Capítulo 1: Desafortunado

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Desperté sobresaltado, llevándome una mano a los ojos notando que mientras dormía estaba llorando. Suspiré. Me incorporé de la cama, apoyando los pies en el frío suelo, inmediatamente se me heló el cuerpo. Miré el reloj de mesa que marcaba las 5:30 am, aún faltaba para que Iruka-sensei, ahora mi padre adoptivo, se dignara a levantarse. Eso me daba tiempo para ducharme y prepararle el desayuno, antes de que él lo hiciera para mí. No me gustaba ser una carga, por lo que me gustaba hacer todos los quehaceres del hogar.

Abrí la puerta del baño, era pequeño pero me gustaba, no me quejaba de mi vida actual. Tenía todo lo que necesitaba y lo que era más importante para mi, amor paternal. Porque sí, Iruka era demasiado bueno para mí, a veces sentía que no merecía tenerlo de padre.

Dejé correr el agua, esperando a que se calentara. Me desnudé y apilé la ropa en un mueble que teníamos para dejarla ahí. Cuando vi el vapor en el aire, lentamente me metí y dejé que el agua corriera por mi cuerpo.

-Hace mucho no tenía ese sueño-murmuré cabizbajo. Mi cabello rubio caía por mi frente y hombros, creo que necesitaba urgente un corte de pelo.

Al salir de la ducha, me rodeé la cintura con una toalla blanca y sacudí mi cabello. Me miré al espejo. Tenía unas ojeras oscuras y los ojos hinchados, me pasé una mano por la cara y apreté el puente de mi nariz.

Tomé unas tijeras del mueble y pegué unos tijeretazos en mi cabello. Mechones rubios caían en el lavamanos. Cuando terminé, pasé un peine para sacar los residuos que pudiesen haber quedado. Me lo había dejado bastante bien. Pero no pude sonreír, no podía dejar de pensar en el sueño.

Ese sueño, mejor dicho recuerdos, siempre me dejaban con una sensación de vacío y un profundo dolor en el pecho. Siempre despertaba llorando. Pero hace mucho, que no me pasaba.

Cuando Iruka me adoptó, yo tenía 13 años, me sorprendió mucho que un profesor que nos hacía clases a los huérfanos, decidiera adoptarme. Aún no comprendía por qué. O sea, no tenía notas sobresalientes, no hablaba para nada y no sonreía. Según Iruka algo dentro de él lo impulsó a hacerlo y no se arrepentía, porque yo era especial.

Los primeros meses, Iruka pasaba a mi lado ya que me despertaba gritando y llorando, él se limitaba a abrazarme y susurrarme palabras tranquilizantes. Siempre me preguntaba qué era lo que me angustiaba de esa forma, al principio me negaba a decirle pero un día exploté. Asentía con la cabeza y me abrazó.

-Yo nunca te dejaré solo-dijo con ternura. Lo abracé fuertemente y lloré en su hombro desconsolado. Nunca me juzgó por haber amado a un hombre.

Ese hombre azabache que arruinó mi vida, pero que a pesar de todo no podía dejar de amarlo, de recordar la dulzura con la que me trataba, el suave tacto de sus labios, la sonrisa que sólo me dedicaba a mi y sus hermosos ojos azabaches.

Pero todos esos momentos fueron manchados con dolor y oscuridad, cuando me abandonó y rompió su promesa. Nunca regresó por mi. Lo esperaba todos los días en la banca donde lo conocí pero a medida que pasaban los años, entendí que jamás volvería. Me destrozó tanto, que me alejé de todo, sólo permitía que Sakura-chan se me acercara y a veces mimara.

-Maldito mentiroso-solté furioso y frustrado conmigo mismo, por seguir estancado en el pasado.

Escuché pasos en el dormitorio de al lado.

"Demonios, Iruka ya se levantó. Debo apresurarme"

Salí del baño y agarré la primera prenda que encontré y me vestí. Bajé la escalera, saltándome un escalón. Me dirigí a la cocina y divisé el castaño cabello desordenado de Iruka, sirviéndose un poco de café en una taza roja. Me miró divertido por mi expresión de decepción.

Entrelazados por la suerte (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora