentrarme en algún libro, cualquier libro. Ya no importaba.
Me sentía tan estúpida pensando en eso cuando había cosas mucho más importantes en las que ocuparse como para desperdiciar mi tiempo torturándome a mí misma con todo lo que podría haber sido o por la estúpida soledad que sentía.
Sacudí mi cabeza mientras hablaba conmigo misma y me acerqué hasta una estantería en busca de algún libro para mi tarea de Herbología. Al no encontrar nada realmente relevante luego de varios minutos, caminé hasta la encargada de la biblioteca, la Sra. Pince.
- Disculpe, Sra. Pince - le dije a la mujer sentada detrás de un mueble lleno de papeles. La mujer, que estaba leyendo una carta, me miró a los ojos y se incorporó, dejando la misma en el mostrador.
- ¿Qué desea, Srita. Lancaster? - preguntó ella. Casi no le pedía por ayuda, ya que muchas veces leía solamente lo que encontrara interesante, pero de unas pocas veces de pedirle ciertos libros, recordó mi nombre.
- Estoy buscando algún libro específico sobre el Snargaluff. Debo hacer un pergamino completo sobre él y no encontré demasiados libros con la información que necesito - le expliqué. Ella miró en una planilla con algunas palabras y nombres escritos.
- Pregúntele al Sr. Wingsprutt - me indicó ella mientras acomodaba algunos libros en su escritorio. ¿Quién demonios era ese Wingsprutt? me dije a mí misma.
- Disculpe, ¿quién? - pregunté de nuevo, muy confundida. Ella sonrió y con los ojos en otro papel, me guió con la mano.
- Sigues por aquí hasta toparte con la pared y luego giras a la derecha hasta llegar a lo que parece un pequeño cuarto de madera con una escritorio dentro, a unos ocho metros de la Sección Prohibida - le agradecí por su ayuda y fui caminando hasta donde me había indicado la bibliotecaria.
Al terminar el recorrido, me topé con la estructura que había descrito la Sra. Pince. Había un cuarto de más o menos tres metros de largo y ancho usando la pared de la misma biblioteca como cuarta pared propia con una pequeña cortina amarilla haciendo de puerta que estaba corrida hacia un lado, dejando ver un escritorio lleno de libros que parecían formar una fortaleza.
En su interior, se podía ver que el mobiliario que contenía los libros casi ocupaba la totalidad de la habitación. Había una lámpara de pie que funcionaba con fuego mágico y otra luz mágica dentro de lo que parecía un candil que casi no podía verse. Del mueble abastecido completamente de libros, colgaban pequeñas plantas de sus repisas y bordes. Era bellísimo.
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La hija de Voldemort: Vol. 2
FanficSEGUNDA PARTE: TERMINADA PRIMERA PARTE: Disponible en el perfil - AVISO: les recomiendo a aquellos que leyeron el primer volumen antes del 01 de junio de 2020 que lo relean porque se hicieron importantes cambios en la trama - Tiempos oscuros azotará...