Capítulo 8

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Ir a la biblioteca se había vuelto una rutina en muy poco tiempo. Ahora, lleno mi tiempo muerto con Eugene y alguna tarea o algún libro.

Hablamos de todo un poco mientras hacemos nuestros pergaminos y tareas de investigación, no demasiado inmersos en ello como para que nuestras conversaciones fueran burdas o monótonas. Y así, me vi a mí misma yendo a la biblioteca todos los días, hablando de lo primero que se me viniera a la cabeza, ya fuera de algún libro que había leído, un profesor o simplemente estar allí sin decir ni una palabra, oyendo las páginas del otro correr y correr.

No hay mucho que contar aparte de las largas horas intercaladas entre silencio y conversación con Eugene: las cosas iban más lento de lo que esperaba. Aguardaba a que Malfoy hiciera algo, lo que fuera, para contarle a mi padre. Pero él no hacía nada, que yo pudiera ver. El plan era ser paciente y no presionarlo pero la paciencia no era lo mío y, sin nada en particular para hacer, me estaba desesperando.

Sacarle información a Potter lo podía hacer en cualquier momento y pasársela a mi padre cuando quisiera casi, así que no tenía ningún plan en concreto más que esperar.

Muy dentro mío esperaba que Potter no me dijera nada, que un día me mandara al demonio y nunca más habláramos. Así sería mucho más fácil todo.

En cuanto a Blishwick, no quería involucrar a Snape en eso no sólo porque se suponía que debía hacerlo sola, sino que con ese 'malentendido' que Harry había podido presenciar hacía tiempo no podía confiar plenamente en su cautela. 

Pensando en eso, la hora de Pociones pasó volando. No obstante, cuando estuve a punto de salir del salón de Pociones, el profesor Slughorn me llamó y me pidió que me quedara un momento. Me acerqué a él con mis libros a un lado con una sonrisa en el rostro.

- ¿Qué tal, profesor? Es una hermosa tarde, ¿no lo cree? - comenté yo, algo nerviosa por lo que iba a venir a continuación. Al parecer a Slughorn le caía bien, pero no tenía ni idea de por qué me llamaba fuera del horario de clases.

- En efecto, hermosa, Srita. Lancaster - contestó con una cálida sonrisa -. Te llamé, Theodora, porque encontré algo entre algunos papeles - siguió diciendo mientras indicaba con el dedo que le diera un segundo y tomó de detrás suyo un maletín un poco maltrecho - y quería que lo vieras.

Rebuscando entre el algo desorganizado contenido del maletín, de repente sonrió satisfecho y tomó lo que buscaba. De estar en frente mío, pasó a acomodarse a mi izquierda y a inclinar ligeramente el cuerpo hacia mi lado, tendiendo una fotografía en sus manos -. Tu madre, Lily Potter y yo, por supuesto, en una de las reuniones del Club de las Eminencias. Era una de las chaperonas. Aunque fuera muy buena en Pociones, no había más lugares disponibles y apenas supo que no había entrado, me pidió ser chaperona. Pasó toda la noche junto a Lily Evans, que sí había entrado al Club, repartiendo bebidas.

Al ver aquella fotografía, me quedé sin palabras. Mi madre se veía tan feliz junto a su amiga y a Slughorn. Ella estaba entre el profesor y Lily, primero con las manos en el cabello y luego, riendo, fue acercándolos a ella desde el cuello con entusiasmo. Era una fotografía hermosa. Me quedé un largo rato analizando la misma que ahora estaba en mis manos, acariciándola con la punta de mis dedos. En cambio, el profesor se había corrido de mi lado para guardar un par de cosas.

- ¡Oh! - exclamó con sorpresa. Quité mis ojos de la fotografía y lo miré, confundida -. Veo que tienes el collar de tu madre. Recuerdo que siempre lo tenía con ella -. Seguí la mirada del profesor y fue allí donde me di cuenta de que estaba jugando con él con la otra mano. Sonreí de costado y volví a mirarlo a él -. Me contó que su padre se lo había dado. Era entregado a la niña Lancaster más joven de la familia hasta que cambiara de apellido u otra niña naciera, aunque eso fue difícil en un momento.

La hija de Voldemort: Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora