16. Sorpresa

488 18 3
                                    

Alcé la vista y me encontré con dos ojos que te transportaban a otro lugar. Esos ojos celestes. El sonido del caer de las gotas quedaba en segundo plano por culpa de los fuertes latidos de mi corazón.

― ¿Qué haces aquí? ― me preguntó el muchacho. ― Te vas a helar. ― añadió con una sonrisa torcida.

― Iba a tu casa. ― contesté a la vez que lo besaba.

― Qué casualidad, yo iba hacia la de tu padre.

Casualidad... Repetí en mi mente.

― Casualidad... ― murmuré.

― ¿O destino? ― concluyó él.

― Quién sabe ya a estas alturas... ― musité.

¿Casualidad? No, eso no existe. ¿Destino? Puede ser pero, si fuese ese caso, si mi destino fuese ese, ¿porque he tenido que conocerle? No me arrepiento, para nada, pero me sabe muy mal. Irme y no poder estar sin él me mata aún más. El saber que no iba a poder tocarle, olerle, sentirle, besarle. Eso era lo que más iba a echar más en falta; sentir su presencia en el más allá.

― Vamos a mi casa. Me estoy congelando. ― dijo con su perfecta sonrisa.

― Vale. ― dije y acaricié su cálida mano.

Su mano caliente y suave me consolaba pero a la vez me pone aún más mal. Saber que en poco tiempo ya no podría sentir su calidez...

Cuando quedaba poco para llegar a su calle me detuve y me coloqué en frente de él.

― Siempre, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, te voy a querer. Siempre vas a estar en mi corazón, ¿vale? ― él asintió sin palabras. Supuse que fue porque me refiría su marcha cuando lo decía por la mía.

― Te voy a echar mucho de menos, pequeña. Pero siempre nos quedan las redes sociales, ¿no? Podemos hablar y esas cosas... ― se me humedecieron los ojos. ― Te quiero más que a mi propia vida.

¿Por qué he de creer lo que dicen unos estúpidos sueños? Son toda cosa de mi subconsciente. Me he estado preocupando tanto tiempo por un tonto sueño. No me voy a morir. No al menos ahora, ni mañana, ni a la semana, ni al mes ni al año.

― Juntos para siempre.

― Siempre. ― repetí yo.

Nos quedamos unos minutos juntos así, sin pensar en nada, sintiéndonos, sintiendo las frías gotas de agua a las que ya no le damos importancia.

Estaba sentada en su regazo mirando las gotas caer desde la ventana de su habitación. Se estaba la mar de bien.

No pasará nada. Me dije a mi misma mirando sus ojos celestes perdida en un mar de pensamientos. Sin saber cómo acabamos besándonos con desesperación, con fuerza y brusquedad. El beso intenso lo guiaba él, pero poco a poco lo doblegué haciéndolo tierno, suave y dulce. Nos separamos para coger aire y aproveché para besarle la comisura de la boca, lo que le provocó una risita.

Se acercó a mi oreja y me susurro:

― Te quiero. ― me sonrojé. ― Eres lo más grande que tengo.

― Recuérdame. ― le pedí.

― Imposible olvidarte, amor.

Y volvimos a besarnos.

― Almudena y sus padres se van a vivir a Galicia. ― dijo mi novio mirándome con una sonrisa burlona.

― Mejor, cuanto más lejos mejor. ― dije sonriendo.

¿CASUALIDAD O DESTINO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora