❝Pequeño Cato❞

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Narrador omnipresente:

Hace un buen tiempo, cuando apenas él tenía 5 años, encontró un viejo vestido de su madre ya fallecida, le pareció lindo y se lo puso, la verdad es que no le quedaba nada mal e intentó probar más cosas de mujeres y cada vez se veía más atraído hacia éstas sin embargo, ocultaba su gusto pues ya conocía como era su papá, si descubría aquello la iba a traer en contra de su hermano y lo comenzaría a regañar. Lamentablemente su padre sí lo descubrió y aunque hizo lo posible para que el castigo se lo llevara él, no lo escuchó y fue directo hacia donde estaba su hermano.

–¿¡Tú hiciste eso!?– Gritó al entrar a la habitación de su hijo mayor azotando la puerta.

–¿Yo-yo? ¡Papá espera! Te juro que-

–¡Cállate de una puta vez Avocato! Maldito marica que resultaste ser, ¡Pequeño Cato era el único cuerdo de esta familia y ahora se volvió tan marica como tú!– Comenzó a subirse las mangas hasta los codos.

–Pa-papá por favor escúchame... yo-yo no hice nada... por favor Papá ¡NO!– Los golpes fueron en donde sea que cayesen, sonaban por toda la casa y lo peor es que Pequeño Cato estaba presenciando todo desde el marco de la puerta, llorando en silencio lamentándose por todo lo que estaba sufriendo su hermano... sentía que él era el culpable, que él era quien debía ser golpeado no Avocato...

–¡PAPÁ! ¡ALTO!– Gritó pero no fue suficiente, los gritos de Avocato se escuchaban más que todo el ruido del mundo, cuando esa sesión de golpes terminó, Pequeño Cato sólo se quedó llorando en el marco de la puerta mientras veía como su papá se iba de la casa como si nada hubiera pasado. Su hermano como pudo se levantó de donde estaba al escuchar a su hermanito llorar, fue hacia él y lo abrazó como pudo pues todas las heridas dolían horrible.

–¡Lo siento hermano! ¡Fue mi culpa! ¡Yo... Yo– Su palabras fueron cortadas con unas acaricias que le estaba dando Avocato en su pequeño mechón café heredado de su madre. –Desearía no haber nacido, así tú no tendrías que estar sufriendo esto– Decía entre lágrimas.

Shhh... está bien...– A duras penas y se lograba escuchar su voz, parecía como si tuviera la garganta horriblemente irritada, es lógico después de todos los gritos que soltó para tratar de defenderse de su padre. –Estos son tus gustos, no es culpa tuya que ese hombre no lo quiera entender. Tú eres mi hermanito, jamás voy a odiarte por nada y de todos modos si tú no hubieras nacido mi vida sería más mierda de lo que ya es– Le dedicó una sonrisa sincera y abrazó a Pequeño Cato ligeramente más fuerte.

Pequeño Cato comenzó a vestir de mujer a partir de ahí, de alguna u otra forma logró convencer a su papá que siempre fue su idea y no tenía nada que ver con Avocato, su papá le hizo caso pero por dentro aún creía que fue su culpa que su hijo menor estuviera ❝dañado❞.

Un año después, con sus propios ahorros se compró el uniforme de su primaria para niña ya que realmente le gustaba como se veía con esas ropas, al entrar todos creyeron que era una niña y para evitarse la burla de sus compañeros Pequeño Cato no dijo nada y sólo fingió ser una de ellas. Sabía perfectamente que a su hermano no le iba bien en la escuela pues le solían hacer mucha burla, pero tampoco era como si pudiera hacer algo, esos niños eran mucho más fuerte que él, sólo sería más sufrimiento para él y su hermano, así que, aunque le doliera mucho, decidió no interponerse en sus asuntos.

El joven ventrexiano no duró mucho ahí puesto que Avocato fue expulsado por estar golpeando a medio mundo, obviamente presenció el castigo que su padre le dio, fue cambiado de escuela 5 veces debido al mal comportamiento de su hermano, ganando una sesión de golpes cada vez que lo expulsaban de una escuela, cada vez que su papá terminaba de maltratarlo, Pequeño Cato iba directo a su hermano para abrazarlo y llorar con él pues ellos dos eran la única familia que en verdad tenían.

Cuando su hermano acabó el sexto grado de primaria él decidió pintarse su pequeño mechón con los materiales que tenía su madre pues ella le encantaba pintarse el cabello, decidió pintárselo del mismo color que su vestido favorito y a decir verdad, para ser la primera vez que lo hacía lo había hecho bastante bien. Su hermano finalmente entró a la secundaria y él a sexto grado, era divertido hasta que un grupo de la secundaria de su hermano de algún modo u otro descubrieron que este no era una chica.

–Hey marica– Habló uno de los matones.

–¿Disculpa? Te pediría de favor que no me digas así, para eso tengo un nombre– Se dedicó a continuar su camino cuando de pronto fue agarrado por uno de ellos.

–¿De qué otra forma quieres que te llame travesti?– En ese momento, supo que ya estaba jodido. –Sabes que existe la ropa para hombre ¿verdad, marica?

–Sí, pero la cosa es que no me siento contento de vestirla por eso es que me gusta más la ropa para mujer.

–Maldito fenómeno– Comenzaron a golpearlo con mucha brutalidad, como él no estaba acostumbrado a los golpes no tuvo la fuerza para defenderse o levantarse después de todo lo que le hicieron. –Estúpido– Fue lo último que dijo antes de escupirle al pobre Pequeño Cato que yacía en el suelo tratando de no gritar por el dolor que sentía.

Con las pocas fuerzas que le quedaban logró llegar a su casa sólo para encontrarse a su hermano que al verlo todo lastimado esa mirada asesina volvió y le estuvo preguntando que quiénes fueron los que le hicieron eso, sin embargo Pequeño Cato ya no quería meterse en problemas por ello no quería decirle nada. Lamentablemente Avocato tenía sus sospechas de quiénes eran, así que decidió ir a su escuela para darles una lección.

Se encontró con aquél grupo de idiotas que habían lastimado a su hermanito y comenzaron una verdadera batalla afuera de la escuela, su hermano trató de detenerlo a toda costa sin embargo quien finalmente detuvo el enfrentamiento fue el padre de Avocato... No le importó que estuvieran a mitad de la calle, decidió castigarlo justo ahí, justo ahora; lo golpeó hasta el cansancio y después simplemente se dignó a irse a su casa jalando a Pequeño Cato consigo abandonando a su hijo a mitad de un callejón.

Pasaron los meses, su hermano cumplió 13 y él cumplió 12, realmente en su nueva secundaria le iba muy bien, todos creían que era mujer y ya no molestaban a su hermano, todo parecía normal hasta que un día, regresando a casa, su hermano trajo consigo un humano rubio herido para curarle, ponerle pomadas y las vendas necesarias para que se recupere.

–Wow Avocato, no creí que algún día traerías a alguien herido y lo salvarías– Decía con una sonrisa medio burlona.

–No podía dejarlo ahí tirado, pobre... seguro él...– Soltó un pesado suspiro. –Seguro él si tiene una familia con la cual regresar– Cuando terminó con las vendas fue de inmediato a su cuarto para dejarle descansar.

–Espera, ¿qué haces? Ponlo en mi cama, si lo dejas arriba es muy posible que se caiga a la hora de despertar.

–Pfff, nadie podría ser tan estúpido.

[...]

A partir de ahí, Avocato se volvía más alegre, sonreía, ya no era tan sarcástico y ya no decía constantemente lo mucho que odiaba a la gente, sin duda alguna Gary logró cambiar por completo a su hermano, algo que le sorprendió bastante. Los tres se hicieron muy buenos amigos aparte de que se apoyaban uno en el otro cuando tenían problemas, Pequeño Cato se dio cuenta de los sentimientos reprimidos de su hermano mayor, viendo como éste se sonrojaba cada vez que Gary le decía un cumplido.

Pequeño Cato por fin... Se alegraba de ver que su hermano ya podía ser feliz.

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