2. Lugar Secreto

569 30 2
                                    

Llegamos al puente de Triana en menos que canta un gallo. Por suerte estaba tan solo a veinte minutos de la heladería y a media hora de casa.

Le envié un mensaje a mi madre diciéndole que llegaría sobre las doce y media y, tras discutir por teléfono (SMS) un buen rato, finalmente accedió.

No había casi nadie en el puente salvo que cada pocos minutos pasaba un carruaje de hermosos caballos blancos.

Nos apoyamos y vimos en el rio el reflejo de un hermoso barrio con mucho arte; alegre y humilde. Posé mi cabeza en su hombro y dos segundos después noté sobre mi cabeza la suya. Visto desde fuera parecíamos una pareja. Sentía la suave brisa mover mis cabellos y un ligero olor a azahar. El agua era iluminada por la tenue luz de la luna que se escondía tras unas pequeñas nubes, se veía cristalina.

No hablamos, solamente estuvimos allí quietos disfrutando de nuestras presencias, sintiéndonos nosotros mismos y supe, desde aquel preciso instante en el que volvió a unir nuestras manos, que algo se había accionado cambiando el rumbo de mi vida.

― ¿Alguna vez has visto el amanecer? ― me preguntó.

― No. ― dije con un hilo de voz.

― Yo tampoco. ― confesó encogiéndose de hombros.

Y el silencio volvió a reinar en nosotros.

Cuando ya era tarde, él se encontraba inmerso en sus pensamientos.

― Dani... ― lo llamé agitándolo un poco. Parecía alelado con la mirada perdida. ― Dani... Nos tenemos que ir. ― mencioné.

― Adoro la luna. ― admitió en voz baja. ― ¿Casualidad o destino?

― ¿Cómo? ― fruncí el ceño, confusa.

Esa pregunta empezó a retumbar en mi cabeza una y otra vez, una y otra vez.

"¿Casualidad o destino?"

― No creo en las casualidades. ― reconocí encogiéndome de hombros. Él esbozó una sonrisa de esas que enamoran. ― Pero tampoco en el destino. Simplemente creo más en mí misma y en la opción de yo escribir mi propio futuro.

Vi como poco a poco se acercaba a mí, la expectación contrajo mi estómago y una explosión de mariposas brotaron de él cuando me besó la punta de la nariz. Me inundó una calidez hasta ahora desconocida con este simple gesto.

Iba caminando hacia casa acompañada de Dani, desde que nos fuimos del puente de Triana íbamos cogidos de la mano y eso me hacía sentir un cosquilleo en la barriga. Era como sentir un zoológico en mi estómago. Y aunque es/era una sensación nueva para mí, me gustaba.

No quería soltarle la mano, pero lo tenía que hacer. No tenía su número de teléfono, ni él tenía el mío. Quería que se quedara conmigo. No hacía ni tres horas que nos conocíamos pero sentía como si fuese el motivo de la estúpida sonrisa que se me estaba dibujando en ese momento en mi rostro.

― Luna, ¿me das tu número? ― asentí y empecé a dictar mi número.

Llegamos a casa, le di un beso en la mejilla y le dije al oído:

― He pasado la mejor media noche en el puente con la mejor persona. ― le confesé.

Y se le dibujó una gran sonrisa en su rostro, de esas que enamoran, que te podrías pasar todo el santo día mirándola.

Me despedí con la mano y entré en casa. Miré por la mirilla y lo observé alejarse con una sonrisa, con las manos en los bolsillos como si nada.

Me apoyé en la puerta de la entrada y empecé a recordar todo lo que me había sucedido desde que lo conocí; el choque, las presentaciones, mi hermano, el helado y la magnífica noche en el puente.

¿CASUALIDAD O DESTINO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora