13. Tiempo

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Corría con angustia, el pecho subía y bajaba más rápido de lo normal y sentía que en cualquier momento el corazón se me saldría de su lugar. Finalmente llegué a dónde había quedado con él un par de horas atrás.

― Has tardado. ― dijo él en vez de saludarme.

― No. ― intenté defenderme un poco.

― Sí. ― insistió.

― Que no... ― volví a negar.

― Si yo digo que sí, Luna, es que sí.

Bufé.

― Lo que tú digas.

― Ves. Lo que yo diga. ― dijo él sentándose en un banco de madera algo viejo.

Rodé los ojos.

― Eres insoportable.

― Así soy yo. ― reconoció él.

― ¿Siempre va a ser así? ― me atreví a preguntar con un hilo de voz.

El muchacho suspiró y se encogió de hombros.

― No creo; quizá en sesenta años, cuando sea un viejo canoso, esté con mi nieto en algún parque y hable contigo para recordarme lo capullo que era antes.

Me mordí las uñas nerviosa; básicamente era el sueño que había tenido unas semanas atrás. ¿Cómo podía haber tales coincidencias? ¿Era capaz de leer la mente o algo así?

― Luna. ― me llamó. ― Yo también lo soñé.

Y suspiramos a la vez.

Puso música en su teléfono y me tendió un casco, me lo puse y le dio al play a una preciosa canción que amaba.

― Es mi favorita. ― cofesé.

― Y la mía. ― dijo él sonriendo de lado. Miró la hora. ― Es tarde y he de irme a casa, mi padre me espera para irnos a cenar fuera.

Sonreí.

― ¿Tu padre?

Me sentí mal cuando se me escapó la pregunta. No sabía nada de él a pesar de que él sabía mucho sobre mi vida.

― El doctor que estuvo en tu casa era mi padre, Sandro.

Me encogí de hombros.

― Está bien, ― suspiré. ― yo me voy a quedar aquí un rato más.

Él asintió y se marchó.

Vi a lo lejos a Dani hablando con Almudena, quién parecía enfadada, y entonces le dio una bofetada.

Maldiciendo por lo bajo, Dani, se sentó en un banco y suspiró. Parecía de los nervios y pensé que quizá yo tenía algo de culpa. Me levanté y me acerqué a él. No dije nada, tan solo me senté a su lado en silencio.

Hacía casi una semana desde mi ruptura con él.

― Siempre te voy a querer, Luna. ― dijo. ― Te he visto con Bruno y quiero lo mejor para ti. Siempre me vas a tener, ¿vale? Siempre tendrás a una persona en la que confiar, un puerto seguro, un ancla. Siempre.

No sabía cómo reaccionar, ¿que pretendía decir con eso?

― ¿A qué viene todo esto, Dani?

― ¿Casualidad o destino? ― dijo mirando el vacío.

― Destino. ― respondí firmemente.

― ¿Recuerdas que hace un tiempo te hice la misma pregunta? ― preguntó aún con la mirada inexpresiva, vacía. Asentí. ― Dijiste que creías en ti misma.

¿CASUALIDAD O DESTINO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora