ME INTERESAS TÚ.

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NARRA PIPER

No habíamos vuelto a hablar nada desde la tarde, desde que ella me había confirmado que también le gustaba. Estaba entrando en mi barrio y yo necesitaba hacer algo. Fuese para lo que fuese, necesitaba dar un paso. No podía quedarme de brazos cruzados cuando Alexandra Vause había dicho que le gustaba. Así que cuando le indiqué cual era mi casa, la miré.

- ¿Dónde te vas a quedar?

- Tengo reservación en el hotel que hay a la entrada de la ciudad – contestó con la mano en la palanca de cambios.

- ¿Un hotel? – asintió mirándome - ¿Por qué no te quedas en mi casa?

- Lo último que quiero es molestar – sonrió.

- No seas imbécil – ella elevó sus cejas sorprendida – Perdón... Quiero decir, que no lo haces. Vivo sola, no vas a molestar.

Finalmente accedió y nada me hizo más feliz. Suspiré cuando abrí la puerta. Absolutamente nunca había imaginado que esa mujer iba a estar allí, en mi departamento.

Le enseñé la casa, aunque no tardamos mucho, puesto que no era muy grande. Una cocina americana, con un salón donde entraba el sofá y el televisor. Al fondo la habitación, con una sola cama. Aunque a Alex eso no pareció importarle.

- Y el baño está a la derecha – le señalé – Estás en tu casa, no tengas pena por hacer lo que quieras.

Asintió dejando sus cosas a la entrada. Se quitó tanto las botas, la sobaquera y la placa. Y mientras ella se acomodaba, yo saqué dos cervezas tomando aire. No era el hecho de que Alex estaba en mi casa, sino que iba a dormir ahí.

Me aceptó la cerveza con su habitual sonrisa. Sentada descalza, apoyada en el respaldo del sofá con su costado porque estaba más preocupada en mirarme mientras hablábamos. Se había recogido el pelo con una goma que llevaba en la muñeca izquierda; y eso, para mí, fue una pésima idea.

Que apartara el pelo, indicaba que me dejaba ver su cuello, sus hombros y lo bien que le quedaba la camiseta. Ella parecía realmente entregada a su trabajo y de eso no tenía ninguna duda. Me contó lo que fue para ella dejar al inspector y empezar de cero, pero no se arrepentía. Hubiese sido tonta si lo hubiera hecho.

Hizo un recorrido por sus mejores casos y yo solo pude escucharla. Admiraba lo bien que hablaba de su trabajo, porque prometo que su verde mirada se iluminaba. Y todo esto, lo hizo en lo que duraron cuatro botellas cada una.

- Pero bueno... - suspiró mordiéndose el dedo índice - ¿Y tú? ¿Cómo te hiciste policía?

Yo no tenía nada que contar, no tenía casos de los que presumir. Mi vida como detective, era demasiado aburrida para una mujer que se pasaba el día a día entre amenazadas, asesinos y adrenalina por todo su cuerpo.

Le contesté lo justo, no quería aburrirla. Desde pequeña me fascinaron las series policíacas, así que crucé la pantalla. Sin más. Pero Alex siguió haciéndome preguntas, como si mi vida fuese mucho más interesante que la suya, y desde luego que no lo era.

- ¿Vas a volver a mandar a Larry a tomar por culo mañana?

- No sé – se encogió de hombros terminándose la sexta botella de la noche – Si quieres que lo haga, lo hago.

- Me parece un poco cruel – sonreí mirándola – Está interesado en ti.

- Pues es una pena, porque no es él quién me interesa...

Sonreí mordiéndome el labio inferior inconscientemente. Ahí estaba la Alex decidida y yo lo sabía. Sobre todo cuando dejó la botella en la mesa y se acercó a mi intentando hacerlo casual. Esa mujer tenía muchos puntos fuertes, pero uno no era el de disimular.

Miradas de deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora