QUIERO QUE TE DEFIENDAS

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NARRA PIPER

Juraba que estaba dormida todavía, pero no comprendía porque me había levantado. Pero esa era yo, entrando en la planta de una comisaria vacía. No era para menos, pues eran casi las siete y media de la mañana. Muy temprano.

No había nadie en la planta, pero absolutamente nadie. Por un momento pensé que podía dormirme en un sofá otro rato más, pero de pronto unos gritos me hicieron girar hacia la sala de descanso. Vi a Alex echar de todo por la boca y todo porque a su lado, estaba Joe.

- Eres tan cínico – escuché a Alex mientras me acercaba hacia la sala – Ahora va a resultar que tú no hiciste nada, ¿no? Que tú eras ahora el mejor, que la mala fui yo.

- Eso es lo que digo.

- Vete a la mierda, Joe – dijo Alex sorprendiéndome – Para lo único que me querías era para usarme. Encontrarte las putas pruebas, hacerte una mamada, cogerme y colgarte la medalla al mérito.

- Eso no es verdad, Alex.

- ¿No? – se cruzó de brazos carcajeándose – No me vengas de digno ahora porque no tengo veinte años.

- Todo lo que hiciste fue porque quisiste, yo no te obligué a nada.

- "Alex, hazlo o le digo al comisario que perdiste al sospechoso" ¿De verdad no me obligabas? Me chantajeabas, y lo sabes. Tu ventaja es que yo era una niña Joe. Acababa de salir de la academia y juraba que estabas enamoradísimo de mí – creo que mi boca se abrió hasta rozar el suelo – Me costó darme cuenta que nunca, jamás, me verías de otra forma... Sigues mirándome exactamente igual.

- ¿De qué demonios estás hablando?

- ¡De que mi cara está más arriba! – gritó dándole una bofetada.

- No vueltas a ponerme una mano encima, Alex – dijo Joe encarándose con ella.

- Me das asco, me das muchísimo asco.

- Antes no decías lo mismo...

Joe se calló porque me vio. Automáticamente los dos se separaron haciendo como si nada de aquello había ocurrido. Pero lo cierto es que lo había hecho y yo estaba en shock

Joe y Alex no solo habían trabajado juntos, sino que, ¿habían tenido una relación?

- ¿No tienes nada mejor que hacer? – me preguntó Joe enfadado.

- Yo... - tragué saliva – Venía a por café. Pero, luego vuelvo.

- No hombre, si lo has escuchado todo ya – se acercó – Quédate y toma asiento, por favor.

- De verdad...

- ¡Que te sirvas el puto café!

Cerré los ojos lentamente a espaldas de los dos. La ausencia de Joe había durado poco, mi paz se había acabado y lo sabía. Volvería a ser su títere... Ojalá que Alex agilizara mi traslado. Era lo único en lo que podía pensar, en irme lejos de él.

- Mierda, Piper. No sabes ni hacer eso – musitó quitándome la taza.

- Sé hacerlo, solo déjame.

- Quita.

Me empujó para quedarse él frente a la cafetera. Intenté mirar a Alex para que me ayudara. Pero cuando la miré, ella ya estaba girando bruscamente a Joe.

- ¿Qué demonios haces?

- Suelta la taza – dijo seria – Suelta la taza, Joe.

- Mierda – suspiró con paciencia – Cada día están más locas...

Miradas de deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora