EL PUNTO CIEGO

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NARRA ALEX

Todo era una mierda. Pese a que Jaime me había dicho que no me quería en el caso de la ciudad del este Sam, el jefe de inspectores, me había mandado por e-mail los informes que hasta ese momento tenían para que les echara una mano.

Así que mientras Larry revisaba las cámaras del restaurante y Piper buscaba en la vida de los empleados, yo me encontraba leyendo los informes que me habían enviado.

Por lo visto tenían una amenaza de bomba. Eso abría en seguida dos vertientes, un loco o un terrorista. Una voz distorsionada por teléfono había alertado de la amenaza, pero a cambio quería en un banco de un parque la cantidad de diez millones de dólares. Algo que la policía no estaba dispuesta dar, obviamente.

Me enviaron hasta las grabaciones de voz de la llamada. No era un aparato profesional para distorsionar la voz, era uno casero. Me atrevería a decir que era helio directamente ingerido desde un globo. Automáticamente busqué en todas las tiendas donde se podía comprar helio en aquella ciudad, pero no tuve éxito. Así que busqué en internet. Tres personas habían comprado helio.

Un hombre de cuarenta y tres años. Trabajaba en animación infantil. El helio era, seguramente para inflar los globos.

Una mujer de cuarenta y un años. Científica. No había que ser un ingeniero para saber que el helio formaba parte de su vida y de sus investigaciones.

Y por último, otro hombre de veintinueve años. Sin trabajo y sin estudios. Fue mi principal candidato. Puse su nombre en la base de datos de la policía cuando la voz de Larry despertó mis cinco sentidos.

- Dime.

- Ven a ver esto.

Me levanté mirando a Piper. Estaba escribiendo algo con su boligrafo, concentrada. Se había recogido el pelo con un lápiz y aún así, estaba hermosa.

- ¿Qué?

Larry le dio al play. Era una grabación a las once y cuarto de la noche, un hombre vestido de calle entraba por la puerta de atrás del restaurante. Solo tres minutos después, volvía a salir mirando a todos lados.

- Y espera...

Abrió otro archivo. La misma noche pero una hora después. Una silueta negra, tapada hasta la médula empujaba la puerta, sin necesidad de llave ni de identificación. Estaba abierta. Veinte minutos después, volvió a salir tranquilamente.

- ¿Los has podido identificar?

- Todavía no.

- Ok... - asentí poniendo ambas imágenes de nuevo - Pues intenta hacerlo. Cotéjalo con las listas de los empleados, a ver si te coincide algo.

- ¿Altura, peso y eso?

- Sí.

- Ok.

Larry se puso en seguida a ello, y lo último que vi fue a Piper mirar su taza de café vacía. Hubiese ido corriendo a hacerle una nueva, porque ese fue mi instinto, pero no lo hice. Me senté en mi silla porque tenía que seguir trabajando en el caso de la bomba.

Cuando llegué, ya tenía la ficha del sospechoso. Y para mi sorpresa, estaba fichado por agresión y posesión de drogas. Charle Dankworth. Una joyita de persona. Abandonado por su padre y con una madre que murió cuando él tenía catorce años por alcoholismo, sus pasos habían sido los mismos que su progenitora.

Se me ocurrió mirar la mejor herramienta de investigación de este siglo. Las redes sociales. Y fue ahí cuando me entraron todos los males de pronto. En su twitter había constantes amenazas a las instituciones por su mal trato. Fuera por lo que fuera. Ese hombre solo se dedicaba a insultar a la policía, a la guardia civil y a todo aquel que llevara una placa.

Miradas de deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora